Truco ecológico 15 - Hazlo tú mismo


Incidiendo en el tema que ya tratamos en el Truco ecológico 12 - Comprar preferentemente productos sencillos, se deduce una consecuencia que ya se mencionó: Hazlo tú mismo.

Recordemos que en las primeras décadas del siglo XX, en Estados Unidos, los grandes fabricantes convencieron a los hijos de las clases medias-bajas (el agricultor y/o ganadero típico de la América profunda, por ejemplo) que lo "cool" era comer cereales envasados y productos preparados directamente para consumir.
¿Por qué a los hijos? Porque los fabricantes sabían que sus padres austeros les mandarían a freír espárragos al ofrecerles, por ejemplo, agua azucarada por 100 veces el precio del agua y el azúcar por separado.

¿Cómo les convencieron? A través de la publicidad, obviamente.
Presentaban los nuevos productos como una nueva forma de vida, de ser felices y de pertenecer a una clase social superior.
En definitiva, los productos hechos en casa, artesanalmente, fueron denostados y sustituidos por miles de productos envasados en cajas con colores brillantes y fotos de familias felices.

Esta actitud ha llegado a tal extremo que hasta los productos que requieren una mínima elaboración se venden ya preparados y envasados convenientemente.

Un ejemplo sencillo es el hielo. Basta poner la cubitera en el congelador y cuando los cubitos se han formado, echarlos en una bolsa de refrigerados y dejarla en el congelador. Repetimos la operación cuantas veces sea necesario para cubrir nuestras necesidades de hielo.
Incluso, el ecologista exquisito podrá reutilizar varias veces la bolsa en la que guarda el hielo para reducir el impacto en el entorno.

No es necesario bajarse a la tienda a comprar una bolsa de hielo que ha debido ser fabricado, envasado, almacenado y transportado desde quien sabe donde.

Es sencillo, solo requiere una mínima previsión y sin embargo, tal es la demanda de hielo que casi todas las tiendas de ultramarinos lo tienen.

Es obvio que también es una solución bastante más barata, como unas cien veces o más (coste de hacerlo tú: el precio de la bolsa; coste de comprarlo entre 1 y 2 euros).

Otro ejemplo: Hubo un tiempo que se vendían yogurteras para que uno mismo se preparara los yogures.
Aunque la preparación era también sencilla (mezclar leche con una cucharada de yogur, echarlo en vasos y ponerlos en la yogurtera ocho horas), no tuvieron éxito. Exigía una previsión, un almacenaje, en definitiva unas complicaciones que los yogures comprados no tienen.

Esta misma aproximación ecologista de preparar las cosas en lugar de comprarlas preparadas, puede emplearse en muchas más cosas, muchas relacionadas con la comida y otras tantas relacionadas con el bricolaje: reparar algo antes que tirarlo.
Ciertamente, cada vez resulta más usual que cuando algo se estropea se tira todo el conjunto por varias razones: repararlo es caro, los aparatos se han diseñado en origen para que sean difícilmente reparables. No es ya que nosotros no seamos capaces de repararlo, es que no hay quien lo repare de forma que salga rentable hacerlo.

Todas estas actividades deberían ser acorde a nuestro tiempo disponible y a nuestras capacidades. Aún en las peores condiciones, siempre habrá algo que podamos hacer, aunque solo sea mezclar la leche con cacao, en lugar de comprar un batido.

En definitiva, intentar sustituir cuando sea posible el “me lo compro” por el “me lo hago yo mismo”.
Es obvio que uno no puede aspirar a hacerse todo, no puede ser experto en todo y no tiene ni el tiempo ni los medios para ello. Pero entre operarse uno mismo de apendicitis y comprar el hielo por no echar agua en unas cubiteras y esperar dos horas, hay un término medio bastante razonable al que todos nosotros deberíamos aspirar.

Y todos deberíamos aspirar a ese término medio porque hay mucho que ganar. Es solo que nos han convencido de lo contrario, de que hay más placer en consumir un producto ya preparado que perder el tiempo preparándolo. Nos han convencido que el tiempo es muy valioso y que debemos gastarlo en nosotros mismos, en disfrutar, en las cosas importantes… como estar mirando el móvil a todas horas, por ejemplo.

Si hay un gran placer en saborear un plato bien preparado y presentado, más aún lo hay en saber que ese plato lo has preparado tú. ¿Quién sale ganando en esta situación? El que prepara el plato exquisito, que a pesar del esfuerzo realizado, se ve recompensado por los resultados, su ego se alimenta. Encima, ahorras dinero, sabes exactamente los ingredientes que has usado (probablemente habrás evitado los aditivos químicos) y el medio ambiente, pues normalmente habrás usado productos básicos.

Aquí está el riesgo de que sea siempre el mismo/la misma el que tenga que currarse la preparación del plato. Ahora es cuando necesitamos el cambio de mentalidad, ¿qué tal valorar más al que prepara un buen plato que al que trae las cervezas?¿qué tal hacer un concurso entre varios amigos a ver quién prepara el mejor plato?

Ya sabemos que lo ideal sería prepararse uno mismo las galletas, las magdalenas, etc. pero ¿quién tiene tiempo y ganas?

Desgraciadamente necesitamos una nueva forma de consumir porque la biosfera está cambiando y pronto sus condiciones no serán muy favorables para nosotros.
Necesitamos desandar el camino andado a principios del siglo pasado y tender hacia lo artesanal frente a lo industrial (pero ojo, para ello no basta que en el envase ponga “artesanal”, “hecho a mano” o “casero”, tendríamos que hacerlo nosotros).

Por este motivo, seguramente tendremos que cambiar el modelo de felicidad y buscarla más en las cosas que hacemos que en las cosas que poseemos o consumimos.

Al hilo de esta reflexión hay una frase que leí por ahí y que suelto cada vez que puedo. Decía algo parecido a esto: “Nos pasamos la vida trabajando muchas horas para poder pagar las cosas que podríamos hacer nosotros mismos si no trabajáramos tanto”.

Las ventajas son similares a las del Truco 12, aunque las adaptaremos para este truco

Ventajas económicas y vitales
  • La compra es más sencilla, se realiza en menos tiempo y es más barata
  • Se comparte tiempo, en vez de objetos.
  • Satisfacción de preparar algo por uno mismo
Ventajas ecológicas
  • Menos envases
  • Muchos menos productos a transportar, fabricar y en algunos casos desechar.
  • Menos consumismo.
Incertidumbres económicas
  • Al final, siempre que modificamos nuestra conducta para disminuir el consumismo (que no necesariamente el consumo), tiene impacto sobre la estructura de la economía. Si ese cambio fuera masivo, el impacto podría ser importante. Sin embargo, creo que los procesos de fabricación y la economía sabrían adaptarse. Una forma de hacerlo lo describo en mi post NeoEconomía o Economía 3.0
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