Truco ecológico 12 - Comprar preferentemente productos sencillos
Durante las primeras
décadas del siglo XX, la introducción de las tecnologías en los procesos de
fabricación y el considerable aumento de producción que eso generó (a la vez
que abarataba los costes), tuvo como consecuencia el aumento de los stocks en
los almacenes.
Los empresarios,
observando que se le acumulaban productos sin vender en sus almacenes vieron en
el consumo masivo la solución a sus problemas.
Aquí encontraron en la
publicidad un aliado insustituible, y para ello comenzaron con los mensajes que
asociaban el consumo de productos con estatus social.
Como todo el mundo desea
pertenecer a un estatus social superior o al menos parecerlo, el sistema
prendió en la sociedad americana primero y en el resto del mundo, después
El proceso de transformación
de una sociedad austera a una basada en el consumo fue un proceso largo que
duró muchos años y que requirió grandes inversiones en publicidad y marketing,
pero es obvio que al final se consiguió.
Todas estas cosas y
muchas más están detalladamente descritas en “El fin del trabajo” de Jeremy
Rifkin y que yo traté en mi post El
nacimiento del consumo
En este proceso
publicitario, se incidió sobre todo en los jóvenes (puesto que las generaciones
mayores, austeras, primero por necesidad y luego por costumbre, se daban por perdidas para el consumo) y se
les convenció que era mucho más elegante, moderno, sano, etc, consumir
productos preparados que prepararlos uno mismo.
Y es así como hemos
llegado al lugar en el que estamos. Y aunque ahora hay un incipiente proceso
inverso en el que algunas personas comienzan a considerar que es más sano
prepararse uno mismo las cosas antes que comprarlas preparadas, los fabricantes
se han dado cuenta de esta tendencia y abusan de calificativos como artesano,
casero, receta de la abuela, etc. (a este respecto recuerdo una anécdota en un
bar que ofrecían croquetas en su carta y preguntamos si las croquetas eran
caseras, nos dijeron que sí, que eso era lo que ponía en la caja).
Miles de productos
distintos en los estantes de los supermercados. Miles de distintos tipos de
envases. En nuestras despensas hay cientos de productos distintos esperando el
momento en que nos apetezca una cosa en concreto, lo cual hace difícil que no
se nos caduque alguno (tema tratado en el truco
ecológico 7).
Es obvio que la endémica
carencia de tiempo de nuestra sociedad propicia que nos compremos productos
preparados en lugar de preparlo nosotros mismos, pero el esfuerzo puede
resultar bastante compensador. Por una parte obtenemos la satisfacción de hacer
algo por nosotros mismos y por otra es bastante probable que estemos
consumiendo un producto mucho más sano (y la mayor parte de las veces, más
barato).
Pongamos algunos
ejemplos. Prepararse un batido de cacao mezclando leche con cacao soluble en
lugar de consumir uno ya preparado con un valor añadido tan escaso como el de
asegurarse de que tiene bastante azúcar y que ya está agitado y listo para
tomarse en un envase plástico refrigerado. Lo mismo con los cafés preparados en
envases altamente contaminantes. En ellos el truco está en ponerles suficiente
azúcar.
Hay muchos más. Cócteles
preparados en botellitas individuales (en lugar de mezclar nosotros el vodka y
la naranja, por ejemplo), o el típico tinto de verano que toda la vida se ha
preparado mezclando vino con gaseosa al gusto de cada uno, ahora se compra ya
mezclado.
No hablemos de comida
porque en este caso veremos miles de productos que son combinación de productos
básicos. Cada uno en su correspondiente envase cuidadosamente preparado para el
consumo inmediato.
De nuevo se aprovechan
del escaso tiempo que nuestros trabajos nos dejan (estamos ocupados en ganar
más dinero para pagar algunas cosas que no necesitamos u otras que podríamos
hacer nosotros mismos si no tuviéramos que trabajar tantas horas para poder
pagarlas).
Adicionalmente a estas
situaciones, están los productos que el marketing y la publicidad han
transformado en imprescindibles cuando no hace tantos años prácticamente no
existían. Podemos recordar en este sentido algún refresco muy conocido que
ahora no falta prácticamente en el frigorífico de ningún hogar y que antaño se
tomaba de forma esporádica únicamente en los bares.
El resumen de este truco
es sencillo: comprar menos cosas y más básicas. Con ellas hacer las mezclas
necesarias para conseguir nosotros mismos productos más complejos.
¿recordáis cuando se
pusieron de moda las yogurteras y nos hacíamos nosotros mismos los yogures?
Pues algo así, pero con mejores medios.
Es, pues, una llamada a
la austeridad. Una austeridad que, antes o después, voluntaria o forzadamente
será necesaria para mantener la vida humana sobre el planeta. No hace falta ser
muy listo para darse cuenta de que cada vez más seres humanos consumiendo cada
vez más y generando más residuos por cabeza conducen a una situación
insostenible. Basta con extrapolar. Si en los apenas cincuenta-sesenta años que
llevamos de sociedad de consumo, el planeta está como está. ¿Como estará en
cincuenta más con una capacidad contaminante que se incrementa de manera
exponencial año tras año?
Ventajas
económicas y vitales
- La compra es mucho más sencilla, se realiza en menos tiempo y es más barata
- Almacenaje
en la despensa mucho más sencillo en menos espacio
- Control
de la caducidad de los alimentos y bebidas mucho más sencilla
- Satisfacción
de preparar algo por uno mismo (si el yogur natural te queda bueno,
siempre puedes probar a preparar uno de sabores)...
Ventajas
ecológicas
- Muchos
menos envases
- Muchos
menos productos a transportar, fabricar y en algunos casos desechar.
Incertidumbres
económicas
- Difícil prever como un cambio de paradigma basado en el consumo a otro
basado en la austeridad influiría en la economía mundial. Sin duda, sería necesario un proceso de adaptación, una nueva economía de la que ya he hablado en otro post. Sin embargo, no debería ser problema porque este cambio, salvo que fuera forzado, se haría paulatinamente..
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