La caída de la aguja de Notre Dame

 


No hace mucho hemos asistido horrorizados al incendio que ha devastado la Catedral de Nuestra Señora, en Paris.
Mientras veíamos caer en las pantallas de televisión la gran aguja de la catedral, era difícil permanecer impasible ante el derrumbamiento de ese símbolo devorado por las llamas.

También era difícil no ver en ese gran incendio y en la caída de la aguja, el derrumbamiento de parte de la historia de Europa y de sus valores.

Ahora, que está de moda renegar del pasado e incluso juzgarle sin conocimiento de causa, emitiendo de antemano el veredicto de culpable, voy a dedicar unas líneas a romper con esa tendencia e ir contra la moda.

Primero, he puesto a propósito catedral de Nuestra Señora, la traducción al castellano de Notre Dame, para recordar que se trata de un templo católico dedicado a la Virgen María que comenzó a construirse en el siglo XII.

Las religiones tuvieron esa grandeza, la de aunar voluntades y crear edificios tan bellos como el de Notre Dame.
Aún hoy, Notre Dame ha seguido sumando voluntades y se han recaudado cientos de millones en unos días para su reconstrucción.
Por cierto, hasta este hecho ha generado críticas en las redes sociales por usar el dinero con ese fin en lugar de usarlo para luchar contra la pobreza.
Cierto es que seguramente el Dios de los cristianos se sentiría mucho más satisfecho si el dinero se usara para los necesitados, pero en mi modesta opinión, no creo que el hecho en sí sea criticable, al menos no por parte de los que alguna vez hayamos comprado algo que no necesitamos, en lugar de dar ese dinero a los pobres.

Es obvio que en nombre del Dios cristiano se han cometido también todo tipo de atrocidades y que la Iglesia católica, por ejemplo, ha incurrido en múltiples errores y contradicciones. Pero eso no transforma al cristianismo en culpable. A quienes transforma en culpables es a aquellos que han utilizado el cristianismo (y las religiones en general) para conseguir sus objetivos individuales, sean estos poder, dinero o simplemente, la dolce vita.

En esta utilización, esta transformación en herramienta de la propia religión, el cristianismo es una víctima más. No se encontrará en los Evangelios cristianos ninguna incitación a la violencia, ninguna incitación al dominio. Más bien al contrario: reclama la hermandad, la comunión (común unión) entre los hombres, la comprensión, la tolerancia, el servicio a los demás, etc.
De hecho hay referencias explícitas sobre como ser alguien importante en una sociedad cristiana: siendo el más humilde de los servidores, justo la actitud contraria de algunos miembros y jerarcas que en la Iglesia son y han sido.

Este lado oscuro del cristianismo del cual, insisto, el propio cristianismo es víctima, es el que se ha puesto de moda airear. Se olvida el lado luminoso, ese que permitió la creación de obras tan bellas como la catedral de Notre Dame, la de León o la de Burgos.

Ese aspecto luminoso también permitió que la cultura fuera conservada en los monasterios intentando mantenerla a salvo de la barbarie imperante.
Se olvida que los valores que han construido la cultura occidental son judeocristianos. Sin ellos, no sé si seríamos mejores o peores pero lo que es seguro, es que seríamos distintos. Renunciar, abdicar de esos valores es renegar de nosotros mismos, renegar de los que somos y de cómo somos. Es no intentar entender nuestras raíces.

En este proceso de secularización de la sociedad, tan bien representado por la caída de la aguja de Notre Dame, estamos olvidando también algunos factores.
La religión nos aporta unos valores trascendentes, es decir algo que está más allá de nosotros mismos. Estos valores han unido naciones y han provocado comportamientos solidarios y altruistas a lo largo y ancho de la historia (sí ya sé, también han provocado guerras al malinterpretarlos o manipularlos…)

Si estos valores trascendentes desaparecen y son reemplazados por otros exclusivamente utilitaristas (materiales), ¿no tendremos un problema? Si la ley es la única medida de la bondad de los actos, ¿no estaremos corriendo el riesgo de ligar el comportamiento humano  exclusivamente al hecho de que no te pillen, para que la ley no te castigue?

Dicho de otra manera, las religiones aportan un cuerpo de valoraciones éticas que transcienden las leyes; sin ellas hay que desarrollar una ética propia que exige un gran esfuerzo que, a mi juicio, la sociedad actual no está dispuesto a hacer.

Soy consciente que esta argumentación es a su vez, utilitarista, es decir, utiliza las religiones para un fin, pero al menos les da una utilidad positiva para el conjunto de la sociedad y las defiende del proceso de secularización.

He empezado hablando de cristianismo y he terminado hablando de religiones en general. Todas las religiones milenarias aportan un cuerpo de valores éticos que regulan el comportamiento humano, que nos dan herramientas para distinguir el bien del mal. Todas ellas aportan un valor positivo y tienen más en común de lo que parece. Haciendo un estudio profundo veríamos que aún con muchas diferencias en las formas, tienen enormes semejanzas en el fondo.

Al respecto, hace poco ví un capítulo de la serie americana Navy en el que un marine, hijo de un capellán del ejército americano, se hace musulmán. Cuando el hijo está rezando sus oraciones, es asesinado. Gibbs (Mark Harmon), encargado de resolver el asesinato y que tiene un carácter serio y sabio, hace ver al capellán que han sido injustos con su hijo solo por convertirse al Islam. El capellán se hace consciente y dice algo así como “Que el Dios de mi hijo le haya perdonado y que el nuestro nos perdone a nosotros”
y Gibbs responde lacónicamente: “Son el mismo

Repasemos y entendamos nuestros valores, aquellos que nos han hecho como somos, sin renegar de nuestras raíces. Conociéndolos nos conoceremos un poco mejor y entendiéndolos, incluso podremos mejorarlos y evitar los errores cometidos en el pasado.


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