El engaño de las bombillas LED


Ya he dicho en algún post anterior que adoraba la tecnología. Eso era antes, cuando imaginaba las millones de cosas positivas que se podían hacer con ella. Ahora viendo lo que en realidad se hace, me da cierto repelús. Baste recordar lo que se ha conseguido en poco años con los móviles y como, sin darnos cuenta, nos están esclavizando. 

Las bombillas LED es otro ejemplo del mal uso de la tecnología. Y eso que es fascinante. Ante una bombilla LED estamos sintiendo en directo los efectos de la física cuántica. 

La bombilla antigua, la de incandescencia basa su funcionamiento en hacer pasar muchos electrones por un conductor, cuantos más hacemos pasar, podemos imaginar que como casi no caben, rozan con las paredes y producen tanto calor que al final el conductor se pone al rojo y emite luz, pero también desperdicia la mayor parte de la energía en forma de calor. Es una tecnología un poco bestia puesto que se basa en hacer sufrir a los pobres electrones.

Las lámparas fluorescentes son un poco más sofisticadas, se hace que un conductor pierda electrones, los aceleramos mediante una diferencia de potencial y al pegarse porrazos contra un material fluorescente, éste emite luz. Aquí los electrones también sufren al pegarse el castañazo, pero son menos, de ahí que el fluorescente gaste menos que las bombillas incandescentes.

Pero los LED son de otro nivel, porque la luz se genera cuando un electrón salta de un nivel energético a otro inferior dentro del mismo átomo. La diferencia de energía se compensa emitiendo un fotón, es decir, luz en estado puro. Aquí no hay ni castañazos ni rozaduras y el electrón es como si se tirara por un tobogán. No hay violencia. 
Física cuántica en acción como os decía. Es supereficiente, y prácticamente toda la energía que consume se transforma en luz. De hecho, se puede tocar la lámpara y apenas se nota caliente.

Pero llegó el dinero y lo pervirtió todo. Como siempre alguien pensó: si hacemos una bombilla supereficiente, que dure un montón de años, cuando todo el mundo tenga las suyas, ¿qué vamos a vender nosotros? 
Y aunque en las cajas de las bombillas LED dice que duran (dependiendo del precio) entre 10.000 y 25.000 horas, y aguantan unos 100.000 encendidos y apagados, las bombillas LED fallan más que una escopeta de feria y no sé si alguna cumplirá lo que dice (aún no ha pasado el tiempo suficiente) pero sí que he visto que muchas mienten. De ahí que hable del engaño de las bombillas LED en el título.
10.000 horas de vida significa 10 años usándola 3 horas al día. Ni de coña. 
A mi ya se me han fundido un montón. Recuerdo especialmente una que compré en un supermercado, y a los 6 meses se fundió. Cogí la bombilla, la caja y el ticket que había guardado cuidadosamente dentro. para esta contingencia, y me presenté en el supermercado y les dije: en la caja pone 10.000 horas de vida, lo que es equivalente a un contrato, hace 6 meses que la compré, haga cuentas, suponiendo que la hubiera tenido encendida las 24 horas, estaríamos hablando de poco más de 4.000 horas. 

Yo iba con ganas de discutir, pero me la cambiaron sin rechistar. Puse la nueva y a los seis meses volvió a fundirse y yo repetí la faena, me cogí el ticket antiguo y la caja y volvieron a cambiármela. De nuevo, esta última se volvió a fundir pasados seis o siete meses, y esta vez, ya me dio vergüenza y no volví. Directamente me compré otra de otra marca. 

Pero se me siguen fundiendo. Tengo plafones en los que conviven bombillas incandescentes milenarias (no me gusta tirar nada que funcione) con otras LED y se funden antes las LED que la milenaria. 
Hace poco se me fundió una LED con tres años de funcionamiento, no está mal, diréis. No, si no fuera porque en la caja decía que duraría 25 años, y por eso costó más.

Resumiendo, es siempre la misma historia: con las bombillas LED se consume menos electricidad, pero si se usan componentes electrónicos malos a propósito para que fallen pasado un tiempo, estamos haciendo un pan ecológico con unas tortas ecológicas. Es decir, tenemos que fabricar, transportar y eliminar miles de millones de bombillas LED que nunca debieran haberse fundido.

Alguien debería hacer algo, porque sinceramente, ni yo, que soy bastante friqui, voy a ir con el ticket de una bombilla comprada hace tres años pidiendo al de la tienda que me la cambie por otra, puesto que en el envase dice que dura 25 años. Lo mismo hasta han cerrado la tienda. 
Son los gobiernos, la Unión Europea o qué sé yo, los que deberían asegurarse de que se cumplen las normas. Lo que ocurre es que la preocupación por el medio ambiente es solo de boquilla, porque las cosas evidentes, como que un producto no se rompa porque sí (obsolescencia programada), nadie las vigila. 

Esa preocupación por el medio ambiente se está convirtiendo en algo casi mitológico, pero se queda en las palabras, en las emociones. De ahí a hacer cosas obvias, va un abismo. ¿Porqué los electrodomésticos de antaño podían durar 25 ó 30 años sin despeinarse y los de ahora con diez ya van servidos? ¿por qué cambian las medidas de los electrodomésticos cuando les da el punto? Sí, para eso, para que cambies la cocina entera, y si no lo haces, para que te quedes con ganas, porque has tenido que comprar un frigorífico raquítico ya que es el único que entra en el hueco que tienes.

Hablando de enfoque mitológico de la ecología, hay un anuncio de una cerveza que lo ves y se te saltan las lágrimas: unas señoras y señores bailando se enfrentan a la destrucción de la civilización, representada por una excavadora, sanando las heridas de la madre Tierra (ojo porque la palabra "madre" se menciona refiriéndose a la Tierra, esto ya tiene tintes religiosos), recogiendo toneladas de plástico del mar y todo ello para decir que la cerveza en cuestión ha sustituido las anillas de plástico que unen las latas, por cartón. Buena iniciativa, sin duda, pero ¿es suficiente?. Ciertamente, menos es nada.

Lo bueno es que la canción del anuncio termina con las palabras “debe haber otra forma de vivir”. Claro que la hay, pero esa forma de vivir incluye, entre otras muchas cosas, beber menos cerveza. Saboreando cada sorbo y no bebiéndola como si fuera agua para luego ir a mearla cada quince minutos, y eso sin dolencias de próstata.

Es la hipocresía de la sociedad actual, nos cargamos el planeta con nuestro consumo desaforado, decimos que estamos luchando contra el cambio climático, que protegemos la naturaleza, pero seguimos animando al consumo (que es el destructor del planeta) usando todas las estratagemas posibles, desde hacer que las cosas se rompan antes de tiempo, a crear aplicaciones y programas que solo funcionan en los teléfonos u ordenadores más modernos (tira el viejo y cómprate uno nuevo), pasando por animar al consumo insensato de todo tipo de artículos innecesarios, así como comidas y bebidas perfectamente preparadas e hiperenvasadas.

Lo malo, ya lo hemos dicho más veces, es que todo el tenderete económico de la sociedad actual se sustenta en el consumo, en un círculo vicioso tal que, para que podamos vivir dignamente todos, sea necesario un consumo creciente. Nadie está intentando cambiar ese enfoque, a pesar de que el actual nos lleva a un callejón sin salida. Lo repetiremos una vez más, la solución es centrarse en la calidad de los productos y no en la cantidad: una nueva economía.

Debe haber otra forma de vivir, sí. Pero no es la que nos venden en la publicidad, y ni mucho menos la que la sociedad sigue imponiendo a pesar del coronavirus y la evidencia del cambio climático con estos agradables días veraniegos con cuarenta grados a la sombra.

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