Compendio de autoayuda (6) - Nivel Mental (I)
Nivel Mental
Al igual que en el nivel físico, debemos cuidar lo que ingerimos.
En el nivel mental, esto se traduce en cuidar lo que escuchamos, vemos y leemos. No podemos jugar 2 horas al día con un videojuego extremadamente violento durante meses sin que nuestra sensibilidad quede embotada.
En el nivel mental, esto se traduce en cuidar lo que escuchamos, vemos y leemos. No podemos jugar 2 horas al día con un videojuego extremadamente violento durante meses sin que nuestra sensibilidad quede embotada.
De la misma manera, no podemos ser adictos a los reality
shows chabacanos y mantener intacto nuestro sentido ético (a menos que tengamos
una personalidad muy consolidada). En definitiva es necesario cuidar nuestra higiene
mental.
Muchos de los consejos que veremos a continuación están
relacionados con la conservación de esta higiene mental.
Apague el televisor
La televisión, como la energía nuclear, es un potentísimo invento
que mal empleado puede ser altamente nocivo.
Incluso, los aparentemente inofensivos anuncios, pueden afectarnos
de manera imperceptible puesto que utilizan siempre nuestros deseos más básicos
para captar nuestra atención: sexo, poder, posesión y deseo de reconocimiento
social.
Es frecuente el uso de personajes famosos (que intrínsecamente
hacen referencia a éxito, dinero, poder, belleza...) para avalar
los productos. Estos mensajes publicitarios simples y dirigidos siempre a
la línea de flotación del espectador, repetidos machaconamente acaban por
modificar de forma imperceptible nuestra escala de valores.
Apague la televisión: puede debilitar su capacidad intelectual
Cuando vemos la televisión sin criterio, ponemos nuestra mente en
un estado de “stand by” o bajo consumo. Si nuestra actividad diaria tiene
un alto contenido intelectual, esto puede ser positivo, pero si no es así, la
televisión contribuye a destruir nuestra habilidad para resolver problemas
complejos. Es decir, aplicando el criterio de que cualquier órgano que se
utiliza se desarrolla y el que no, se atrofia, estamos contribuyendo al
embotamiento de nuestra capacidad intelectual.
La conclusión es: apague el televisor. Enciéndalo únicamente
para ver programas específicos que cumplan una función: Entretenimiento si
en ese momento es lo que necesitamos o como herramienta educativa, cultural o
mentalmente estimulante.
Nunca lo use para adormecer la mente o la consciencia.
No lo use simplemente para que haya ruido en el ambiente, pues no
es un ruido inofensivo. Disfrute cuando pueda del silencio, un lujo en las
sociedades urbanas occidentales.
Y sobre todo, apague el televisor por la sencilla razón de que le
está quitando tiempo para hacer cosas infinitamente más productivas (¿aprender
suomi por ejemplo?)
Estas mismas consideraciones podrían hacerse con otros medios de
comunicación como la radio y la prensa, pero el poder que tienen para
controlar nuestra mente es mucho menor al utilizar menos medios con los que
llegar al cerebro. Sin embargo, igualmente, cuide lo que escucha en la
radio y lo que lee en la prensa puesto que ambas pueden
modificar nuestra forma de pensar y de ver la vida.
Escoja por tanto aquellos programas, si es que los encuentra, que
nos aporten una visión más positiva de nosotros mismos y de los demás y de la
vida en general. No menosprecie el poder de estos medios. Nunca sabremos si
determinadas personas con ideas específicas escuchan ciertas emisoras de radio
(o leen ciertos periódicos) porque defienden sus ideas o simplemente tienen
esas ideas porque escuchan esas emisoras o leen esos periódicos.
Desconéctese del móvil de vez en cuando y úselo con criterio
Lo que hemos dicho de la televisión es
aplicable a los móviles “inteligentes” con la importante diferencia de que un
móvil lo llevamos siempre con nosotros mismos y el televisor lo tenemos que
dejar en casa.
Hemos adquirido una dependencia tan
enorme de los móviles que es imposible que nos lo olvidemos en casa al salir y,
si por alguna razón esa desgracia ocurriera, nos sentiríamos solos, desvalidos,
sin saber qué hacer.
Esa dependencia beneficia a los “poderes
fácticos” que de alguna manera, pueden controlarnos a través de él. De hecho es
mucha la información que les damos de manera gratuita. No solo dónde vamos, a
qué hora y con quien, sino que empezamos a compartir con esas máquinas, datos
de nuestra salud, el pulso, la actividad física, las horas de sueño, etc.
Desconocemos el uso que esas aplicaciones
harán con todos esos datos. Por mucho que la legislación intente poner coto a
la información que se recopila de los usuarios, es imposible saber qué está
haciendo una aplicación y saber para qué ha sido diseñada (aparte de dar el
servicio aparente que dice que da).
Ignorar la información que una aplicación
recopila de nosotros mismos ya es bastante grave (puede incluso activar el
micrófono o la cámara sin que nos demos cuenta), pero no es eso lo que más
afecta a nuestra vida, sino el tiempo que nos roba.
Y ese tiempo que nos roba sí que forma
parte de lleno de este compendio de autoayuda puesto que el tiempo que le
dediquemos a las múltiples aplicaciones, juegos, etc, es tiempo que no
dedicamos a nuestro crecimiento personal y lo que es más grave, a relacionarnos
con nuestra familia y amigos.
Resulta ya evidente que las relaciones
personales continúan deteriorándose por la omnipresencia del móvil. Es fácil
ver parejas jóvenes tomando algo en una terraza y mirando cada uno su móvil en
lugar de dedicarse a hablar entre ellos. Lo mismo ocurre con entre padres e
hijos, entre los esposos y en la familia en general.
No podemos consentir que el móvil sea el
centro de nuestra vida y desplace las relaciones personales a un segundo plano.
Si consentimos que algo centre nuestra
atención continua, estamos perdiendo el control de nuestra mente y por tanto de
nuestra vida. Esto va en contra, obviamente, del desarrollo personal y nos
limitaremos a dejar pasar los días, sin avanzar un ápice en los objetivos que
nos hayamos planteado, ya sea aprender un nuevo idioma, perder peso, hacer una
carrera universitaria o mejorar la relación con nuestros hijos.
Por una higiene mental adecuada,
desconecte el móvil de vez en cuando y sorpréndase a sí mismo dándose cuenta de
que puede vivir sin las aplicaciones que tan imprescindibles le parecen y sin
leer los miles de chistes, videos, chascarrillos y memes que se transmiten por
las redes sociales. Información vacía que le aporta muy poco la mayor parte de
las veces.
Aproveche ese tiempo que le deja el móvil
y la televisión para hablar con el que tiene al lado. Las relaciones personales
bien llevadas nos darán (por la estructura social del cerebro) una satisfacción
muy superior a la que nos puede dar el último modelo de móvil.
Esto no quiere decir que haya que
renunciar a la potencia inmensa que un móvil nos brinda para hacer nuestra vida
más sencilla y eficaz, pero sólo será así si usamos el móvil conscientemente y
con criterio. En caso contrario, solo nos estará, cuando menos, robando un
tiempo que podríamos emplear en otras actividades sin duda, más provechosas.
Resumiendo, no deje que el móvil “inteligente” sea más inteligente que usted.
Resumiendo, no deje que el móvil “inteligente” sea más inteligente que usted.
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