La solución definitiva


Nuestro buen amigo Pedro estaba, como en otras ocasiones, intentando simular que trabajaba. La pantalla de su ordenador quedaba oculta a ojos indiscretos y podía permitirse el lujo de leer la prensa en Internet sin más molestia que tener un poco de cuidado si alguien se acercaba a su puesto. Por otra parte, su jefe ni se enteraba de lo que hacía o no hacía, así que... ¿qué más daba?

Estaba en lo más profundo de una lectura sobre la alineación del partido del sábado cuando la pantalla de su ordenador se puso súbitamente en negro.
Salió del éxtasis en el que se encontraba y cuando se hizo consciente, se llenó de ira porque no había conseguido enterarse de quien sería el tercer delantero.

Levantó la cabeza y observó que el resto de sus compañeros estaban protestando. Parecía que sus ordenadores tenían el mismo problema. Sin embargo, había luz y los pilotos de la pantalla y de los ordenadores continuaban encendidos.

- ¿Qué pasa? -se oía una y otra vez a su alrededor.

Y tan súbitamente como se apagaron las pantallas, se encendieron de nuevo. Pero no mostrando la información que antes contenían, sino la figura de un hombre. Era un hombre anodino, ni feo ni guapo, ni gordo ni delgado, ni joven ni viejo. Era un hombre del montón que comenzó a hablar y cuya voz comenzó a oirse por los altavoces aún cuando Pedro los tenía desconectados. De hecho, observó que esa voz estaba oyéndose por todos los altavoces de todos los ordenadores a la vez, produciendo un sobrecogedor efecto acústico.

Antes de prestar atención a sus palabras, reparó en una luz que provenía del bolsillo del pantalón. Era su móvil. Se había encendido solo. Lo sacó del bolsillo y la pantalla mostraba exactamente la misma imagen que su ordenador estaba reproduciendo y se oían las mismas palabras.
Miró alrededor y desde su privilegiada posición en la esquina del enorme despacho, vio las pantallas de sus compañeros reproduciendo exactamente la misma imagen.

Solo en ese momento, cuando se hizo consciente de que algo muy extraño sucedía, puso su atención en las palabras que el anodino hombre de la pantalla pronunciaba.

- Soy Grfhsafaevaishapsqpadfaoysysssfgfreffffggg. Vosotros podéis llamarme Antonio, será más adecuado para vuestra inteligencia. Soy una forma de energía que vosotros nunca entenderéis. Si queréis podéis decir que soy extraterrestre, aunque en realidad siempre he vivido con vosotros. Pero así, seguramente os quedaréis más tranquilos.

Os hemos estado observando en los últimos milenios y habéis progresado, ciertamente que sí, pero no siempre en el camino correcto. 
Hasta este momento os hemos dejado hacer, pero ahora vuestra irresponsable forma de vida está destruyendo la casa en la que habitáis. Y lo hará de forma inexorable si no hay un cambio inmediato.
En realidad, eso no nos importaría mucho porque cada cual debe pagar las consecuencias de sus actos.

Sin embargo, y ahí está el problema, es que en vuestra casa, lo que vosotros llamáis planeta Tierra,  habitan otros seres inteligentes, sensibles y nobles que no merecen el destino que vosotros les estáis imponiendo y es por ese motivo por el que hemos decidido intervenir.

Para que seáis conscientes del poder de nuestra tecnología, hemos reproducido este mensaje en todas las pantallas de vuestro mundo... de nuestro mundo. En cada país, simultáneamente, este mensaje está siendo retransmitido en el idioma correspondiente. Todos los móviles, ordenadores, televisores, videoporteros, videocámaras, máquinas fotográficas. Todo. Todo lo que tiene una pantalla está reproduciendo mi imagen. No importa si el aparato está apagado, si no tiene batería o si está metido en una caja. Incluso en los vertederos, las pantallas de los móviles y los televisores desechados reproducen lo que veis.

Lleváis ya décadas buscando vida inteligente fuera de los confines de la Tierra, en el espacio exterior, por todos los medios que vuestra tecnología os permite. Jamás se os ha ocurrido buscarla aquí en vuestra casa. Y es ahí por donde deberíais haber comenzado.

Si lo hubiérais hecho, habríais descubierto miles de millones de seres sensibles con cuya inteligencia  podríais haber aprendido mucho. Vosotros los llamáis animales y plantas. Para nosotros son solamente unos seres más a los que proteger. 
Se os dio poder sobre ellos, se les puso a vuestra disposición, pero habéis abusado tanto de ellos, poniendo incluso su casa en peligro, que hemos decidido intervenir.
Un león nunca caza una gacela por diversión. Solo por necesidad. Vosotros sois los únicos seres de esta tierra que lo hacéis. 
También sois los únicos que, por vicio o diversión, abusáis de individuos de vuestra misma especie. Y todo eso se tiene que acabar y se va a acabar.

Hemos decidido implantar la solución definitiva. No volverá a ocurrir ningún abuso ni sobre humano ni sobre ningún otro ser vivo. 
Para que esto ocurra daremos un aviso a todos los gobernantes de la Tierra. Son los que tienen poder los que asumirán la responsabilidad.
Si en las guerras que habéis tenido hubieran muerto solo los que tomaban la decisión de ir a la guerra y sus hijos, no hubiera habido tantas.

En media hora, todos los gobernantes de la Tierra, todos los que no han puesto los intereses generales por delante de los suyos, sufrirán un infarto.

Hemos elegido los presidentes de gobierno, ministros, jefes de estado, etc, para empezar. También hemos elegido a los hombres más ricos de la tierra. De esta manera se harán conscientes que tener mucho dinero también implica mucha responsabilidad.
Para que os hagáis una idea, solo unos pocos de ese colectivo elegido se librarán de este infarto inicial. Sí, porque solo unos pocos gobernantes ponen los intereses generales por delante de los suyos y solo unos pocos de los muy ricos son conscientes de su responsabilidad hacia el mundo.

Una hora después, todos se recuperarán del infarto, no importa la atención médica que tengan. Todos se recuperarán.

Una vez que nuestro poder se muestre con todos esos infartos, daremos un año de plazo para que las conversaciones se reconduzcan, para que las iniciativas se plasmen en realidades, para que se encauce la salvación del entorno natural que hace posible la vida humana y del resto de seres vivos sobre la tierra. 
Será un año en que, además, las guerras han de desaparecer, las migraciones, ya sea por razones económicas o cualquier otra, deben cesar. Las desigualdades deben disminuir, la pobreza debe exterminarse, el hambre extinguirse. Incluso deben controlarse las enfermedades que más dolor os causan.
Sí. Todo ello es posible con la tecnología que ya tenéis. Solo os falta la voluntad, y el entendimiento entre vosotros.
Nosotros forzaremos esa voluntad y ese entendimiento.
Y lo haremos evaluando el progreso de la humanidad durante este próximo año.
Aquel gobernante que no haya contribuido a la paz, el progreso y la solución de los problemas, sufrirá un nuevo infarto del que, esta vez, no se recuperará.

Ya veréis como cuando los poderosos son los que pagan las consecuencias de sus decisiones tienen más cuidado y aciertan con más frecuencia.

Ya veréis como cuando está en juego la vida surge una ética que está por encima de las leyes.

Y los que no seáis gobernantes, o ricos, no os quedéis tan tranquilos. Porque también vosotros sois responsables, con una responsabilidad proporcional a vuestro poder. Así que tú, Pedro, déjate de leer el periódico y ponte a trabajar. Es posible que luego vayamos a por vosotros.

Nos vemos en un año.


Las pantallas volvieron lentamente a mostrar la imagen que tenían antes del mensaje y una vez pasada la confusión inicial se produjeron los primeros comentarios. Parecía una broma, pero era difícil no tomárselo en serio, habiendo visto todas las pantallas encenderse simultáneamente para transmitir el mensaje.
Las discusiones estaban en su punto álgido cuando alguien vio que se hacían públicos los primeros infartos y lo dijo en voz alta.
Rápidamente todos se pusieron a ver las portadas de los periódicos que ya traían la noticia del mensaje y de algunos infartos de altos dirigentes. Alguna web comenzó a contar los infartos que se iban haciendo públicos y los países afectados.

Había una mezcla de miedo y esperanza en aquel gran despacho. Muchos se congratulaban y decían que por fin, alguien pondría orden en aquel caos, que la justicia al final triunfaría, y que por fin alguien haría pagar a los más poderosos su desidia.

Curiosamente nadie mencionó el último párrafo que cada uno recibió de forma personalizada y que le hacía partícipe de la responsabilidad, cada cual en la medida de sus posibilidades.

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