¿Donde está la felicidad?
Yo creo saberlo o al
menos donde está alguna de sus principales claves. Aunque debo reconocer que
saberlo, no me hace más feliz.
Pues alguna de las
claves de la felicidad está… tachán….En tener proyectos.
Cuantos más y de mayor
calidad, mejor. Un gran proyecto de vida te puede proporcionar felicidad, dos
importantes o... trescientos pequeños proyectos, también.
Lo malo es cuando la
vida, la sociedad, el entorno o tú mismo, te van o te vas cortando las alas y
uno a uno van desapareciendo cada uno de esos proyectos y te quedas sin
ninguno. Entonces, independientemente de tu edad, te haces viejo de repente, quizás sinarrugas en la frente, pero con ganas de morir, como decía la canción de Celtas Cortos,
Creo que hemos
construido una sociedad de jóvenes bastante viejos, porque les hemos ido
quitando la ilusión de un futuro mejor.
Ellos son la primera
generación, en la historia reciente, que está segura de que vivirá peor que sus
padres. Es este un logro de la sociedad de consumo, que ha sustituido los
grandes proyectos vitales de la gente por miles de pequeños objetos a poseer.
La posesión de objetos,
la posibilidad de elección entre millones de opciones, lejos de aumentar la
libertad nos ha hecho esclavos de las decisiones intrascendentes y ha
transformado pequeños proyectos comunes en un infierno.
Antaño, por ejemplo, uno
tenía suerte si podía tomar vacaciones, y si podía tomarlas, irse del lugar en
que residían. Si podían hacerlo, toda la familia, en el colmo de la felicidad
compartida, se metían en un seiscientos (los seis) e iniciaban un viaje de
catorce horas en pleno verano sin aire acondicionado, hacia las playas de
Valencia, donde, con suerte se alojarían en un cámping.
Ahora, poner de acuerdo
a una familia de tres sobre el lugar al que ir de vacaciones puede ser una
terrible tortura.
Los proyectos son la sal
de la vida. Y si son compartidos generan ilusión colectiva. Los proyectos
compartidos, unen a una pareja, a una familia, a un país.
Si no, recordemos la
sensación de ilusión colectiva que había durante la transición española. A
pesar de los graves problemas, el terrorismo, la crisis económica, la sociedad
se tenía la esperanza de ir hacia un futuro mejor.
Incluso hoy día, puede
verse como un proyecto común, aunque sea destructivo, puede unir a pueblos
enteros en torno a una idea como, por ejemplo, la de la independencia. Los
nacionalistas, basados en ideas como la superioridad de su pueblo y librarse
del lastre de la corrupción y la vaguería del pueblo de al lado (vicios de las
que ellos naturalmente están exentos) piensan que eso les proporcionará una
prosperidad nunca vista en la historia de la humanidad.
La calidad de esos
proyectos incide en la calidad de la felicidad que proporcionan. La publicidad
nos vende trocitos de felicidad proponiéndonos pequeños proyectos. Esa colonia
con la que cautivarás a los de alrededor y te parecerás a esas mujeres y
hombres atractivos que se desenvuelven en casas lujosas. Ese coche con el que
podrás escaparte a lugares paradisíacos (curiosamente, nunca ponen al coche
metido en un atasco, que es donde realmente se pasará la mayor parte del
tiempo).
No importa, si realmente
son para tí un pequeño o gran proyecto, las cosas que la publicidad nos
propone, generan ilusión y ganas de vivir. Lo único malo es que estas pequeñas
cosas, generan una felicidad efímera que se deshace en el mismo momento que los
posees o como mucho a la semana siguiente.
Hay gente que construye
su proyecto en torno a su trabajo o en torno a su pareja y cuando les defraudan
su mundo se viene abajo. Pero mientras dura, viven una vida feliz y motivada.
A medida que vas
eligiendo proyectos más trascendentales, la calidad de la vida que generan es superior.
Aquellos que han conseguido que su vida tenga un objetivo que les trasciende
son los que se sienten más seguros y probablemente más felices.
Ese halo de felicidad duradera (al menos aparente) solo lo he visto en personas religiosas cuya fe parece ser auténtica.
Ese halo de felicidad duradera (al menos aparente) solo lo he visto en personas religiosas cuya fe parece ser auténtica.
Sin entrar a juzgar la
calidad del o de los proyectos, es obvio que tener proyectos es una forma de
protegerse contra la depresión y la desesperanza. Es, posiblemente, uno de los
secretos de la felicidad.
Hay otros que intenté
resumir en mi Compendiode autoayuda, que, aunque honestamente son de sentido común para conseguir mayores
cotas de felicidad, lo difícil es llevarlo a la práctica por las limitaciones
que el entorno (o uno mismo) nos pone (nos ponemos)
Y, aunque lo de tener
proyectos para ser feliz puede ser una cosa de perogrullo (es obvio que una
persona deprimida, lo es por su incapacidad para desarrollar nuevos proyectos),
es una buena cosa reflexionar sobre ello y poner un proyecto, aunque sea
pequeño, en la vida.
Quizás sea esa una de
las razones por las que yo me puse a escribir este blog.
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