La Solución Definitiva - 2
La tranquilidad en aquel despacho era total. El sol entraba por
los amplios ventanales y solo el ligero murmullo del viento meciendo los
árboles podía escucharse levemente.
El secretario, que estaba ordenando los papeles del despacho, al
oír que la puerta se abría, fue rápidamente hacia ella y estrechó la mano del
presidente.
- Bienvenido,
presidente. ¿Cómo se encuentra?
- Mucho
mejor. Los médicos han decidido por fin darme el alta
El presidente se dirigió hacia su silla ergonómica y se sentó.
- Ya tenía
ganas de volverme a sentar en esta silla –dijo
- Quizás no
debiera. Ha estado a punto de morir. De hecho, el nuevo infarto provocado por
los extraterrestres complicó su situación previa debido al doble bypass que se
le practicó el año pasado, y los médicos pensaron que no sobreviviría de
ninguna manera.
- Es posible
–dijo el presidente-. Pero los extraterrestres dijeron en su mensaje que “todos
sobrevivirán”. No tuve ninguna duda de que lo superaría. Pero, cuéntame. ¿Qué
ha pasado en este mes? Los médicos me han apartado del mundo, me quitaron el
móvil y me desaconsejaron que viera las noticias. ¿Qué opina la gente?
- La gente
está entusiasmada, en una mezcla de miedo y esperanza, pero todos parecen
ilusionados. Creen que esta será la Solución Definitiva para acabar con todos
los males que han aquejado a la humanidad. De hecho, es así como han llamado al
episodio: La Solución Definitiva.
Las iglesias,
mezquitas y sinagogas se han llenado y la gente vive una nueva espiritualidad.
Algunos lo han dejado todo y se han puesto a buscar OVNIs. Pero en general todo
ha mejorado: Hay menos peleas y altercados. Hasta el tráfico parece más humano.
- ¿Y los
religiosos qué opinan?
- Dicen que
los caminos del Señor son inescrutables, que Dios escribe recto en renglones
torcidos y cosas así. Vamos, que creen que es un medio del que Dios se vale
para dar a los hombres una segunda oportunidad.
- ¿Y los
científicos?
- No
encuentran respuesta para nada. No hay ninguna razón para que todos ustedes
sufrieran un infarto a la misma hora y el mismo minuto y, seguramente si se
pudiera haber medido, en el mismo segundo. Tampoco saben cómo se mandan esos
mensajes masivos. Ni los propietarios de las redes de telecomunicación ni de
las plataformas de mensajería tienen idea.
- ¿Mi
teléfono, me lo darás ya? –Preguntó el presidente
- Sí, señor.
Yo me he encargado de él durante este tiempo y hoy los médicos me han permitido
entregárselo. Los extraterrestres mandaron algún mensaje adicional, todos ellos
personalizados. En este caso los dirigieron a alcaldes de grandes ciudades y a
altos directivos de multinacionales. El fondo de estos mensajes era el mismo
que el anterior: Cada uno de los receptores debía pelear por conseguir la justicia
social y no favorecer intereses particulares, ni los suyos ni los de un
colectivo determinado. Siempre el interés general como meta. En caso contrario,
al cabo del año, infarto fulminante.
- O sea, que
el 14 de julio del año que viene habrá bastantes infartos -dijo el presidente
- Esperemos
que no. Las cosas están cambiando. Los extraterrestres mandaron a los
mandatarios un segundo mensaje por wasap. Este no fue público. En él se les
permitía renunciar al puesto si no se sentían capacitados para conseguir los
objetivos propuestos. La condición era buscar a alguien con las habilidades
para gobernar y el valor para jugarse la vida en el empeño y además decir
públicamente que no se sentían capaces y que solo habían llegado a ese puesto
por vanidad y que lo habían usado para pagar los favores recibidos. Este es:
El secretario alargó el brazo entregando al presidente su móvil.
El presidente lo tomó y durante unos minutos estuvo leyendo el mensaje, después
preguntó:
- ¿Han
renunciado muchos presidentes?
- La mayoría.
Y usted debería hacerlo. Usted tiene más que nadie la excusa de tener una
dolencia cardíaca previa. Le sugiero preparar una declaración pública que,
cumpliendo las condiciones de los extraterrestres para dejar el cargo, le deje
en la mejor posición posible.
- No.
Afrontaré el reto. Los extraterrestres tienen razón. He olvidado los motivos
por los que de joven me metí en política. Quería cambiar el mundo, pero la
dinámica de la lucha, la ambición y el gusto por el poder me han hecho
olvidarlo. Luego me pasé la vida devolviendo los favores a los que me pusieron
aquí.
Pero durante
este mes que, por prescripción facultativa, he estado desconectado del mundo,
el mensaje extraterrestre me ha hecho reflexionar mucho.
Es cierto que
las élites han ido poniendo hombres de paja en los puestos de responsabilidad
públicos y privados, la mayor parte de ellos extraídos de las clases
altas, y algunos como yo, de las clases bajas. Supongo que solo por
disimular.
Por eso me
doy cuenta que he traicionado mis principios y traicionado a mi gente. Durante
este tiempo, he recordado a mis padres, su precaria forma de vida, lo mucho que
se esforzaron para que yo pudiera acabar la carrera. Si vivieran, se
avergonzarían de mí.
- Con todos
los respetos, señor, seguramente usted se avergonzaría de ellos. Siguiendo sus
órdenes, me he pasado la vida intentando ocultar sus orígenes.
- Esa es una
de las miles de cosas de las que me arrepiento. Mis padres, rudos campesinos,
quizá no supieran escoger el tenedor adecuado en una cena elegante, pero, a
pesar de apenas saber leer y escribir, tenían una sabiduría que para sí la
hubiera querido mucha gente. Yo entre ellos. Ni mis carreras, ni mis másteres,
ni mis doctorados honoris causa me dieron la sabiduría que ellos tenían.
- Entonces…
¿Su decisión está tomada? -preguntó el secretario con una cierta aprensión.
- Sí. Y es
irrevocable. Permaneceré en el puesto y haré lo que pueda durante este año.
- Señor,
permítame recordarle que ignoramos cual será el criterio que usarán los
extraterrestres para juzgar los resultados. Es posible que por muy buena
voluntad que ponga, lo estimen insuficiente y acabe muriendo.
El presidente miró con ternura a su secretario y con una sonrisa
le dijo:
- Ernesto, me
has servido fielmente durante muchos años y sé que te preocupas por mí. Ya no
soy joven y esta experiencia me ha hecho comprender que hay cosas que valen más
que la vida. Así que, correré el riesgo y lucharé por ellas.
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