Truco ecológico 14 - Comprar cerca de casa



Esta recomendación ecológica, aunque bastante evidente, es cada vez más difícil de llevar a la práctica.
Las grandes ciudades han ido perdiendo paulatinamente casi todos los pequeños comercios que antes inundaban nuestras calles. Todos ellos han tenido que ir cerrando incapaces de hacer frente a la competencia que las grandes superficies suponen.

Veamos la diferencia de modelos de consumo entre la actualidad y hace unos años.
Antaño, la familia salía a dar un paseo por el barrio y, mirando los escaparates de sus tiendas decidía, en ocasiones, realizar alguna compra. No siempre era posible, porque aunque vieran algún producto de su interés, la tienda estaba cerrada por ser sábado por la tarde o domingo y tenían que posponer su deseo de adquirir el producto hasta el lunes. 
El lunes quizá su deseo por el producto ya se había olvidado y la compra no se producía.
El número de productos disponibles era muy limitado y de precio relativamente alto puesto que, para que el comerciante pudiera cubrir sus costes y pagar su sueldo, debía añadir al coste del producto un margen bastante alto. 
Dicho de otra forma, unas pocas unidades vendidas de ropa, por ejemplo, debían proporcionar suficientes ganancias como para pagar, el agua, la luz, el alquiler del local, los impuestos, y el sueldo de los dependientes o el dueño del negocio.

En la actualidad, la familia toma el coche y se va a un centro comercial. Muchas veces, después de soportar el atasco, se encuentran en un lugar donde la oferta de productos es prácticamente infinita, los precios son considerablemente más bajos y además, si se produce un impulso de compra, éste es satisfecho instantáneamente porque el centro comercial está siempre abierto. 
En las grandes superficies los precios suelen ser más bajos por razones obvias: Consiguen los productos a coste inferior por comprar en cantidad, y como adicionalmente venden muchos más productos, se pueden repartir los costes fijos del negocio entre más unidades vendidas y pueden permitirse unos márgenes inferiores. 
Por si fuera poco, el número de empleados en relación a las ventas, es sensiblemente inferior en las grandes superficies que en los pequeños comercios (probablemente como de veinte o más a uno), por lo que, de nuevo, pueden permitirse el lujo de ofrecer precios más bajos.

Desde una perspectiva hedonista, la aproximación del centro comercial, es sustancialmente mejor, pues un deseo de compra, entre una oferta inmensa, es satisfecho al instante. Naturalmente, es también la opción preferida por la sociedad de consumo que invita a disponer de todo, cuanto antes y en cantidad.

Veamos ahora el análisis ecológico y social de ambas situaciones.

En la compra de barrio, ésta se produce en cantidades inferiores, sin usar transporte contaminante y generalmente a precios superiores. 
Cada decisión de compra, al tener un precio mayor, es más meditada. Es, por tanto, más improbable que compremos por comprar y se quede el producto guardado con su etiqueta en el armario por los siglos de los siglos. 
Si no, meditemos ahora sobre cuántos productos hemos comprado, que luego se han quedado en esa situación:
  • Ropa que en ocasiones no hemos estrenado
  • Libros, CDs, DVDs, juegos de consola que, años después, siguen con el plástico que los precinta.
  • Comida envasada que estaba en oferta y que compramos en cantidad y que luego se caducó y tuvimos que tirar 

Comprando menos cosas, aunque éstas sean más caras, podemos estar incluso ahorrando dinero y fomentando a la vez una economía más sostenible, puesto que en tiendas de barrio estamos ayudando al sustento de múltiples familias, bastantes más que en el caso de las grandes superficies, que por la razón que apuntábamos antes (muchos menos empleados por unidad vendida), favorecen la desigualdad social.

Efectivamente, las grandes superficies suelen pertenecen a multinacionales en las que los altos directivos cobran un pastón, mientras que los empleados generalmente tienen un sueldo más bien escaso. 
Se dan casos en los que el director ejecutivo cobra doscientas veces más que un empleado. Por cierto, que siempre me he preguntado que poderes, conocimientos e inteligencia tendrán esos individuos para ganar tantísimo dinero. Imagino que deben ser superhombres o supermujeres con todo tipo de capacidades incluida la de la infalibilidad. Sin embargo, luego les oyes hablar y parecen bastante normalitos. Yo lo achaco a su extremada humildad: simulan ser normalitos para que no nos pongamos verdes de envidia ante sus desmedidas habilidades (como ya nos ponemos verdes de envidia al ver su sueldo...)

En cualquier caso, es obvio que los empleados de esas grandes superficies estarán a favor de su modelo de negocio, pero sólo porque no encuentran un trabajo similar cerca de su casa con un sueldo igual o superior.

Así pues, concluyamos este análisis superficial con un resumen de ventajas e inconvenientes:

Ventajas ecológicas de comprar en el barrio
  • No se usa el coche
  • Disminución del consumismo
  • Como consecuencia de la disminución del consumismo, disminuimos los residuos que generamos y el desperdicio de comida.

Ventajas económicas
  • Aunque compremos productos más caros, es posible ahorrar dinero al comprar menos productos. No tendremos en el frigorífico tres tipos de yogures distintos (por ejemplo) con lo que es menos probable que se nos caduque alguno y tengamos que tirarlos.
  • Redistribución más equitativa de la riqueza: El modelo hipermercado conduce a directivos generosamente pagados y unos pocos empleados en condiciones tendentes a la precariedad. El modelo tienda de barrio genera muchos más puestos de trabajo con diferencias menores entre el dueño y el asalariado.

Ventajas sociales.
  • Compra más humana, con más interacciones entre los miembros del barrio (no solo con los dependientes de la tienda, sino con otros vecinos que están haciendo la compra)
  • Las pocas tiendas de barrio que aún permanecen, son en ocasiones la única posibilidad de compra de productos básicos que les quedan a las personas mayores. Otro ejemplo típico, además de los productos básicos, son las ferreterías. Antes se rompía cualquier cosa y necesitabas un tornillo, te bajabas a la ferretería de la esquina con la muestra y te lo vendían por diez céntimos en treinta segundos. Ahora tienes que coger el coche, irte a un supermercado de bricolage, dar vueltas durante veinte minutos buscando el tornillo y, al final, comprar un blíster con 50 tornillos por dos euros (aunque tú solo necesitas uno). Solo este punto de vista bastaría para que, desde las administraciones, se protegiera la tienda de barrio con menores impuestos e incluso con subvenciones, justificadas por la labor social que desempeñan.
  • Las tiendas de barrio, al tener menos empleados, no pueden permitirse el lujo de permanecer siempre abiertas. Eso garantiza un mínimo semanal de descanso para todos. En las grandes superficies, siempre abiertas, existe la alta posibilidad de que haya que trabajar en fin de semana, no coincidiendo con otros miembros de la familia y dificultando la conciliación familiar.
  • Inversión más distribuida para establecer los negocios de barrio, con generación de empleo igualmente distribuida, normalmente con menores costes y tiempo de transporte para los empleados. Las grandes superficies hacen notables inversiones en zonas puntuales, generando empleo en esas zonas y obligando a desplazarse a los empleados desde los lugares de residencia al centro comercial, a diario.
  • Barrios más llenos de vida.

Inconvenientes
Es obvio que comprar en el barrio también tiene sus inconvenientes, pero me temo, como siempre, que dada la situación del planeta, deban pesar más las ventajas anteriormente expuestas. Entre los inconvenientes evidentes están:
  • Menor oferta de productos
  • Mayor tiempo dedicado a la compra
  • Productos más caros.
  • No se puede comprar en cualquier momento.
  • Compra complicada en malas condiciones metereológicas (lluvia, frío o mucho calor)

Todos los trucos en:

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