Subcontratando III
No, exactamente -respondió Arturo-. Sus clases tenían mucho éxito. Le ofrecísteis hacerse autónomo y pagarle a través de facturas. Luisgon aceptó y así siguió un tiempo. Luego fuisteis aumentando las exigencias. Tenía que ser una especie de empresa que garantizara la sustitución en caso de que él no pudiera asistir. Lo siento, pero la burocracia y el garantismo os pierde. Aún así, Luisgon aceptó y se buscó un sustituto cualificado, lo cual le permitió permanecer en tu Ayuntamiento un curso más. Sin embargo, al siguiente tu concejal de Mayores o simplemente alguien de tu Ayuntamiento que selecciona las empresas que os prestan servicio, se le metió entre ceja y ceja que quien debía dar las clases debía ser una empresa específica.
Tenías razón, no conocía el tema. -dijo Vicente- Al final largaron a Luisgon, ¿no?
Eso es. Contrataron a una especie de academia con muchos trabajadores. Algunos antiguos compañeros, le contaron a Luisgon que la clase que él daba se fue quedando sin alumnos hasta que prácticamente desapareció. Y es que, aparte de que añoraban la simpatía de Luisgon, si un abuelo preguntaba al profesor, “oye que no me acuerdo de como se entraba en mi cuenta del banco”, le decían, “lo siento este es un curso de Office, tienes que apuntarte a uno de Internet”. Total que los abuelos pasaron del curso.
Vuelve a ser triste. ¿Y aquí es cuando Luisgon encontró el trabajo de jardinero?
Pasó un tiempo en el paro, y al final, sí, encontró ese trabajo. Como es un tipo listo y optimista, sigue estudiando. Se miró cosas de jardinería y el jardín del hotel, es uno de los más bonitos que puedes ver en Villabajo. De hecho me impresionó y estoy pensando en contratarle para el Ayuntamiento de Villarriba. Será fácil, le ofreceré un sueldo digno y eso será suficiente, porque será más del doble de lo que cobra ahora.
Luego dices ¿es que todo es dinero? -dijo Vicente
No. Es dignidad. Cada trabajador merece su salario y vosotros no pagáis según el esfuerzo y la competencia, pagáis según la afinidad a vuestro partido. No os extrañe si se os van los más competentes y solo se quedan los vuestros y los que mejor os lamen el culo.
Eso no es verdad. Siempre estás con lo mismo. Para empezar, no conocía la historia de Luisgon. Si hubiera hablado conmigo, hubiera seguido dando clases para nosotros. Por los tiempos pasados, le hubiera ayudado.
Ese es el problema. Es que Luisgon no necesitaba ayuda, necesitaba justicia, y la justicia debe ser un objetivo primordial de todos los ayuntamientos. Del tuyo también. Si tuvieras algún interés, podrías aprender muchas lecciones de la historia de Luisgon. Para empezar, la primera gran empresa para la que trabajó, no tenía como objetivo generar valor y prosperidad para sus accionistas, sus empleados, sus clientes y la sociedad. No. Tenía como objetivo ser el colocadero de todos los vuestros que no habíais podido emplear en el Ayuntamiento. Segundo, puesto que los mandamases de vuestras empresas no tienen ni puta idea de nada, solo se les ocurre reducir costes de la forma más sencilla. Subcontratando y así, entendiendo el fundamento de la suma y la resta, cosa que aprendieron de párvulos, creen que pueden dirigir la empresa. Como esto me cuesta diez, si subcontrato me cuesta ocho, me ahorro dos que van a la saca. No tiene en cuenta que la subcontratación es lógica cuando el subcontratista aporta valor. Si no lo hace, es un mero intermediario que se queda con parte del dinero que iría destinado al trabajador, a cambio de nada.
Estos subcontratistas, como no hacen nada, tienen tiempo de sobra para llevaros a restaurantes caros y compraros poco a poco.
Para el carro -dijo Vicente-, ya estás hablando de corrupción. Te recuerdo que en todos sitios cuecen habas y vosotros en Villarriba no estáis libres, que a medida que os voy conociendo más, a pesar de lo avanzado y ordenado que parecen las cosas, no es oro todo lo que reluce.
Es cierto, nosotros no estamos libres tampoco, pero solo estoy contando una historia, si no te gustan mis conclusiones, saca tú las tuyas.
Acepto tu matización, eso me gusta más -dijo Vicente.
Pues es que la cosa no acaba ahí -dijo Arturo retomando el hilo-. El subcontratista, que es del mismo estilo que el empresario original, piensa que si a su vez subcontrata, se evita siquiera llamar por teléfono o discutir con sus empleados. Así que piensa que subcontratando va a recibir el mismo beneficio que antes con aún menos esfuerzo. Y la cadena se va alargando, apareciendo una capa cada vez mayor de intermediarios entre el que requiere el trabajo y el que lo ejecuta. La consecuencia, la que hemos visto con Luisgon. Recibe un trato tan malo y un salario tan bajo que ya ni siquiera le compensa seguir trabajando y él, que pudo permitírselo, abandonó el sector. Si hubiera tenido familia, tendría que seguir ahí aguantando carros y carretas.
¿Ves? Por eso defendemos la empresa pública -dijo Vicente
¿Pero qué empresa pública? Si en la empresa pública hacéis lo mismo que en la privada. Tenéis la manía de quedaros en las formas. Discutís a todas horas sobre lo público y lo privado. En vez de distinguir entre empresas bien gestionadas o mal gestionadas, os quedáis en las formas, que son mucho más fáciles de ver. Le dais vueltas a lo público o lo privado en vez de darle vueltas a lo que está bien hecho y lo que está mal hecho.
Y como siempre, vosotros sí sabéis distinguir lo que está bien hecho de lo que está mal hecho -dijo Vicente con ironía
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