Los nuevos esclavos
Hace ya bastantes años,
mucho antes de que las grandes empresas de internet explotaran de éxito, tuve
la tentación de iniciar una aventura empresarial. Se trataba de una empresa de
servicios que a través de Internet casaría oferta con demanda (anda, justo lo
que hacen todas estas empresas cuyos bancos regañan por no saber donde meter
tanto dinero)
Sabía qué es lo que
tenía que hacer y cómo tenía que hacerlo. Seleccionaría el personal (que serían
autónomos) para proporcionar los servicios a los clientes finales. Contrataría
a una empresa de informática para que diseñara la página web de acuerdo a mis
requisitos y alojaría en sus servidores mis necesidades informáticas. En
plantilla tendría inicialmente uno o dos empleados para realizar las gestiones
administrativas y el servicio de atención telefónica o control de calidad.
Mi empresa solo cobraría
una pequeña cantidad en cada transacción por hacer de intermediario. La idea es
que muchas pequeñas transacciones producirían beneficios suficientes para hacer
próspera la empresa.
Me enseñaron que para
hacer algo es conveniente planificar, así que me puse a hacer cuentas. Partí de
un precio por los servicios que los clientes estuvieran dispuestos a pagar, de
un salario digno para los autónomos en una jornada laboral de ocho horas. Tuve
en cuenta los impuestos y las cotizaciones sociales que tanto los autónomos
como mi empresa deberían soportar, y me aseguré, en este mi cuento de la
lechera, de que a los autónomos les quedaba una cantidad de dinero limpio,
digno para vivir.
Al hacer las cuentas,
comprendí que me había comido los márgenes de mi empresa y que o subía el
precio de los servicios o aquello no tenía futuro, pero si subía el precio,
nadie compraría el servicio. Conclusión, mi cuento de la lechera era realmente
un cuento.
Diez, doce años después
resulta que multitud de empresas han florecido con ese modelo de negocio que a
mí me pareció inviable hace tiempo. ¿Qué ha cambiado? ¿En qué me equivoqué en
mis cuentas? Fácil, no hay tantos factores. Yo no pensé en explotar a los
autónomos. Si ellos reciben la mitad o menos de lo que yo pensé en mi estudio
de aquel negocio y trabajan más horas, éste resulta rentable..., muy rentable.
Y es lo que hacen. Han
surgido los nuevos esclavos. Esclavos que tristemente lo son de forma
“voluntaria” porque son ellos los que solicitan el trabajo, pero sólo por eso,
y este hecho no resta un ápice de esclavitud.
Es lamentable ver a
universitarios jugándose la vida montados en bicicletas entre el tráfico urbano
y repartiendo los más variopintos productos a cambio de unos pocos euros que
les permiten tener un dinerillo extra.
Inicialmente esa era la
idea: jóvenes que vivían con sus padres y que podían dedicar parte de su tiempo
a una actividad para ganarse algo y poder gastarlo en sus cosas sin pedírselo a
sus padres. El modelo es sostenible porque la mayor parte del gasto de vivir lo
pagan los padres.
Sin embargo, dada la
precariedad laboral, el modelo se ha extendido y ya hay personas jóvenes y no
tan jóvenes que se dedican casi a tiempo completo a repartir montados en sus
bicicletas… o en furgonetas, con unas condiciones igualmente lamentables o más,
yendo deprisa para entregar el máximo número de paquetes (puesto que les pagan
por paquete entregado) en jornadas que no acaban nunca.
Los repartidores de la
nueva era de Internet, ya son uno de los colectivos con mayor siniestralidad al
volante.
Seguimos con más
tristezas: Es triste ver como nuestra juventud va acaparando trabajos
precarios, simples y de escaso valor añadido. Es triste ver como
universitarios, gente algunas veces muy preparada, ocupan puestos como camareros
en restaurantes, bares y reparten productos montados en sus bicicletas con el
maletero puesto.
En su publicidad, estas
empresas intermediarias te animan incluso a hacer el pedido a tu restaurante de
toda la vida pero no directamente, sino a través de ellos. Como si no
supiéramos que cuando metes un intermediario en un negocio hay dos partes que
pierden (el que compra y el que vende).
Para empezar, como
consumidores deberíamos ser capaces de distinguir cuando un intermediario
aporta valor. Si lo aporta, justo es que se le pague. Pero introducir un
intermediario por introducirlo es tontería.
Para seguir, como
sociedad (y esto apunta directamente a los políticos dedicados exclusivamente a
sus problemas inventados), deberíamos ser capaces de crear puestos de trabajo
que generaran valor real para la sociedad, puestos ilusionantes para nuestros
jóvenes y con sueldos dignos. Eso sí que es un problema y no la lengua en la
que tengo que poner el nombre de mi negocio.
Desgraciadamente, el
nuevo modelo de esclavitud se va extendiendo por doquier y los trabajadores van
perdiendo derechos unos tras otros. Trabajos lamentables con poco valor
añadido, mal pagados y extenuantes.
¿Tenemos que recordar
que la mayor parte de las empresas españolas están relacionadas con la
hostelería? ¿Tenemos que recordar que Estados Unidos es un semillero de
empresas tecnológicas, que allí un ingeniero gana tres veces lo que aquí?
¿Tenemos que recordar que Estados Unidos sigue generando riqueza con una
economía boyante, mientras la nuestra lleva estancada desde la recesión de
2.008 de la cual no sabemos si hemos salido?
Quizás los nuevos
esclavos tengan que ver con todo esto.
----
Estos son los objetivos y estos otros los sueños de Siguiente Nivel. Si se parecen a alguno de los tuyos, ayuda a su difusión, compartiendo, comentando o marcando “me gusta” en las publicaciones o en la página.
----
Las ideas aquí expuestas no tienen porque estar en lo cierto. Son solo una visión de la realidad.
Es poco probable que alguien se encuentre en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una
invitación a que cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la
reflexión.
Comentarios
Publicar un comentario