El Materialismo: la nueva religión
Durante casi cuarenta años, el tiempo que duró la dictadura de Franco en España, hubo una religión única aceptada: la religión católica.
En ese tiempo, no era posible pensar distinto y no era infrecuente que el cura del pueblo (al menos algunos, nunca conviene generalizar) pegara un par de guantazos a los chavales que no iban a misa o no se confesaban con la regularidad necesaria.
Fruto de esas prácticas (y otras) tan poco ortodoxas proceden algunos de los odios atávicos que algunos sienten por la religión, en especial por la católica, en España.
Lo que es curioso es que el odio se sienta por la religión en lugar de sentirse por aquellas personas en concreto que, siendo sus representantes y abusando de su poder, traicionaban los principios básicos del cristianismo (es decir, el amor, el perdón, la humildad, la hermandad, la solidaridad...) haciendo justamente lo contrario de lo que predicaban.
Mal estuvo forzar una religión, sobre todo porque los primeros cristianos convencían a otros no por la fuerza, ni siquiera por lo que decían, sino más bien por lo que hacían y más que perseguidores eran perseguidos.
Si mal estuvo aquello, mal está la tendencia actual (a mi juicio, claro está) que se basa en criticar todo lo que se sale de una especie de pensamiento único que viene marcado por un sentimiento social que procede no se sabe muy bien de donde, pero que impregna el ambiente.
Las religiones en España en general, y la católica en particular, probablemente por ese pasado al que aludíamos antes, no tienen buena prensa. Una persona religiosa es asociada en ocasiones con una persona retrógrada e inculta, casi cazurra. De todo habrá en la viña del Señor, no digo yo que no se dé algún caso así, pero generalizar es de todo punto injusto.
Todo ello, por contra, sin hacerse consciente de que la sociedad actual está cayendo, sin saberlo, en eso que parece estar tan fuera de moda: una nueva religión. Una que podríamos denominar materialismo.
Y es que no hay mayor esclavitud que la que se reviste de libertad ni mejor religión que la que se reviste de laicismo.
El materialismo, la nueva religión, tiene todos los ingredientes para llamarse así. Tiene un cuerpo de creencias no sustentada en la razón, tiene sus propios mandamientos, tiene su propia ética e incluso tiene sus propios sacerdotes.
Su dios es el dinero, y sus santos el poder, la juventud y la belleza (de acuerdo a cánones estrictos). Los mandamientos del materialismo son:
- Amaras al dinero sobre todas las cosas
- No tomarás la publicidad en vano
- Disfrutarás las fiestas comiendo y bebiendo hasta reventar
- Honrarás a tu cuerpo
- No pensarás
- No cometerás actos solidarios.
- No engordarás
- No envejecerás y harás lo imposible por parecer joven
- Opinarás lo que opina el resto
- No codiciarás el chalé del político o del futbolista.
Como todas las religiones, esos mandamientos generan una ética. Es una ética basada en el placer de los sentidos, la ocultación del sufrimiento y la huida del esfuerzo por lo que de sufrimiento tiene. El que se esfuerza, el que cumple, es automáticamente clasificado de pringao y excluido de la élite del materialismo.
Y naturalmente, el materialismo tiene sus propios sacerdotes. Son esos individuos que salen en la tele mostrándonos lo bien que viven sin realizar esfuerzo alguno. Van de fiesta en fiesta y a cambio, solo tienen que darnos sus sermones (disfrazados de tertulias) en alguno de los muchos programas de televisión que hay al efecto.
En esta nueva religión, solo lo que se percibe con los sentidos existe. Cualquier referencia a lo trascendente, a lo sagrado, provoca al menos una sonrisa, cuando no una abierta hilaridad.
La ciencia, a menudo, se ha utilizado para reforzar el materialismo e incluso, algún científico, saliéndose de su papel y convirtiéndose en sacerdote del materialismo, ha intentado demostrar la no existencia de Dios, base de todas las religiones.
Sin embargo, probablemente no sea posible demostrar la existencia de Dios, pero tampoco su no existencia y la fe (creencia sin una base demostrada) será necesaria para ambas cosas.
El indudable orden, perfección, simpleza y a la vez complejidad del universo que en otro tiempo se usó como demostración de la existencia de una Inteligencia Creadora, ahora se va explicando a través de distintas leyes naturales, por lo que algunos científicos usan la ciencia para decir que Dios no es necesario en la creación y en eso basan la demostración de su no existencia.
Para el creyente, en cambio, esas leyes que la ciencia va descubriendo, son solo la herramienta con la que Dios se sirvió para la creación del universo y así, el big bang, la materia oscura, los agujeros de gusano y cuantas teorías surgen a la luz de la nueva cosmología, forman parte del diseño del Creador.
El hombre es un animal religioso. Religión se tiene, sea impuesta o inventada u oculta, como a mi juicio está pasando ahora.
Cada uno es libre de elegir la religión que quiera, el problema del materialismo es que va dejando tirados a sus feligreses a medida que pasa el tiempo.
Su máxima principal, "disfruta como si no hubiera mañana", tiene el inconveniente de que por mucho que hayas disfrutado, el mañana llega y según transcurren los años, la vida deja de darte cosas y empieza a quitártelas (esta frase la oí en una de las películas de Indiana Jones y nunca la he olvidado).
De ahí que para el materialista, la madurez es el comienzo del fin, la vejez es sólo la antesala de la muerte, y las residencias para ancianos, el lugar donde esperarla.
En cambio, en las religiones trascendentes, la esperanza permanece a poco que se cultive porque no depende de lo que se deteriora (la belleza, el cuerpo), lo que se pierde (el dinero, la juventud), ni de los amores del mundo (nos dejan voluntaria o forzadamente).
Santa Teresa de Jesús, murió a los 67 años de un cáncer de ovarios y seguramente con metástasis, a juzgar por los grandes dolores que dicen padecía (aguantados a pelo, sin drogas). Pero hasta los últimos días de su existencia con esa cruel enfermedad, se los pasó, como tantos otros, viajando malamente por los campos de Castilla cumpliendo lo que creía su misión. Es obvio que las motivaciones trascendentes son inmensamente poderosas.
Igualmente, las sociedades tecnológicamente atrasadas de la edad media, construyeron obras tan bellas y complejas como la catedral de Burgos. Obras cuya construcción duraban siglos y cuyos objetivos traspasaban el tiempo. Todo ello gracias a esa inspiración, a esa motivación que el cristianismo producía.
¿Qué motivación colectiva podría impulsarnos a hacer algo similar actualmente?
Y de forma individual, nuestra religión materialista, ¿adonde nos conduce? ¿quizás a un coche más grande? ¿a una operación de domingas?
¿Y donde quedará nuestra ilusión cuando el coche se abolle o las domingas se caigan?
Pues nos quedaremos tan vacíos como estábamos antes, como hemos estado siempre.
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