La maldición de la abundancia II




Hace unas semanas dediqué uno de mis posts a la maldición de la abundancia. En él decía entre otras cosas, que la gente que creció en los años setenta y ochenta del siglo pasado (entre los que me incluyo), en general, tuvimos la suerte de tener lo suficiente para no pasar precariedades, pero sin una sobreabundancia en la que, precisamente por el exceso de cosas, prácticamente nada se valore.

En aquellos tiempos casi todo tenía un valor porque no abundaba. A la comida se le daba un valor especial. A mí, como a muchos de vosotros, que crecísteis en esa época, nos enseñaron que en el plato no se deja nada, y que tirar comida era prácticamente un pecado.

Los tiempos han cambiado y si paseas por un parque cualquiera, tras una noche de botellón, es fácil encontrar alrededor de un banco, pizzas a medio comer (alguna incluso entera), botellas de cerveza a medias (además de otras muchas vacías, claro), botellas de ron a la mitad (además de alguna otra vacía, claro), etc, etc.  

Aquí hay que sumar, al hecho casi obsceno de la comida desperdiciada, cuando medio mundo se muere de hambre, el otro hecho, no menos obsceno, del aspecto que dejan alrededor de donde han pacido semejantes individuos, igual que si en aquel lugar hubieran desarrollado su actividad una piara de cerdos (con perdón para tan nobles animales): Botellas de vidrio por aquí, bolsas de plástico por allá, cartones de las pizzas, briks de vino, latas de aluminio, vasos de plástico, etc, etc, etc. 
Que lo recojan los servicios municipales pagados con nuestros impuestos, que para eso están.

Pero es que el premio mayor se lo llevaron los interfectos que debieron habitar un banco del parque que vi el otro día y del que no pude evitar sacar una foto con la que he encabezado este post. 
No se me ocurre una explicación razonable para este desperdicio. 
Lo más probable es que un grupo de individuos, reunidos por algún motivo especial, comprara hamburguesas en exceso y el resto las tiraran sin ningún miramiento. 
En cualquier caso, censurable desde los dos puntos de vista que hemos mencionando antes: Desperdiciar tantísima comida en un mundo en el que una gran cantidad de gente, se muere de hambre y, además, dejar un espacio público con un aspecto tan lamentable

Como decía antes, yo achaco estas situaciones a la sobreabundancia en la que vivimos. 
No es que la abundancia sea mala, ni mucho menos, ni que la escasez sea buena, hasta ahí podríamos llegar, sin embargo, debemos reconocer que debido a la capacidad de adaptación del ser humano, cuando la abundancia nos inunda, dejamos de valorar los objetos y lo que es más grave, la comida. 

Terminaremos con una breve recomendación extraída de la lección que esta foto nos enseña: 
Adolescentes, jóvenes, mayorcitos, abueletes, humanos en general: 
Tan importante como asistir a las manifestaciones contra el cambio climático y llevar pancartas al respecto, es hacernos conscientes de lo que podemos hacer nosotros por evitarlo, por ejemplo, no desperdiciar comida, no usar más envases de lo estrictamente necesarios, etc. 
Y si por circunstancias de la vida nos vemos obligados a ello, reciclar todas esas cosas adecuadamente y no dejarlas abandonadas a su suerte.

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