La solución definitiva - Alternativa 2
Nuestro buen amigo Pedro estaba, como en otras ocasiones,
intentando simular que trabajaba. La pantalla de su ordenador quedaba oculta a
ojos indiscretos y podía permitirse el lujo de leer la prensa en Internet sin
más molestia que tener un poco de cuidado si alguien se acercaba a su puesto.
Por otra parte, su jefe ni se enteraba de lo que hacía o no hacía, así que...
¿qué más daba?
Estaba en lo más profundo de una lectura sobre la alineación
del partido del sábado cuando la pantalla de su ordenador se puso súbitamente
en negro.
Salió del éxtasis en el que se encontraba y cuando se hizo
consciente, se llenó de ira porque no había conseguido enterarse de quien sería
el tercer delantero.
Levantó la cabeza y observó que el resto de sus compañeros
estaban protestando. Parecía que sus ordenadores tenían el mismo problema. Sin
embargo, había luz y los pilotos de la pantalla y de los ordenadores
continuaban encendidos.
- ¿Qué pasa? -se oía una y otra
vez a su alrededor.
Y tan súbitamente como se apagaron las pantallas, se
encendieron de nuevo. Pero no mostrando la información que antes contenían,
sino la figura de un hombre. Era un hombre anodino, ni feo ni guapo, ni gordo
ni delgado, ni joven ni viejo. Era un hombre del montón que comenzó a hablar y
cuya voz comenzó a oírse por los altavoces. De hecho, observó que esa voz
estaba oyéndose por todos los altavoces de todos los ordenadores a la vez,
produciendo un sobrecogedor efecto acústico.
Miró alrededor y desde su privilegiada posición en la
esquina del enorme despacho, vio las pantallas de sus compañeros reproduciendo
exactamente la misma imagen.
Solo en ese momento, cuando se hizo consciente de que algo
muy extraño sucedía, puso su atención en las palabras que el anodino hombre de
la pantalla pronunciaba.
- Soy
Grfhsafaevaishapsqpadfaoysysssfgfreffffggg. Vosotros podéis llamarme Antonio,
será más adecuado para vuestra inteligencia. Soy una forma de energía que
vosotros nunca entenderéis. Si queréis podéis decir que soy extraterrestre,
aunque en realidad siempre he vivido con vosotros. Pero así, seguramente os
quedaréis más tranquilos.
Os hemos estado observando en los
últimos milenios y habéis progresado, ciertamente que sí, pero no siempre en el
camino correcto.
Hasta este momento, os hemos
dejado hacer, pero ahora vuestra irresponsable forma de vida está destruyendo
la casa en la que habitáis. Y lo hará de forma inexorable si no hay un cambio
inmediato.
En realidad, eso no nos
importaría mucho porque cada cual debe pagar las consecuencias de sus actos.
Sin embargo, y ahí está el
problema, es que en vuestra casa, lo que vosotros llamáis planeta Tierra, habitan otros seres inteligentes, sensibles y
nobles que no merecen el destino que vosotros les estáis imponiendo y es por
ese motivo por el que hemos decidido intervenir.
Lleváis ya décadas buscando vida
inteligente fuera de los confines de la Tierra, en el espacio exterior, por
todos los medios que vuestra tecnología os permite. Jamás se os ha ocurrido
buscarla aquí en vuestra casa. Y es ahí por donde deberíais haber comenzado.
Si lo hubierais hecho, habríais
descubierto miles de millones de seres sensibles con cuya inteligencia podríais haber aprendido mucho. Vosotros los
llamáis animales y plantas. Para nosotros son solamente unos seres más a los que
proteger.
Se os dio poder sobre ellos, se
les puso a vuestra disposición, pero habéis abusado tanto de ellos, poniendo
incluso su casa en peligro, que hemos decidido intervenir.
Hemos estado pensando en cómo
hacerlo. No es fácil encontrar una solución para un problema grave que
involucra a miles de millones de personas. Y más difícil es aún conseguir que
esa solución sea duradera, que cambie la mentalidad de tanta gente y, que
incluso, sea definitiva.
Me temo que la solución que
hayamos decidido implantar no sea perfecta, ni justa, probablemente tampoco sea
ética, puesto que por más que persigamos un fin superior, provoque grandes
sufrimientos.
Desgraciadamente, la naturaleza no
es justa puesto que un león devora a una gacela aún viva y además deja a su
tierna cría desamparada. Ni siquiera vuestra vida lo es, ya que, muchas veces,
los más torpes ocupan los puestos de responsabilidad o los más buenos y
serviciales son sacudidos por accidentes o graves enfermedades.
Por eso, hemos decidido diseminar
un virus por el mundo. Un virus que en un instante os hará a todos iguales:
ricos y pobres, blancos y negros, gordos y delgados, guapos y feos, cristianos
y musulmanes, budistas, taoístas, agnósticos y ateos.
No será un virus letal para toda
la humanidad, pero sí lo suficientemente dañino para llenaros a todos de
angustia. Todos seréis iguales de golpe. Ni los poderosos sentados en sus
lujosos despachos o en sus amplias mansiones podrán sustraerse a la angustia de
ser contagiados. Ni a la angustia de saber si sobrevivirán en caso de ser
infectados.
Aun usando todo su enorme
patrimonio y poder, no podrán comprar la seguridad de que uno de sus hijos no
sea infectado y que como consecuencia de ello, muera.
El enorme dolor que os causará,
también os dará la oportunidad de crecer como personas y como especie.
Quizás de este modo aprendáis que
ni los futbolistas, ni los famosos con sus grandes salarios y prestigio social,
pueden fabricar una vacuna para vosotros. Quizás de este modo os deis cuenta
que los cantamañanas pueden dirigir países y empresas pero sólo en tiempos de
bonanza en los que todo rueda solo y, que para tiempos difíciles, necesitáis
personas inteligentes y bien preparadas para hacerlo. Pensad en ello cuando
votéis.
A lo mejor os dais cuenta ahora
que necesitáis un estamento científico motivado, bien pagado y valorado
socialmente, para afrontar con unas ciertas garantías el futuro.
Es posible que ahora os deis
cuenta de que el dinero ni se come, ni cura y, que para que sirva para algo,
tiene que haber gente valiosa que lo transforme en medicinas y comida.
Pero si sabéis sacar partido de
la adversidad, aprenderéis qué es lo realmente importante. Colocaréis cada cosa
en su sitio y las cosas auténticamente importantes volverán a los primeros
puestos de vuestras prioridades vitales.
Si sabéis sacar partido de la
adversidad, os uniréis para luchar contra este enemigo común y compartiréis
todos los avances científicos que se vayan produciendo en la lucha contra el
virus. Los países más ricos y menos afectados proporcionarán ayuda a los más
afectados para que cuando los últimos se recuperen, ayuden a los primeros.
Si sabéis sacar partido de la
adversidad pondréis definitivamente la prioridad en la salud y el bienestar de
los ciudadanos frente a la economía.
Porque la economía es solo un castillo de naipes que puede derrumbarse
ante el más mínimo avatar de la naturaleza.
Si sabéis sacar partido de la
adversidad, os daréis cuenta que solo sois un gigante con pies de barro.
Reflexionaréis, os volveréis humildes y reconoceréis vuestra pequeñez en el
inmenso universo en el que nos encontramos.
Sé que os gustan los juegos, que
incluso los usáis para entrenar a los directivos a enfrentarse a las
situaciones difíciles. Pues bien, ahora estáis dentro de una gigantesca “escape
room”, y solo unidos podréis enfrentaros al virus con ciertas garantías de
vencerle sin que haya demasiadas secuelas.
Por último, si sabéis sacar
partido de la adversidad, aprenderéis a luchar unidos contra los graves
problemas a los que tendréis que enfrentaros cuando venzáis al virus. Lo que
viene después es tan grave o más, solo que sus efectos serán más lentos e
imperceptibles.
También quiero daros un mensaje
de esperanza. Tenéis un potencial inmenso y podéis conseguir lo que os
propongáis. Es solo que tenéis que remar en la misma dirección postergando los egoísmos
nacionales, partidistas, o individuales.
Los físicos y matemáticos saben
bien de lo que hablo: cada ser humano es un vector que apunta a una dirección
determinada. Si cada vector apunta a una dirección al azar, la suma vectorial
de miles de millones de ellos es cero. Si los miles de millones de vectores
apuntan en la misma dirección, la suma es enorme.
Os deseamos que aprendáis la
lección y que el alto coste que pagaréis ahora, no sea en vano. Aprovechad esta
segunda oportunidad que el virus os va a dar.
Las pantallas volvieron lentamente a mostrar la imagen que
tenían antes del mensaje y una vez pasada la confusión inicial se produjeron
los primeros comentarios. Parecía una broma, pero era difícil no tomárselo en
serio, habiendo visto todas las pantallas encenderse simultáneamente para
transmitir el mensaje.
Las discusiones estaban en su punto álgido cuando alguien leyó
una noticia que hasta entonces había pasado desapercibida: “Un coronavirus
causa cien muertos en la ciudad china de Wuhan”…
(Continuará)
Los siguientes capítulos los escribiremos entre todos.
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Comencé a escribir La solución definitiva en enero de este
año 2.020 para abordar problemas actuales desde otra perspectiva (de momento llevo 3 capítulos, suelo empezar series que nunca acabo, pero en fín, como tampoco me pagan, mi editor es poco exigente).
Aquella Solución definitiva era ligeramente distinta. En ese momento, ni en los peores pensamientos podíamos imaginar la situación actual,
aunque ya empezaban a describirla en ciudades lejanas.
Me temo que esta otra podría haber sido una alternativa a
esa Solución Definitiva que imaginé. Lo temo en una mezcla de terror y de
esperanza. Centrémonos en la esperanza y aprendamos la lección.
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Monografías de Siguiente Nivel
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Estos son los objetivos y estos otros los sueños de Siguiente Nivel. Si se parecen a alguno de los tuyos,
ayuda a su difusión, compartiendo, comentando o marcando “me gusta” en las
publicaciones o en la página.
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Las ideas aquí expuestas no tienen porque estar en lo cierto. Son solo una
visión de la realidad.
Es poco probable que alguien se encuentre
en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que cada uno
desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión.
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