Cargos de (des)confianza
Dicen que cuando un dirigente político es elegido para ocupar un puesto, éste tiene que rodearse de unos cargos de confianza para poder llevar a cabo su programa.
La teoría puede sonar hasta bien, pero la forma en la que al final se ejecuta tiene sus más y sus menos y es tan frecuente llegar a excesos que nos hemos acostumbrado a ver escándalos relacionados con este tema.
Tanto es así que los cargos de confianza para los políticos, en el fondo son cargos de desconfianza para el resto de los ciudadanos.
Aún está fresco en nuestra memoria el escándalo de la alcaldesa de Móstoles que se puso a nombrar puestazos en el ayuntamiento entre sus familiares y amigos y se quedó sola. Poco faltó para llegar a los extremos de Calígula, que nombró cónsul a su amado Incitato, su caballo favorito.
Eso tiene un nombre: se llama nepotismo, es decir favorecer a familiares o amigos para ocupar cargos públicos sin tener en cuenta sus méritos.
Nepotismo es otra de las palabras olvidadas. Por alguna razón que desconozco quieren que nos vayamos olvidando de una gran parte de las palabras. Después de leer 1.984, la novela de George Orwell, e inspirado por ella, desarrollé la teoría de que esto se hace para que seamos cada vez más burros y que, limitando nuestro vocabulario a unas pocas palabras, las ideas que podamos transmitir, comunicar y desarrollar sean cada vez más simples, eliminando de nuestro cerebro las ideas complejas.
Esta idea es defendida en la novela de Orwell junto con otra, la aparición de palabras nuevas (neolenguaje), que describen exactamente conceptos auspiciados por el régimen totalitario de la novela.
También hay ya un neolenguaje que os invito a identificar y otros síntomas de la sociedad actual escandalosamente parecidos a los descritos en la novela, que deberían hacernos reflexionar sobre si no nos estaremos acercando voluntariamente hacia un sistema totalitario sin darnos cuenta. Hace ya tiempo que hice un ligero análisis en un post titulado "Estamos en 2017 o en 1984?. Me temo que nada haya mejorado desde entonces.
Perdonadme la disgresión y este pensamiento arbóreo que me hace saltar de un tema a otro sin orden ni concierto. Pero volvamos al tema del nepotismo y a la tristemente célebre alcaldesa de Móstoles. No he oído que dimitiera tras pillarla en tan flagrantes renuncios.
Ésa es otra de las características de la sociedad actual: la incapacidad para asumir las consecuencias de los actos de uno. Antes hasta se cantaba una canción al respecto "Si te han pillao, si te han pillao, si te han pillao con el carrito del helao ...".
Ahora queremos estar a las duras y a las maduras, queremos hacer algo pero sin consecuencias, queremos estar de huelga y en las manifestaciones todos los días y aunque apenas hayamos ido a clase en todo el curso, se nos apruebe. Y si no que se lo digan a los universitarios catalanes (aunque creo que en este caso, las autoridades ya están en ello).
Ahora, si puedo elegir, preferiría no me tratara un médico preparado en las calles de Barcelona en lugar de en hospitales.
De nuevo me desvío. A ver si me centro. Nepotismo, nepotismo... cargos de desconfianza... Ah sí. tendríamos que intentar evitar esto del nepotismo en nuestros cargos públicos. ¿Cómo? De la mejor manera posible: eliminándolos o al menos reduciéndolos a la mínima expresión.
No estaría mal regular por ley el número de puestos de confianza que puede tener una administración: Ciudades de entre 50.000 y 200.000 habitantes, 3 puestos de confianza, Entre 200.000 y 1 millón, 5, más de un millón, 8; comunidades autónomas, tantos, gobierno del estado, tantos...
Por cierto, tampoco estaría mal, de paso, regular por ley los sueldos de los alcaldes y presidentes autonómicos. No tiene ningún sentido que algunos alcaldes se pongan sueldos superiores al del presidente del gobierno, y sin embargo, los hay.
Eliminando, o al menos limitando al máximo, los cargos de (des)confianza, parte de las corruptelas desaparecerían y habría más posibilidades de que un político entrara en un puesto por vocación de servicio hacia sus conciudadanos y no como una forma de vida, o peor: igual que si les hubiera tocado el gordo de Navidad poniéndose a repartir pellizcos (en este caso, cargos) entre sus allegados (esa es una posible explicación de porque se aferran a su poltrona con tanto ahínco "para una vez que me toca la lotería, no voy a renunciar al premio", pensarán).
Y es que ¿Tienen sentido tantos cargos de confianza? Yo creo que no. Tenemos millones de funcionarios de carrera sobradamente preparados. Justamente suele ocurrir lo contrario. Llega un alcalde nuevo con sus cargos de confianza que por arte de magia se transforman en jefes de funcionarios con experiencia (mucha más que la del jefe), anulando en la mayor parte de las veces las capacidades de los funcionarios.
Y esto no es lo malo, lo malo es que cada nuevo alcalde trae sus cargos de confianza, y claro, no despide a los anteriores porque tampoco le gustaría que luego despidieran a los suyos, así que cada administración se va cargando con una capa de jefes y jefecillos que están por encima de los que saben: los funcionarios y a los que imposibilitan cualquier atisbo de creatividad.
¿Tiene sentido que cada municipio, cada ciudad se ponga con sus cargos de confianza a reinventar la rueda? Vuelvo a creer que no. Habrá cosas muy específicas, diferenciadoras de la gestión que el nuevo alcalde quiera imprimir a la ciudad, pero una gran parte son problemas comunes a todas las ciudades.
La gestión de las basuras, por ejemplo. En vez de elucubrar una solución para cada ciudad, ¿no tendría sentido un conjunto de empresas públicas que dieran el servicio? Estas empresas públicas, gestionadas profesionalmente tendrían una estructura de costes óptima y unos parámetros de calidad de servicio especificados estatalmente. No hay que repensar cada problema diez mil veces, una por ciudad.
Si esto es así en la mayor parte de los servicios públicos, las administraciones adelgazarían (con sus correspondientes ahorros de costes que nos vendrían muy bien para asegurar las pensiones) y una gran parte de los cargos de confianza serían innecesarios.
¿Cual es la razón por la que nadie quiere presentarse a presidente de una comunidad de vecinos? Porque nadie ve en ello más que problemas y muy pocas compensaciones. Si alguien decide presentarse como candidato, no lo hará pensando que se va a llevar dinero de aquí y de allá, o que va a colocar a sus amigos, porque lo primero que va a encontrarse es un administrador al que no conoce y al que tendrá que justificar cada decisión y que se asegurará que siempre se siguen las leyes de la propiedad horizontal.
Por tanto, si alguien se presenta como candidato, lo hará porque le apetece mejorar las condiciones de la comunidad en la que vive.
Traspasemos esta aproximación a la política. Si un alcalde se encontrara con un sueldo regulado, unos cargos de confianza regulados y unos funcionarios a los que convencer y motivar, no habría tantos candidatos y los que hubiera tendrían una mayor vocación de servicio (por cierto, vocación, otra palabra olvidada)
¿O es que nos imaginamos a un presidente de una comunidad de vecinos que en cuanto toma posesión, echa al administrador y a todas las empresas que prestan servicio a la comunidad y contrata a su mujer de administradora (que no tiene el título, pero se le dan bien las cuentas) a su padre para el mantenimiento del portero automático y la antena (que está en el paro y siempre arregla los enchufes en casa) y a un amigo para el mantenimiento del ascensor (que antes era albañil y subía y bajaba los palés de ladrillos con una máquina)?
Sugiero aplicar una estrategia similar a las administraciones públicas y a los cargos electos. Un grupo de personas reducido (cargos políticos) para implantar los programas electorales votados por los ciudadanos y un amplio número de puestos técnicos desempeñados por los funcionarios que a la vez hacen de asesores y supervisores sobre las estrategias a implantar.
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