La democracia nos falla


Un buen amigo, por cierto bastante inteligente, defiende que la democracia actual, tal y como está planteada, no tiene futuro, o que si lo tiene es bastante negro.

Él defiende que los puestos de decisión de un país, de una comunidad autónoma o de un ayuntamiento deberían estar ocupados por técnicos, es decir expertos en gestión, conocedores no solo de las maneras de gestionar adecuadamente un bien común, sino de las tecnologías que permitan aumentar la eficacia del mismo, reduciendo costes a la vez que se presta mejor servicio.
Vamos, que viene defendiendo lo que antaño se definía como gobiernos tecnócratas.

Si soy sincero, cada vez me va convenciendo un poco más. Es cierto que la palabra tecnócrata nos retrotrae al pasado, más concretamente a los años sesenta del franquismo, y, por tanto, es de desagradable recuerdo. Pero si olvidamos las emociones, hay que reconocer que esa época coincide con la etapa aperturista del franquismo y la de mayor desarrollo económico y social.

Es evidente que la democracia tiene sus fallos: una cosa mala no se convierte en buena porque cien millones de personas la voten. Y ejemplos los tenemos en la historia a patadas. Sólo recordar que Hitler llegó al poder en unas elecciones democráticas.

Pero no es necesario irse tan lejos, porque actualmente tenemos algunos países con gobiernos populistas, que hay que ver las ocurrencias que tienen.
Y lo malo es que algunos propietarios de esas ocurrencias tienen a la vez el control sobre armas nucleares.

Así pues, queda demostrado en los párrafos anteriores las deficiencias de la democracia.

¿Cuál es el problema? Que no tenemos alternativa.
Churchill decía que la democracia era la forma menos mala de gobierno, como queriendo decir que era mala, pero las demás eran peores.
Y ciertamente, si contraponemos la democracia a la dictadura, no hay color.(a menos que uno sea amigo del dictador o el dictador mismo)

Tendríamos que aspirar, por tanto, a mejorar la democracia. Y como creemos que la forma menos traumática de hacerlo es a través de la cultura, insistimos periódicamente desde aquí en la necesidad de que el votante lea, se informe, estudie distintos puntos de vista antes de acercarse a las urnas.
Es decir, que vote con la cabeza y no con las emociones, que son las que más fácilmente manipulan los políticos.

Un electorado culto sería la solución ideal para la democracia. De esta forma tan simple, los soplagaitas, los cantamañanas y los lameculos desaparecerían de la política (prácticamente, nos quedaríamos solos)

Pero, ¿cómo asegurarse de que los electores tienen el nivel cultural suficiente para votar?
Difícil problema. Un examen para obtener el carné de elector podría ser discriminatorio, no ya para aquellos que teniendo a su alcance toda la información pasan de ella, sino para esos otros que, por la razón que fuere, no tuvieron la suerte de tener acceso a una buena educación.
Desechemos por tanto el examen para conseguir el carné de elector.

Otra solución es la que apunta mi amigo, que para acceder a un cargo público electo, sea necesario cumplir una serie de requisitos.
No le falta razón, a mi juicio. Se exigen más requisitos para ser jardinero en Madrid o Barcelona que para ser su alcalde (o para ser presidente del Gobierno)
Reconozcamos que es ridículo que te exijan inglés para ser administrativo y no para ser presidente del Gobierno. Luego así nos va, que nuestros presidentes acuden a las cumbres internacionales y se les ve a los pobres vagando entre la multitud de presidentes sin poder relacionarse con nadie.

No sería mala solución. Estandarizar la formación necesaria para cada cargo público
Para alcaldes de ciudades de hasta diez mil habitantes... tal formación, por encima, tal otra, por encima del millón, tal otra
Para ser diputado esta formación mínima, senador, esta, presidente comunidad autónoma, tal, ministro, presidente del Gobierno, etc
incluso sería bueno para fomentar el estudio en la juventud, porque ahora te dicen “yo no quiero estudiar, que quiero ser político, se trabaja poco y se gana mucho. Estudiar es una tontería como la copa de un pino”.

Esto de exigir una formación mínima para cargo electo, sí que sería una buena solución. Pero a ver como sacas adelante unas exigencias que deben votar y aprobar los mismos que no las cumplen

Me temo que no vaya a ser factible tampoco... al menos, de momento.

Señoras, señores al final sólo nos queda la solución de siempre, la única que está en nuestra mano: Prepararnos cada uno de nosotros para votar con conocimiento de causa.
Y, por favor, no olvidemos que la prosperidad de un país, la auténtica prosperidad, se hace solo con conocimiento. Tengámoslo en cuenta y escudriñemos los programas electorales en busca de inversiones en cultura, innovación, investigación y desarrollo. Ya intenté justificar este hecho en el post Debates constructivos

Electores todos: a estudiar, que este año tenemos una gran responsabilidad y podríamos suspender el examen.

----

Estos son los objetivos de Siguiente Nivel. Si se parecen a alguno de los tuyos, ayuda a su difusión, compartiendo, comentando o marcando “me gusta” en las publicaciones o en la página.

Comentarios

  1. Interesante reflexión. A mi también me parece que cada vez vamos a peor y hay menos nivel tanto técnico como humano en nuestros representantes. Y no veo como se puede cambiar si las listas electorales las hacen los partidos y ponen a quien ellos quieren, y en general, no por ser los mejores sino los que mejor les hacen la pelota. Parece que el único requisito es que sepan aplaudir a todo lo que diga el jefe. Lo de exigir requisitos estaría bien pero seguro que ya se apañarían para sacarse un master por aqui y otro por allá y todo arreglado. También estaría bien pagar según el trabajo realizado por ejemplo, que estos de ahora han trabajado un mes este año y seguro que hasta despues del verano no aparecen por el Congreso, eso sí mientras tanto seguirán cobrando todos los meses y lo mismo hasta las dietas. Todo está montado para que nos hagamos la ilusión de que decidimos nosotros algo al elegir a los representante, pero en realidad solo podemos elegir entre unos pocos partidos donde entre cuatro han decidido quien esta en las listas.
    Seguro que lo has leído, pero si no, te recomiendo el libro de José Saramago que se titula "Elogio de la lucidez" que trata sobre este tema.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por tu comentario. Creo estar de acuerdo en todo lo que dices y que efectivamente hecha la ley, hecha la trampa y si se exigiera formación, se la sacarían de la manga, pero al menos sería un aliciente para el resto de la sociedad y una forma de dignificar la tan devaluada profesión de político.
      Lo de pagar por asistir, por iniciativa presentada, etc también sería una forma de dignificar al político y valorar al que más trabaja. Claro que también se sacarían la trampa y llegaría uno y ficharía por todos, o irían diez minutos y se marcharían o escribirían tonterías para que figurara como una iniciativa, etc, etc. (aún así resulta curioso la diferencia de productividad entre los diputados en base a iniciativas presentadas). Estamos también de acuerdo en esto, y por supuesto en la sensación de ilusión democrática en la que parecen tenernos.
      No he leído el libro que sugieres, me parece interesante. He leído en cambio otro que se llama “Elogio del imbécil” de Pino Aprile que supongo argumenta lo mismo desde el lado contrario.
      Gracias una vez más por leer mi post, por tu comentario y por tu sugerencia del libro. Lo anotaré en mi lista de libros a leer. Un saludo.

      Puedes ver la productividad de los diputados, por ejemplo en
      https://www.elperiodico.com/es/politica/20180520/diputados-congreso-mas-productivos-6829407
      Aunque es del año pasado, da una idea.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Cuento de Navidad 2.024

Furgonetas llenas, tiendas vacías

Al final tendremos que irnos a vivir a una cueva