Críticas por doquier




A finales del siglo XVII Sir Isaac Newton publicaba sus Principios matemáticos de la filosofía natural en los que formulaba sus famosas leyes del movimiento. La primera de ellas es la ley de la inercia que dice algo así como que en ausencia de otras fuerzas, lo que está en movimiento seguirá en movimiento y que lo que está parado seguirá parado.
Es bastante intuitivo. La propia palabra inercia nos lo dice, es la tendencia a seguir como uno esté y la resistencia al cambio.
En su segunda ley, Newton establecía la relación entre la fuerza aplicada y la aceleración que una masa determinada conseguía. Algo que matemáticamente queda tan elegante y sencillo como F = m · a, pero que desarrollarlo desde cero debió tener su enjundia…
Como ya supongo que os he aburrido bastante y a estas alturas ya habréis dejado de leer, puedo aclarar por dónde voy.
Es una pena que no haya habido después mentes preclaras como esta del señor Newton que hayan aplicado las leyes de la inercia a los comportamientos sociales e individuales y formularlos matemáticamente con tal sencillez.
Si así hubiera sido nos sería más fácil entender y predecir algunos comportamientos humanos.

Aunque la formulación matemática (de poder realizarse) sería compleja, lo que no lo es tanto y está al alcance de mentes más normalitas es establecer paralelismos entre estas leyes del movimiento y lo brutos que nos vamos haciendo.

Veamos. La inercia en física (resistencia al cambio de estado), que está asociada a la masa, sería equivalente a lo testarudo que es uno. De tal forma que una persona muy inercial sería un testarudo redomado y una persona ligera sería una persona digamos más abierta.
Normalmente a medida que vamos cumpliendo años, nuestra mente va adquiriendo inercia o peso o nos vamos haciendo más testarudos, como queramos verlo. Testarudos, insisto, en el sentido de que somos incapaces de cambiar fácilmente de opinión o de ideas.

Los partidos políticos se alimentan de testarudos. Hay quien vota al PP caiga quien caiga y quien vota al PSOE llueva, truene o nieve. Son la base asegurada, su apoyo basal. Así que las campañas se hacen ignorándolos por completo y centrando su atención en las personas de inercia floja (bueno, llamémosle ligera) porque aplicando la segunda ley de Newton F = m · a, con una pequeña Fuerza (argumentos ligeros, insultos, etc), como su Masa es poca, la Aceleración que se les produce puede ser suficiente para cambiarles su intención de voto.
Para los otros, los de inercia alta, se necesita una Fuerza grandísima para provocarles la Aceleración suficiente como para que cambien de opinión. Un ejemplo es lo que dijo el presidente americano en las últimas elecciones. Algo así como que podía ponerse a pegar tiros en la calle matando a gente y no perdería ni un solo voto. Tan seguro estaba de la enorme Masa inercial de sus votantes.

Este post no es una crítica ni a los que no cambian de opinión ni a los que cambian de opinión con excesiva facilidad. Es una llamada a la reflexión sobre nuestras actitudes, porque ambas posturas tienen sus puntos buenos y malos. Además todos tenemos algo o mucho de ambos.
El votante fiel debería analizar su fidelidad. ¿A qué soy fiel yo? ¿A las siglas de un partido o a las ideas de un partido?
Tiene sentido ser fiel a las siglas de un partido pero solo si te pagan por ello. Si no, lo coherente es ser fiel a unas determinadas ideas. Si el partido que tradicionalmente las ha defendido, deja de hacerlo, lo lógico sería cambiar de partido y buscar otro cuyas ideas se parezcan más a las propias.
El votante promiscuo debería analizar su promiscuidad. ¿Qué busco yo? ¿gente que hable bien, gente guapa? ¿gente moderna que no se parezca a los carcas de siempre?

A la luz de la teoría de inteligencia inercial que he desarrollado en cuatro párrafos (hay que ver, y a Newton le llevó un montón de días de estar tumbado debajo de un manzano hasta que por fin una manzana le descalabró -por cierto, un bulo de la época-), podemos analizar los comentarios de las redes sociales.
Un mismo hecho es analizado por distintas personas. Las personas de alta inercia, siempre lo hacen desde la misma perspectiva, echando las culpas al gobierno (o a la oposición). Eso las de un lado,  porque las del otro, no solo encuentran justificación a lo que hace el gobierno (o la oposición), sino que lo alaban y no ven una forma de hacerlo mejor.

Señoras y señores de ambos lados, si nadie les paga, ¿no podrían ver las cosas desde una perspectiva distinta? Dicho desde la teoría de la inteligencia inercial que me acabo de inventar, ¿no podrían poner su inteligencia a hacer abdominales para rebajar peso y que su inercia les permitiera moverse hasta percibir otros puntos de vista?
Ahora voy con los de inteligencia tan famélica que cualquier pequeña fuerza les impulsa una aceleración suficiente para cambiar de opinión. ¿No sería conveniente dar unas pocas vitaminas a esa inteligencia y ponerla también a hacer ejercicio para hacerla un pelín más robusta?
¿Y yo?, ¿Donde me posicionaría si tuviera que enjuiciarme de acuerdo a la teoría de la inteligencia inercial que espero se haga tan famosa que se estudie en los colegios?
Me temo que yo, como casi todo el mundo, esté en los dos grupos y tenga aspectos de mi inteligencia que sean tan pesados que requieran gimnasia a ver si me adelgazan y otros que convendría vitaminizar para que se hagan más robustos.

Para terminar, todos estos retorcimientos mentales que habrán aburrido hasta al único lector asiduo que tengo (¡gracias, Sebas!), nos llevan a dos conclusiones básicas que la sabiduría popular conocía desde hace siglos:
  • Primero: Nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira. Aplicable a las supercríticas y superapoyos a los actos del gobierno, la oposición u otros personajes públicos.
  • Segundo: La virtud está en el término medio. Ni mentes pesadas, ni mentes vaporosas, sino mentes equilibradas. Sugiero dedicar el tiempo adicional que el confinamiento nos trae para equilibrar nuestra mente.

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