Acogotados vivimos



Me hubiera gustado titular este post con la palabra que resulta de cambiar solo dos letras en la primera. Sin embargo como este es un blog “soft”, intento evitar los tacos (aunque no siempre lo consiga). Imaginaos que he usado esa palabra, porque ésa y solo ésa es en la que estaba pensando.

Y es que no es para menos. Vivimos acogotados (por favor, sustituid por la otra) porque la realidad que nos transmiten los medios no es para cortarse las venas, no. Es para dejárselas largas y hacerse trenzas con ellas.

Hagamos un breve repaso al contenido de los telediarios y las portadas de los periódicos. Básicamente hay tres noticias que ocupan su contenido

1.       Coronavirus. Es natural que este tema ocupe portadas, está condicionando nuestras vidas de una manera que hace meses nos hubiera parecido impensable. Pero, ¿el tratamiento que se hace de este tema, ¿es positivo?
Ya sé que un tema tan negativo no puede positivarse fácilmente, pero menos aún si nunca se ha pretendido ni se pretende.
Veamos:
Casi todos somos conscientes de lo dramático del asunto porque conocemos de cerca (algunos muy de cerca, desgraciadamente) la gravedad del asunto. ¿A qué estar recordándolo continuamente?
Alguien puede responder a esa pregunta diciendo: “Es que hay mucho descerebrado insolidario que se salta el confinamiento a la torera y nos pone en peligro a todos. Hay que meterle miedo”
Perdonadme, pero esa gente no ve los telediarios ni lee la prensa. Esto mismo me recuerda a una brillante iniciativa que para reducir la siniestralidad en algunas carreteras secundarias se bajó el límite de velocidad permitido. Pero vamos a ver, el que no respetaba el límite de 90, ¿va a respetar el de 70?. Son los pobres pringaos que cumplen las normas los que se fastidiarán. Escribí un post al respecto

La única forma positiva de abordar el tema del coronavirus es centrarlo en los aspectos preventivos y en la posible evolución de los tratamientos y las vacunas. Eso daría esperanza a la población, pero todos sabemos que la esperanza y la ilusión es lo primero que intenta matarse en un colectivo al que se pretende controlar.

2.       Situación económica. Esto es graciosísimo. Oyes las noticias y es como si todos, de repente, nos hubiéramos caído de un guindo y apareciéramos en un planeta que nos es ajeno.

Vamos a ver: que se decidió parar la economía para que el virus no se extendiera. ¿Nos puede sorprender que el paro haya subido como no lo había hecho en ninguna crisis? ¿Nos puede sorprender que el Producto Interior Bruto haya bajado nosecuantos puntos?

Esto es lo mismo que si te pegas un martillazo en el dedo índice y luego estás todo el rato abriendo las portadas de los periódicos con lo que te duele el dedo. ¿No habíamos quedado que en el dedo había un escorpión y si nos picaba nos íbamos para el otro barrio?
Era necesario el martillazo. Así que dejémonos de ver cuánto nos duele el dedo y vamos a ver como lo arreglamos, si le ponemos árnica, le vendamos, nos tomamos un paracetamol o qué.
Pero no. Hay que centrarse en lo mal que está la economía y lo mal que va a ir, generando una angustia añadida al coronavirus, de tal forma que todos empecemos a pensar algo así como que si no nos mata el coronavirus, nos vamos a morir de hambre.

Consecuentemente, por mucha ilusión que nos haga salir de casa y retomar nuestra vida normal, nadie está pensando en gastar dinero con alegría (siempre con conciencia ecológica y social, naturalmente), si no que todos estamos pensando en ahorrar lo máximo posible, guardar el poco dinero que tengamos debajo de la alfombra (el que lo tenga) y a esperar mejores tiempos. En definitiva, se está cociendo a fuego lento la próxima profunda y duradera crisis económica. El miedo es el mejor ingrediente para las crisis y los medios son los cocineros que lo añaden en abundancia.

3.       Las ocurrencias políticas. Este es el tercer tema fundamental de las noticias: Las declaraciones y rifirrafes de los políticos de todo signo y condición.

No sé a vosotros, pero a mí, estas polémicas me llenan de desesperanza porque me da la sensación de que es como si la solución a nuestros graves problemas estuviera en manos de críos pequeños.  Algo así como si te estuvieran a punto de desahuciar y tu abogado estuviera preocupado por si van a ser los mossos d'esquadra o la guardia civil quien ejecute el desahucio.

Y lo que me llena más aún de desesperanza es que todos parezcan estar en una campaña electoral permanente. Ahora les ha dado por hacerse fotos que muestran lo apesadumbrados que están por el drama del coronavirus. Joder (con perdón, ya dije que intento evitar los tacos, pero alguno se me escapa), eso ya lo suponemos.

Sentaos en vuestros grandes y lujosos despachos y poneos a trabajar, dejad las fotos y los reportajes para las campañas electorales. Que no tengamos noticias de vosotros salvo para oir soluciones ya consensuadas. Y mientras no haya consenso, os calláis y os llamáis por teléfono para conseguir el consenso, día tras día, semana tras semana en un trabajo silencioso. Y cuando haya resultados (que si se trabaja así, antes o después los hay), se hace público, sin autobombo, reconociendo los méritos del oponente por sus cesiones.
Ah no, que eso no es posible, que esto es España.

No hace falta justificar la propia incompetencia con lo malos que son los otros y por cuya culpa no hay forma de llegar a un acuerdo.

A mi juicio, el problema de los políticos actuales es que sólo saben hacer campaña. No han comprendido que después de las campañas hay que sentarse en los despachos y trabajar, de ahí que sus colaboradores más cercanos sean asesores de imagen en vez de brillantes gestores, economistas, científicos y juristas.

Viven en torno a las encuestas (por eso controlarlas es tan importante), y a las técnicas de mercadotecnia en el que el producto que intentan vender somos nosotros. Sin duda, necesitamos otra generación de políticos (aunque muchas veces pienso que esta generación de políticos es la que corresponde a esta generación de electores, y me temo no tenga solución).

En consecuencia y para terminar, como vemos, las principales noticias están destinadas a hundir a la gente en la más absoluta miseria. ¿Por qué? Porque aprovechándose de nuestra querencia innata hacia las malas noticias (si no fuera así, apagaríamos los telediarios y dejaríamos de leer la prensa), nos sumen en una desesperanza sin ilusión, sin expectativas, sin proyección de futuro y nos transforman en una masa pasiva, inerte que solo espera pasar otro día más, inactiva, incapacitada.

Seguramente, esta ha sido siempre la forma más sencilla de anular a una masa de gente y tenerla controlada. ¿Es esto lo que realmente queremos para nosotros? 

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