Una inmensa tristeza


Sí, una inmensa tristeza es lo que siento viendo los telediarios o leyendo las noticias. Tanto es así, que procuro evitarlo o leer exclusivamente los titulares.
Cuando no son las grandes desgracias, un pobre niño que se cae a un pozo que nunca debiera haber estado ahí, o una pobre chica que es cobardemente asesinada por un delincuente profesional que nunca debió estar en la calle, es la lamentable situación política que campa por nuestro país, y por Europa y… por el mundo.

Hablando de política, me ha llamado la atención, una vez más, los calificativos vertidos sobre los asistentes a la manifestación del domingo pasado (10-2-19) por la unidad de España y la convocatoria de elecciones. Sí, una vez más.
Así que, si te preguntan si asististe o te parece bien esa manifestación, no contestes que sí, o correrás el riesgo de que te llamen mierda o facha, o  mil cosas más.
Tampoco contestes cuando te pregunten si estuviste en las manifestaciones del 15-M o te lloverán calificativos como el de perro-flauta o similares lindezas.
Por supuesto, jamás digas que estuviste en las manifestaciones en defensa de las pensiones públicas o defendiendo tus ahorros de toda la vida por la estafa pública de las preferentes o serás calificado automáticamente como un yayo-flauta.
Y en el colmo de los colmos, ni se te ocurra decir que estuviste en la manifestación del domingo y alguna del 15-M porque entonces serás calificado como la escoria de la sociedad pues serás un perro-flauta facha, odiado por unos y por otros.

Es impresionante. Toda una vida, un cúmulo de ideas, muchas de ellas contrapuestas, todos los sufrimientos, los anhelos, las esperanzas, los sueños, los miedos de una persona, resumidos en un simple adjetivo: facha, perro-flauta, yayo-flauta... Toda esa complejidad inabarcable, inconmensurable (que todo el mundo sabe que significa que no se puede medir) que es un ser humano, simplificada hasta el extremo en varias letras. ¿Tiene eso algún sentido?
A poco que reflexionemos (y este es el objetivo de este blog), obviamente, no.

Entonces ¿para qué sirve o mejor dicho, a quién sirve esta simplificación absurda y exagerada de las cosas, esta polarización de la sociedad?
Los insultos, las descalificaciones a un grupo (generalmente dichos con la finalidad de esconder la debilidad de nuestros propios argumentos), favorecen que ese grupo se aglutine, se extreme en sus posturas, se diferencie cada vez más del resto y se aisle. Al final consigue que sus miembros se sientan bichos raros orgullosos de serlo.
Este aglutinamiento del grupo se realiza en torno a sus líderes, convertidos en símbolos de esa resistencia, esa rebeldía contra los insultos de los demás. Es por esto, que según mi análisis, son los primeros beneficiados. Son los que más apoyo reciben por parte de sus seguidores (ego al alza) y seguramente algún que otro beneficio económico.
Esa rebeldía del líder, como líder que es, se muestra con nuevos insultos hacia sus atacantes cerrando un círculo que nunca se acaba y que conduce hacia más división
Para muchos de esos líderes, la división en bloques constituye su esencia, su forma de vida.

Mi impresión es que la política se ha degradado desde que se hizo profesión. Y podemos verlo en la transición española. Como veníamos de una dictadura, no había tradición de políticos y por tanto, había muy pocos políticos profesionales. Surgieron, entonces, personas de distintas ideologías provenientes de distintas profesiones que, con sus luces y sus sombras (las de ellos y las de la transición), arrancaron los consensos para sacar a España de la dificilísima situación en la que se encontraba.
Aquellos catedráticos, mineros, abogados o ingenieros de entonces, metidos a políticos, defendían sus ideas y, si sus partidos ganaban, pues bien, las defendían desde sus nuevos puestos y si no, volvían a sus antiguos trabajos.
Pero hoy día, ¿Qué harán nuestros políticos si pierden las elecciones?¿Qué saben hacer aparte de hablar y descalificar a los demás?¿saben construir?
La respuesta a estas preguntas hace que comprendan que si pierden las elecciones, pierden su trabajo y es como si se jugaran la vida. Por este motivo, se quedan todo el día pegados a las encuestas, intentando escudriñar hacia donde evoluciona la opinión pública. Y cuando piensan que lo han descubierto, se encuadran en la postura correspondiente.

¿Dónde quedaron las ideas? La política se ha convertido en un nuevo producto del marketing, de los estudios de mercado, solo que ahora el producto somos nosotros, las personas.
¿Qué fue aquello de estas son mis ideas, si te gustan vótalas, si no te gustan no las votes? Ahora la aproximación es distinta, dime cuáles son tus ideas, que yo las haré mías para que me votes. Es la aplicación máxima de aquella frase atribuida a Groucho Marx: “Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros”

Nunca nos daremos cuenta de la cantidad de energía que estamos derrochando en nuestras divisiones en bloques. Pongamos un ejemplo actual y patente. En Cataluña muchos amigos han dejado de hablarse por el procés. Allí se chocan trenes, los médicos se ponen en huelga por la lamentable situación de la sanidad pública, pero nada importa si el procés avanza.
Si algún día se consiguiera la independencia, ¿dejaría por ello de haber enfermos, de haber pobres, de haber sufrimiento? ¿No son más las cosas que nos unen que las que nos separan?

He oído que una humorista utilizó el hashtag soisunosmierdas refiriéndose a los que asistieron a la manifestación del domingo. Una llamada a la división, resumida en dos frases, fue vista por cientos de miles de personas y reflejada por los medios.
Una llamada a la concordia, como son estos párrafos, con suerte será leído por diez, sin embargo me sentiré pagado si solo uno de mis lectores ve en el facha o en el perro-flauta a una persona humana (valga la redundancia) con ideas distintas a las suyas en algunos aspectos, pero muy similares en otros muchos.
A veces pienso que solo una invasión extraterrestre nos haría darnos cuenta de lo mucho que nos une nuestra esencia humana.
Ójala nuestros líderes se dedicaran a difundir las miles de ideas, necesidades y anhelos que tenemos en común en lugar de centrarse en las cuatro ideas que nos separan.

Desde este blog hemos defendido siempre la cultura, la lectura, como mecanismo de evitar la manipulación. Puedo estar equivocado en cada cosa que digo en estos párrafos. Nadie está en posesión de la verdad absoluta. Solo intento decir que hay muchos y complejos puntos de vista que nunca se podrán simplificar con una palabra y mucho menos, con un insulto.

Viendo lo que podríamos ser y lo que en realidad somos, solo puede sentirse una inmensa tristeza

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