Una renta básica "casi" universal




Hace unos días leí un artículo titulado Davos avisa: vamos a crisis o caos que venía a decir algo así como que la economía está evolucionando de una forma rara: por una parte las empresas privadas que ganan dinero despiden a sus empleados para bajar costes y seguir ganando más, mientras que las empresas públicas (y las administraciones) que pierden dinero, contratan más empleados. 
El artículo, por tanto avisaba de los desequilibrios que parecen conducir a una economía inviable.
Y parece inviable porque si se disparan los gastos públicos y se disminuyen los ingresos privados por la contracción del tamaño de este sector, ya decían los antiguos, con una sabiduría simple y aplastante, que si de un saco se saca y no se mete, pronto el fondo se ve.

Sin embargo, mi reflexión de esta semana no va por aquí, sino más bien por el lado del título del post, que guarda una relación lateral: Lo de inflar el sector público en detrimento del privado en la forma que se describe en el artículo, ¿no será una forma encubierta de ir implantando poco a poco una renta básica?

Es evidente que la productividad ha aumentado exponencialmente en los últimos ciento cincuenta años.
No quiero hacer un estudio sesudo, pero a nadie se nos oculta que hace setenta años en España, por ejemplo, un amplio porcentaje de españoles se dedicaban a la agricultura, y todos ellos no eran capaces de paliar la escasez de productos agrícolas que había en España y la consiguiente hambruna.

Hoy día el porcentaje de personas que se dedica a la agricultura en los países avanzados es mínimo y sin embargo, hay excedentes agrícolas. Algo parecido ha pasado en otros sectores productivos.
La conclusión es clara: muy pocas personas producen alimentos suficientes para dar de comer al resto, y este resto puede dedicarse a tareas “menos perentorias”

El proceso de reducción de mano de obra y aumento de la productividad, se irá acelerando en el futuro debido a la irrupción de nuevas tecnologías y la inteligencia artificial en cada vez más sectores, incluyendo el de servicios, que actualmente es uno de los mayores empleadores en los países avanzados.

Los estados tendrán dos alternativas para resolver el problema. O bien se instaura una especie de renta básica para que el número creciente de parados pueda vivir y no se rebele contra los poderes, o se crean millones de puestos de trabajo de “dudosa necesidad”.

Parece que los estados están más por la segunda opción que por la primera.
¿Por qué, si el resultado es parecido o incluso peor? Pues seguramente porque tener a millones de personas ociosas puede ser un problema. Es mejor tenerlas entretenidas con un trabajo alienante y sin sentido (y a ser posible, mal pagado)
Para los ratos libres que puedan quedar, se nos obsequia con angustia y entretenimiento vacío.
La combinación resultante es magnífica: Una gran masa de ciudadanos estresados por interminables horas de trabajo que hay que compaginar con las obligaciones familiares, angustiados con los miles de grandes problemas que los medios se encargan de difundir (cambio climático, divisiones sociales, sostenibilidad de las pensiones…) y para los ratillos que puedan quedar de descanso a esos pobres cerebros, un poquito de entretenimiento vacío (videos tontos, memes, chistes, videojuegos inútiles, libros simplones, películas sin mensaje,....), para que seamos incapaces de progresar como personas.

Veamos algunos ejemplos de como se generan trabajos públicos vacíos en España (supongo que en otros países usarán mecanismos parecidos):
En vez de legislar una única vez ante problemas comunes (regular los VTC, los pisos turísticos, los patinetes eléctricos…) se hacen mil regulaciones distintas sujetas a los caciques y las corruptelas locales.
Aún suponiendo la mejor de las intenciones en todos los lugares (que es mucho suponer), siempre será mejor realizar una regulación única, de calidad, en la que se hayan empleado grandes recursos para tener en cuenta los intereses de todos los sectores implicados, que mil regulaciones mediocres. No es necesario reinventar mil veces la rueda.

Pero no. Cada autonomía, e incluso ayuntamiento, tiene normas y legislaciones distintas en las áreas en las que tienen competencia.
Por tanto, hay que legislar muchas veces los mismos temas, y tener funcionarios que vigilen el cumplimiento de la legislación específica de la Comunidad o el Ayuntamiento, que habiliten los procedimientos burocráticos para cumplirla, que permitan tramitar los permisos, que mantengan la información asociada, que desarrollen los sistemas informáticos necesarios, etc, etc

También serán necesarios más jueces y abogados para tramitar las denuncias derivadas del incumplimiento de esas normas locales y/o autonómicas, etc.

En el sector privado, será necesario emplear a personas que se conozcan las distintas normas y leyes autonómicas para cumplirlas: distintas normas de etiquetado de los productos, distintas condiciones para la licencia de obras, para la licencia de apertura de un negocio, etc.
Estas distintas normas conducen a mayores costes para las empresas privadas, tanto por el cumplimiento de las mismas, como a la necesidad de mantener distintos stocks de productos que cumplan las normas específicas y, por si fuera poco, dificultan la extensión y el crecimiento del negocio dentro del propio país (España).
Este ejemplo por sí mismo daría para rellenar bastantes folios.

Pondré otro sobre como la propia dinámica social genera la necesidad de puestos de trabajo adicionales: He hablado de la población que soporta una jornada laboral inmensa, y que vive angustiada ante las incertidumbres y el estrés de la vida diaria, incapaz de hacer frente a los retos de su trabajo y de la familia. Esta masa de población requiere muchos más servicios médicos porque su salud, sobre todo mental, (aunque también física pues no hay tiempo para hacer el ejercicio que un cuerpo sano requiere), se resiente.
Se contratan unos pocos médicos más, pero nunca los suficientes para que los médicos sean a su vez, víctimas del sistema de vida estresante y alienante.

Y ahora un ejemplo foráneo, el famosísimo Brexit. Cuánto esfuerzo, cuántos millones de horas de trabajo, tanto en el lado de la Unión Europea como en el lado británico, no se estarán dedicando a esa tarea titánica de romper, desunir, destruir.
Cuánto esfuerzo en encontrar diferencias insignificantes entre los distintos pueblos de Europa e ignorar los enormes problemas comunes.
Si la mitad del trabajo dedicado al Brexit se hubiera empleado en resolver problemas reales, habríamos avanzado mucho más del doble.
No hay que ser muy listo para darse cuenta que los raquíticos crecimientos económicos de la Unión Europea se deben básicamente a que se están dedicando enormes esfuerzos en rozamiento interno y no en el progreso colectivo.

Podríamos poner algunos cientos de ejemplos más de trabajos innecesarios por repetidos (como el ejemplo primero) o necesarios solo por la propia dinámica perversa (ejemplo segundo) o creados específicamente para colocar piedras en el camino (ejemplo tercero), pero antes de llevar al hastío al lector que haya conseguido llegar a este punto, terminaré con un símil:
Si nuestros países fueran coches que se desplazan por una carretera que conduce al bienestar y al progreso, es como si se estuvieran inventando miles de puestos de trabajo cuya única misión consiste en tomar arena del desierto y echarla a paletadas sobre la carretera con la única finalidad de que el avance de los coches sea lento y penoso.

¿El objetivo? Presumo que el de siempre: Mantener el statu quo. Que los que siempre han vivido bien y han mandado realmente, continúen haciéndolo.
Y es que una gran masa de gente pensante, relajada, con tiempo y con aspiraciones puede ser realmente peligrosa.

A lo que voy es que si hace cien años era imposible pensar en una vida sin trabajo para la gran mayoría (aunque Bertrand Russel ya reflexionó sobre eso hace un puñao de años), hoy y más, en el futuro, la vida sin trabajo es ya posible. Solo tendrían que prepararnos para vivir una vida ociosa, creativa e infinitamente más productiva que la que vivimos en la actualidad.

Es obvio que, por las razones expuestas, la sociedad no lo va a hacer por nosotros y me temo que recaiga sobre nuestros hombros la responsabilidad de transformarnos en gente pensante, relajada y con aspiraciones aunque, de momento, no estemos ociosos.

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