Suplantator el extraterrestre (18) - Tras el pleno (I)


Suplantator ya dominaba a la perfección el programa de recuperación de los cuerpos de reposo por lo que se materializaron en un pequeño parque cercano al hotel en que se hospedaban en aquella hermosa ciudad de Vayatasco (si no fuera por la cantidad de coches que había siempre por las calles). Y naturalmente al abrigo de miradas indiscretas.
Nadie percibió la más mínima anomalía cuando Suplantator y Auxiliator recuperaron sus cuerpos de reposo.

Auxiliator fue el primero en hablar después de mirarse la bragueta.
- Qué alivio, Suplantator. Prefiero este cuerpo.
- Auxiliator, los cuerpos son solo herramientas con los cuales estas formas de vida interactúan entre sí y con el entorno. Lo importante es lo que hacemos con ellos.
- No entiendo lo que dices pero seguro que tienes razón -contestó Auxiliator.

Suplantator calló un momento y de repente soltó:
- Auxiliator. Tienes una flor en el culo.

Auxiliator miró hacia su espalda como intentando verse el trasero y luego se tocó varias veces y dijo:
- No, no es cierto, lo notaría.
- Es una expresión que usan los humanos -dijo Suplantator con un tono de resignación claramente marcado- lo sabrías si estudiaras. Quiere decir que tienes mucha suerte.
- ¿A qué te refieres? -preguntó Auxiliator
- Creí que nos despellejarían cuando les conté la idea de los patinetes.
- No había porqué. Es una idea buenísima.
- Yo no estoy tan seguro, pero no importa, lo han aceptado y eso es lo que cuenta. ¿Has dejado el cerebro de la concejala de movilidad con las disposiciones adecuadas?
- mmmmm sí.
- Quiero decir que si recordará adecuadamente la idea del patinete, las motivaciones, etc.. y además deberá tener unas ganas locas de mejorar la vida de los habitantes de esta ciudad.
- Claro, por supuesto. A eso me refería -respondió Auxiliator- ¿y tú? ¿has dejado bien el cerebro del alcalde?
- Naturalmente -respondió Suplantator-. Ahora es una persona honesta y comprometida con el desarrollo de su ciudad. Mucho me temo que se meta a sí mismo y a medio ayuntamiento en la cárcel.
Recuerda -prosiguió Suplantator- que mientras tú cuentas los bultitos del gotelé de tu habitación, yo me paso las horas revisando cientos de gigabits de información de esta forma de vida para asegurarme de lo que hago con sus cerebros,
- Al menos ya sé que la pared que está enfrente de mi cama tiene 82.515 bultitos de gotelé. 31.208 de tamaño gordo, 21.303 de tamaño pequeño y 30.004 de tamaño medio ¿Sabes tú acaso cuantos tiene la tuya?
- No. Debe reconocer que no lo sé.-Respondió Suplantator.

Continuaban caminando y pasaron por delante de una frutería. Auxiliator vio unos plátanos con un aspecto formidable y dijo.
- Vamos a comprar plátanos, me encantan los plátanos.
- Está bien, pero cómete solo uno, que nos conocemos. El resto lo dejaremos en el hotel para después.

Tomaron los plátanos y mientras esperaban en la cola, la anciana que estaba a punto de pagar comenzó a pegar gritos diciendo que le habían robado el monedero. Inmediatamente se acercó el dueño de la frutería para interesarse por el tema.
La anciana, ya llorando, dijo que llevaba el monedero en la bolsa de la compra y que mientras tomaba bolsas del rollo, se habían acercado dos jóvenes y habían intentado, ellas también, coger bolsas a la vez. Recordando el hecho, deducía ahora que había sido esa la maniobra de distracción para quitarle el monedero.

La anciana se sentía desconsolada, indefensa, se la notaba claramente que veía mal y que oía con dificultad, dijo que en el monedero, además de llevar el dinero para el resto de la semana, llevaba su carnet, la tarjeta de la seguridad social y las fotos de sus seres más queridos, algunos de ellos ya solamente vivos en su recuerdo.

Mientras algunas personas de alrededor intentaba consolar a la pobre mujer, Suplantator se quedó como ensimismado. En realidad estaba revisando telepáticamente uno por uno los cerebros de las personas de alrededor, empezando por las más cercanas y alejándose progresivamente.
En pocos segundos había revisado los más próximos y ya estaba revisando los de personas en la calle cuando identificó el de una chica joven como de unos 20 años que alejándose rápidamente de la frutería, sonreía por la proeza realizada y lo comentaba con su acompañante.
Suplantator puso en contacto el cerebro de la anciana con el de esta chica y la joven se hizo consciente repentinamente de toda su angustia y sufrimiento, de su desesperación, de su impotencia. ¿Como recuperaría la tarjeta de la seguridad social? ¿quién la ayudaría a sacar una nueva? La anciana vivía sola, veía mal, apenas sabía escribir, oía con mucha dificultad y sus movimientos eran lentos y torpes debido al sufrimiento que le causaban los pies.

La mente de la joven se contagió de la angustia de la anciana y a la vez recordó a su abuela ya fallecida. De repente, una gran ternura se apoderó de su mente y comenzó a llorar.
Ahora era consciente del sufrimiento absurdo que había provocado. Los veinte euros que había encontrado en el monedero no podían compensar de ninguna manera el sufrimiento y la sensación de desamparo de la anciana.

Su amiga, asustada, preguntó qué pasaba, pero ella solo dijo que tenía que volver a la frutería a devolver el monedero.
- ¿Estás loca? Acabarás en la comisaría
- No me importa, tengo que devolver el monedero a esa anciana como sea -dijo la joven entre sollozos.- No sé porqué me he acordado de mi abuela.
- Pero si tu abuela murió cuando tenías ocho años.
- Sí, pero me ha venido a la cabeza ahora.
- Allá tú, yo me largo.

Aún estaban intentando consolar a la anciana cuando se le acercó la joven, medio asfixiada por el carrerón que se había pegado, mientras le ofrecía el monedero. La anciana al verla comenzó a gritar,
- Esta, esta era una de las chicas.
- No, abuela, aquí está su monedero. Ví que una chica metía la mano en su bolsa y sacaba algo, la seguí y cuando comenzó a correr la grité y tiró el monedero al suelo. Yo lo he recogido y se lo he traído.

La abuela al reconocer su monedero, paró su llanto, lo abrió y lo primero que hizo fue besar la foto de su hijo muerto y luego la de su marido. Después comprobó que también estaba la tarjeta de la seguridad social y su carnet de identidad. Por último vio que los 20 euros también estaban allí.
Sonrió y abrazó a la chica, dándole cien veces las gracias, sin cuestionar por un momento la versión que la joven le había dado.

Suplantator vio como una lágrima se desplazaba lentamente por el rostro de la joven mientras la abuela la abrazaba y él sonrió también.

Cuando la joven se disponía a marcharse, el dueño de la frutería se le acercó y Suplantator, que estaba cerca, oyó como le decía:
- Bien está lo que bien acaba, pero no vuelvas a acercarte por aquí.

La chica que se había asustado al ver que el frutero le decía algo, al oir esto, asintió con la cabeza y salió pitando.

Suplantator le dijo a Auxiliator
- Esa chica se lo pensará dos veces antes de causarle daño a otra persona.
- Si no ha sido ella, ¿no has oido? -dijo Auxiliator
- Sí lo ha sido. Lo he visto en su cerebro
- ¿Y como sabes que no volverá a hacerlo?
- Porque ahora la empatía está en su cabeza y no podrá hacer algo sin pensar antes como se sentiría ella si se lo hicieran.
- Ah -dijo Auxiliator sin atreverse a preguntar qué era eso de la empatía. Luego, sonrió para sus adentros. Suplantator sabría mucho, pero ignoraba cuantos bultitos de gotelé tenía su habitación, no como él.



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