Buenismo frente a bondad





De un tiempo a esta parte veo ponerse de moda el buenismo, tanto la palabra como la actitud que a mi juicio representa. Como este es un blog dedicado a reflexionar sobre los distintos temas sociales, económicos y ecológicos, me parece que entra dentro de su ámbito y quisiera dedicarle un post.

Empezaremos con una breve descripción de lo que (siempre a mi juicio) diferencia los dos conceptos. 
Una persona bondadosa o simplemente buena, intenta mejorar las condiciones de otros usando sus propios recursos, o lo que es lo mismo, perjudicándose a sí misma. Al decir perjudicándose quiero significar que lo hace contra su propio patrimonio o contra su tiempo libre. Tiempo o dinero que podría dedicar a otras cosas. 

En cambio la persona buenista pretende hacer el bien a otros usando los recursos de terceras personas, es decir, perjudicándolas de alguna manera o, dicho de otra forma, forzándolas o convenciéndolas para ser buenas.

Otra diferencia importante es que la bondad es privada, aunque a veces brille tanto que no se pueda ocultar, pero el buenismo es siempre público.

No he querido decir con mis palabras del principio que el buenismo sea una cosa moderna, ni mucho menos, porque es antiguo como el mundo, pero ahora, con la sociedad de consumo, el buenismo se ha convertido en un producto más a vender. 
Tampoco está asociado a una ideología política concreta de izquierdas o derechas.

Fijaos si será antiguo que es fácil encontrar en el NO-DO, aquel documental de la dictadura franquista, la imagen de la mujer del dictador encabezando campañas en alguna de las principales calles de Madrid pidiendo una mísera limosna para los necesitados, cuando ella tenía dinero suficiente para empapelar el palacio del Pardo. 

Tampoco quiero decir que el buenismo sea malo de forma intrínseca, lo que voy a intentar defender es que, en ocasiones, puede ser cuando menos “confuso” éticamente hablando. 
Confusión que desde luego la bondad, no tiene.

Por ejemplo, si se realiza una campaña de concienciación sobre la necesidad de hacer donaciones en favor de determinado colectivo necesitado, tiene impacto positivo para los necesitados y ese buenismo social se transforma en algo simplemente bueno. 
Cierto es que también se transforma en producto de consumo y las distintas ONGs rivalizan con sus técnicas de marketing para atraer el mayor número de “clientes”, es decir, donantes.
De esta manera, la bondad se compra y se vende, es algo más a consumir. 
¿Cuánto de bueno quieres ser al mes?, 
   ¿10?, ¿15?, ¿20 euros?, Por favor elige cantidad
¿Con quien quieres ser bueno?, 
   ¿niños necesitados?, ¿enfermos?, ¿animales desvalidos?, ¿bosques arrasados? Por favor, elige y haz clic para continuar.
Ojo que no es una crítica, es la constatación de un hecho.

Pero volvamos al tema que nos ocupa y veamos algunos ejemplos en los que se ven (como siempre a mi juicio) las diferencias entre bondad y buenismo:
A.           Si una persona que tiene lo justo para vivir, un día ve a un necesitado y le da la comida que tenía reservado para él, ha hecho un acto de bondad y ha sido él el único perjudicado, pues ese día se queda sin comer.
B.           Si una persona que tiene lo justo para vivir él y su familia, va con la comida de sus tres hijos, ve a un necesitado y le da la comida de uno de ellos, habiéndose él cuidado de comer lo suficiente, probablemente estaremos de acuerdo en que en vez de hacer un acto de bondad, ha hecho el idiota revestido de buenismo hacia el necesitado. Ha desvestido un santo para vestir a otro y el santo que ha desvestido era su hijo.
C.           Si esa persona lleva la comida para tres necesitados que no conoce y ve a otro por el camino y le da la comida de uno de los tres necesitados, ¿ha hecho un acto de bondad? El necesitado que ha recibido la comida así lo creerá, pero el que se ha quedado sin ella se acordará seguramente de la madre del bueno (mejor dicho, del buenista)
En el caso B y C hay perjudicados derivados de un acto aparentemente bondadoso, y es ésta la razón por la que digo que éticamente puede levantar ciertas dudas.

En el caso C, el buenista podría optar por una solución intermedia (llamémosla C1) y en vez de dejar a uno de los necesitados sin comer, podría repartir la comida de los otros dos entre los tres, con lo que los tres se quedarán con hambre pero habrán comido algo. 
Cuando se quejen de que no había suficiente, podrá decirles “lo siento no había más” y todo zanjado, o... decirles la verdad, que ha repartido la comida con otro y entonces se le comerán a él. 

El caso C1 muestra porqué en algunos casos, el buenismo genera división en la sociedad. Los beneficiados estarán a favor, los que son perjudicados se posicionarán claramente en contra y los que ni son beneficiados ni perjudicados se posicionarán según sus convicciones o según les convenzan los medios o los partidos políticos o...

Hay muchas situaciones en las que el posicionamiento ético es infinitamente más complejo del que nos ofrecen los medios. Si un barco ha naufragado y su capitán está al mando de un bote salvavidas al límite de su capacidad y ven a un náufrago adicional en el mar, ¿qué debe hacer? Su impulso natural es rescatarle, pero sabe que si lo hace corre el riesgo de hundir el bote entero.
Una persona buena podría sentir el impulso de tirarse al mar, ayudar a la otra persona a subir y luego alejarse del bote nadando, es decir cambiar su vida por la del otro. 
Pero si sabe que sus conocimientos son necesarios para la supervivencia del resto, un capitán bueno, con todo el dolor de su corazón, podría decidir dar la orden de ignorar al náufrago. Es lo que se llama el mal menor, siempre difícil de evaluar, y que conlleva tanta complejidad ética.

Un capitán buenista en cambio, sería el que yendo en un bote ordena a su segundo, al mando de otro bote que recoja al náufrago. El segundo probablemente le dijera que estaban al límite. Si el capitán insiste en su orden, es probable que todos los que están en el bote del segundo se rebelen y los que están en el bote del capitán se pongan a favor del náufrago, puesto que ellos no corren riesgos.
Supongamos que el segundo recoge al náufrago y el bote aguanta. El capitán buenista habrá salvado la vida de esa persona sin consecuencias negativas para nadie y habrá demostrado que tenía razón, transformándose en un héroe a la vez que el segundo y los pasajeros de su bote, que se resistían a recoger al náufrago, se habrán transformado en unos miserables (difícil dilema, pardiez).

Transformar graves problemas éticos en afirmaciones sencillas, frases lapidarias o eslóganes, que son utilizados por los medios y los partidos políticos como armas arrojadizas contra el adversario, es una manifestación más de la sociedad de consumo. Cada dilema complejo es convertido en una simple pastilla. 
Depende de la composición de la pastilla, para que una vez ingerida, nos posicionemos en un instante y luego la usemos para defender lo malos o estúpidos que son los otros.

Nuestra obligación como seres pensantes es no tragarnos ideas-pastilla. Sugiero empezar por distinguir entre bondad y buenismo.

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