El nacimiento del consumo



En el libro “El fin del trabajo” de Jeremy Rifkin, en el que el autor analiza la evolución del trabajo en función del aumento de la productividad motivado por la introducción de la tecnología en los procesos de fabricación, hay también un análisis del nacimiento del consumo (tal y como hoy en día lo entendemos) en los Estados Unidos. Creo que este tema está dentro de los objetivos de esta página porque consumo y sostenibilidad están estrechamente relacionados, … inversamente relacionados.

El autor describe como, durante las primeras décadas del siglo XX, la introducción de las tecnologías en los procesos de fabricación y el considerable aumento de producción que eso generó (a la vez que abarataba los costes), tuvo importantes consecuencias sociales. La primera un aumento del desempleo y la segunda el aumento de los stocks en los almacenes.

En este post, nos centraremos en la segunda consecuencia: los empresarios, observando que se le acumulaban productos sin vender en sus almacenes vieron en el consumo masivo la solución a sus problemas.
Sin embargo, la sociedad americana era más bien austera y aprovechaba al máximo todos los recursos. No se tiraba nada y se reusaban/reciclaban una y otra vez los productos hasta que eran realmente inservibles. Esta idiosincrasia también la hemos visto en nuestros abuelos y quizá en nuestros padres que vivieron tiempos más precarios.

Por tanto, los empresarios americanos tenían muchos productos para vender y muy poca gente a quien vendérselo. Por ello, decidieron que la mejor manera era la de provocar la necesidad del consumo en la población. Aquí encontraron en la publicidad un aliado insustituible, y para ello comenzaron con los mensajes que asociaban el consumo de productos con estatus social.
Como todo el mundo desea pertenecer a un estatus social superior o al menos parecerlo, el sistema prendió en la sociedad americana.
Se generaron otros problemas derivados, como que debido al desempleo, los salarios precarios, y al aumento de los créditos que los ciudadanos pedían para acceder a los nuevos productos, se creó una burbuja que, junto con otros factores, contribuiría a la famosa depresión de 1.929.
El proceso de transformación de una sociedad austera a una basada en el consumo fue un proceso largo que duró muchos años y que requirió grandes inversiones en publicidad y marketing, pero es obvio que al final se consiguió.

De esta sencilla explicación del nacimiento del consumo, podemos deducir que no hay una conspiración para que todos nos volvamos idiotas, manipulables y consumamos uno tras otro, productos que no necesitamos. Sino que más bien, es al contrario: los fabricantes tienen la necesidad de colocar sus productos en el mercado e intentan convencernos de que los compremos. Si como subproducto de esa actividad, nos volvemos idiotas o no, es un tema que no les preocupa demasiado.

El problema que lleva asociado el consumo es la utilización masiva de recursos no renovables que agotan el patrimonio del planeta y cuyos desechos son altamente contaminantes porque los procesos de fabricación concentran productos nocivos que se hallaban dispersos. Es decir, el consumo no es sostenible y estamos agotando en décadas el patrimonio de muchas generaciones venideras.
Curioso que todo provenga del aumento de producción derivado de la tecnología.

Pero el consumo también nos ha traído cosas buenas. Es evidente que ha mejorado la calidad de vida de muchas personas, ha generalizado la higiene y la competencia ha estimulado progresos tecnológicos que de otra manera nunca se hubieran producido. Si no existiera el consumo, nunca hubiéramos podido llevar en nuestros bolsillos unos teléfonos que en realidad son ordenadores miles de veces más potentes que el que permitió al hombre alcanzar la Luna en 1.969.

Para evolucionar al Siguiente Nivel, deberíamos ser capaces de revertir el proceso que condujo de una sociedad austera a una de consumo y a la vez quedarnos con las cosas buenas que el consumo tiene.
No estamos hablando ya sólo de un consumo responsable sino de un consumo consciente del impacto que nuestras decisiones tienen en el mundo que nos rodea.
Al tiempo, tendríamos que ser capaces de modificar la economía para que el reparto de la riqueza no estuviera basado en el consumo. Un reparto de la riqueza por otra parte bastante precario, pues produce unos pocos hiper-ricos, muchos con lo suficiente para vivir y otros muchos damnificados. Sin embargo, si ahora redujéramos drásticamente el consumo, la economía colapsaría y millones de personas pasarían a la indigencia.

Difícil problema: Si continuamos con el consumo indiscriminado y masivo agotaremos los recursos y contaminaremos el entorno hasta hacerlo irrecuperable, pero si lo reducimos drásticamente, generalizamos la pobreza. ¿qué hacer?

Buena pregunta. Mi impresión es que, para empezar, debemos cambiar cantidad por calidad, pero dejemos que los economistas, filósofos, políticos, etc. piensen en ello. Sin embargo, no les dejemos solos.


Ser todos conscientes del problema es el primer paso para resolverlo.

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