Cada vez más tontos.

 

El otro día sonó el portero automático y al contestar, un señor de Amazon me preguntaba si podía recoger un paquete del vecino de al lado, le dije que sí y se presentó con un paquete bastante grande y pesado que dejé en la entrada.
Al poco el vecino vino a recogerlo, me pidió disculpas porque él no esperaba que se presentaran tan pronto y me dio cien veces las gracias. Me explicó que era un microondas que se le había roto hacía poco.

Este hecho, tan simple, provocó una de las reflexiones semanales a las que me he obligado. En realidad fueron dos: La primera. Cuando un cacharro se rompe, nadie se plantea ya arreglarlo, asumimos eso de la obsolescencia programada. La segunda, compramos por Internet cualquier cosa.

Ojo que no es una crítica ni a mi vecino ni a nadie. Yo probablemente haría lo mismo. Pero sí es una crítica a la dinámica de la sociedad que ha llevado las cosas hasta donde están.

No hace tantos años, había una fuerza laboral nada despreciable dedicada a la reparación de electrodomésticos y aparatos electrónicos. Eran además un grupo de gente con una formación técnica muy significativa. Todo eso se perdió ya irremediablemente.
Los fabricantes comenzaron a sustituir los componentes individuales por placas únicas con la finalidad de abaratar costes y los tornillos de toda la vida por soldaduras térmicas o tornillos de cabeza rara para que nadie pueda girarlos. El hecho es que cualquier cachivache se transforma en una caja negra que o funciona o no, y si no funciona y la garantía ha pasado, la tiras.

Incluso los dispositivos que se diseñan para ser reparados, solo admiten la sustitución de placas o elementos concretos de una forma tan sencilla que el conocimiento técnico necesario del reparador es mínimo.
Como vemos, se ha sacado conocimiento de la sociedad y se han sustituido multitud de puestos de reparadores muy bien preparados por otros (muchísimos menos) de formación inferior.

Seguramente recordaremos aquella figura del técnico a quien esperábamos como agua de mayo cuando se nos rompía la televisión. Entonces, llegaba, abría el televisor, su maletín y normalmente lo ponía a funcionar en poco tiempo. Soplaba una pasta a tus padres y se iba, dejando la sensación de que había hecho magia.

Todo eso se acabó. Si se rompe un cacharro, e intentas abrirlo para ver si es un fusible o una tontá que puedes arreglar con un soldador, te encuentras con que está tan cerrado como una caja fuerte. Si aún así perserveras diciendo, “si lo voy a tirar de todas formas”, tienes que romper la caja y te encuentras que el fallo no era tan obvio como esperabas. No hay ningún cable suelto, y en su lugar hay una única placa en la que todos los componentes están integrados e indistinguibles. Es obvio que aparte de intentar que sea lo más barato posible, el aparato ha sido diseñado para que sea irreparable.

¿Y qué me decís de los coches? Antes era frecuente ver a gente con el capó abierto intentando repararlos (no siempre con éxito). Incluso yo recuerdo haber desmontado el carburador para limpiar los chiclés (soplándolos) porque no arrancaba (y ¡funcionaba!). Hoy día abres el capó y ves un mazacote negro sin piezas distinguibles. Parece un circuito integrado a lo bestia.
Y el mecánico de toda la vida, ése que sabía que tornillo había que tocar (entre los miles que había) para que el coche arrancara, ha sido sustituido por un chavalín que cobra cuatro perras y que lo único que hace es conectar un aparato al coche y leer en la pantalla: “sustituir componente AK42”. El programita ya le dice donde está el componente en el almacén (o si hay que pedirlo) y como se sustituye.

Seguimos con más derivadas asociadas al suceso del microondas del vecino: Las compras se hacen por internet. ¿Qué fue de aquello de acercarse a la tienda y preguntar a un dependiente sobre las bondades de un producto?
Eso también pasó a mejor vida. Los dependientes cualificados han ido saliendo de las tiendas y los que van quedando suelen tener conocimientos inferiores (para que salgan más baratos). Ahora suele ser absurdo preguntar a un dependiente (si es que lo encuentras) si esto es mejor que aquello o para qué sirve tal funcionalidad. Te puede responder cualquier pseudocuento que esperan pase desapercibido entre el maremágnum de tu ignorancia.

Por tanto, más conocimiento (el de los dependientes cualificados) que se ha sacado de la sociedad.

Observamos, pues, que el conocimiento se ha concentrado en unas élites de técnicos bien pagados (generalmente en Estados Unidos), que inventan y marcan las tendencias y luego en otros técnicos ya no tan bien pagados, en el resto del mundo que hacen seguidismo.

España, ni siquiera entra en el juego de los inventos (esto viene de antiguo, ya dijo Unamuno “que inventen ellos”). Nosotros preferimos ser el bar de Europa.

Mientras, los que quedamos, la sociedad en general, cada vez más tontos, más en bavia, más absorbidos por los inventos de los demás, puestos a su merced.
Incluso si te dijeran que para seguir manteniendo el whatsapp necesitas saltar a la pata coja con un dedo señalando el cielo y el otro tocando la nariz de otro usuario de whatsapp, ¿qué puedes hacer?
Nada, salvo seguir cuidadosamente las instrucciones.

Cada vez más tontos…

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