Antisistema (I)

Siempre que se evite la violencia, las tesis antisistema pueden ser tan defendibles, dialécticamente hablando, como cualquier otras. Lamentablemente, suelen estar asociadas a movimientos violentos que le dan mala fama.

Escuchando los telediarios es fácil concluir que hay al menos dos tendencias claramente antisistema que están adquiriendo cierta importancia últimamente

La primera es la protagonizada por el expresidente de la Generalitat actualmente huido de la justicia española.
Este hombre se ha empeñado en cuestionar la validez de las leyes en vigor, tergiversarlas y buscar el más mínimo resquicio para sortearlas. Todo ello aprovechando al máximo (si no burlándose de él) el garantismo que las leyes españolas y europeas ofrecen a sus ciudadanos.

Obviamente, no es que las leyes no se puedan cuestionar, pero ante todo deben cumplirse y si no gustan, pelear para cambiarlas por los procedimientos que los Estados de derecho proveen.
Es cierto que esto no deja de ser un problema si no se consigue suficiente consenso para cambiar la ley en el sentido que se quiere, pero al fin y al cabo por eso lo llaman democracia.
Me pregunto si una vez instaurada la República-paraíso de Cataluña, incumpliría con igual facilidad las leyes republicanas que no sirvieran directamente sus intereses.

Pues bien, este señor está haciendo por desestabilizar el sistema (Estado español y Unión Europea), bastante más que las violentas manifestaciones antisistema que acompañan todas las cumbres europeas o mundiales, de ahí que goce del apoyo de los partidos que creen que destruyendo el sistema se puede construir otro mejor (desgraciadamente, la nueva sociedad así construida, también sería un sistema con sus correspondientes antisistema)

Siempre he sido partidario de la evolución de las personas y las sociedades, en una suerte de mejora continua hasta alcanzar el bienestar y la justicia y social.
Es algo así como aplicar las técnicas Kaizen al sistema (descomponer un gran cambio en muchos cambios pequeños que se producen poco a poco)

Y soy partidario de la evolución frente a la revolución porque los mecanismos revolucionarios para alcanzar esos mismos objetivos suelen tener unos efectos colaterales (históricamente demostrados) muchas veces impagables.
Reconozco que no siempre es posible la evolución lenta y paulatina porque los mismos que ostentan el poder se oponen a cualquier cambio, por pequeño que sea, con tal de salvaguardar su posición, y el salto al vacío puede ser la única salida para los fuertemente oprimidos.

Afortunadamente, viendo la evolución de la sociedad occidental desde la Segunda Guerra Mundial, podemos ser optimistas y confiar en que no sea necesario destruir el sistema para mejorarlo.

Una segunda tendencia antisistema es la del bitcoin y otras criptomonedas, pero eso ya lo dejamos para el siguiente post que este ya está quedando largo.

A disfrutar de la semana.

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