La mirada de inteligencia de la vaca


 Una vez me contaron una historia sobre el comportamiento de las vacas que llamó mi atención. Resulta que había unas 200 o 300 vacas en una finca grande. Una de ellas, que estaba pastando tranquilamente por uno de los límites de la finca, vio una zona muy estrecha en la que la alambrada se había deteriorado con el paso del tiempo. Ni corta ni perezosa, se acercó, dio un pequeño salto y consiguió escapar. Dos vacas que estaban próximas a ella y que vieron por donde había escapado la primera, la siguieron sin meditar mucho y al poco las tres vacas estaban deambulando por una de esas carreteras secundarias yendo no se sabe muy bien hacia donde. 

Me imagino que las restantes vacas al verlas al otro lado de la alambrada, se preguntarían cómo habían conseguido alcanzar la carretera, camino de esa ansiada libertad hacia un destino indefinido, pero que tras una ligera mirada de envidia, habrían bajado de nuevo la cabeza y seguirían pastando tranquilamente.


Yo creo que hay muchas lecciones que pueden sacarse de este comportamiento animal, porque a pesar de la enorme diferencia de inteligencia que hay entre los hombres y las vacas (a favor de las vacas, naturalmente), tenemos un comportamiento similar.


Efectivamente, siempre hay un espabilado que encuentra el hueco en la alambrada y siempre pega el salto y siempre hay algunos que, sin meditar mucho, le ven pegar el salto y le siguen. Estos pueden ser más o menos. De hecho, en la historia que me contaron de las vacas, si la que pegó el salto hubiera estado más cerca del rebaño principal, se hubieran escapado todas, porque unas habrían visto a otras escaparse y la hubieran seguido. Sólo habrían quedado en la finca, las cuatro despistadas que cuando levantaran la cabeza vieran la finca vacía, preguntándose por dónde se habían ido las demás.


Así que sí, nosotros somos así y hacemos seguidismo de lo que hacen otros sin preguntarnos mucho adónde nos lleva esa conducta. Exactamente igual que las vacas. ¿A dónde pensaba ir la pobre que dio el primer salto?, ¿qué pensaría comer y beber por las yermas tierras de Castilla atravesadas por infinidad de carreteras?


Así pues, la primera lección que nos dan las vacas con su comportamiento es que hacer seguidismo no siempre es bueno. Hay que ver si la conducta que imitamos nos saca de una situación mala (como la de estar encerrados en una finca con comida), pero nos mete en otra peor (como la de enfrentarse a los coches y a las tierras sin comida ni agua).


La segunda lección que yo creo debemos extraer es la de las vacas que, puesto que no saben por donde escaparon sus compañeras, no tienen otra opción que quedarse en la finca, y miran a sus congéneres fugadas con envidia, en el convencimiento de que su situación (la de las escapadas) es inevitablemente mejor que la propia

Y eso nos ocurre a nosotros. Siempre envidiamos la situación de los demás, seguros de que es mejor que la nuestra.

En realidad lo que ocurre es que de la vida de los demás solo conocemos lo bueno, que es lo que normalmente se deja traslucir. No conocemos sus miserias, sus riñas, sus neuras, sus problemas y consecuentemente, pensamos que sus vidas son siempre sistemáticamente mejor que la nuestra, de la que conocemos bien sus defectos, sufridos a diario.

Me suelo poner a mí mismo el ejemplo de Michael Jackson, ídolo de nuestra juventud, que parecía tenerlo todo y era la envidia del mundo entero. A raíz de su muerte se destapó la miseria (no crematística pero sí moral) en la que vivía. Aparte de tener que planchar el dinero para eliminarle cualquier germen (una de sus muchas neuras) y sus problemas pedofílicos (no sé si presuntos o demostrados), descubrimos que vivía atormentado y que para dormir y poder descansar un poco, su médico privado tenía que administrarle un fuerte cóctel de medicamentos que acabaron por matarle (intencionadamente o no, supongo que nunca lo sabremos).


La tercera lección de la escena descrita es que las vacas que se quedan, tras mirar con envidia a las que han escapado, agachan la cabeza y continúan comiendo hierba. Exactamente lo mismo que hacemos nosotros. Envidiamos la vida de los demás y odiamos la nuestra, pero no hacemos nada para cambiarla. Cada día es igual al anterior y será igual al siguiente, y nos produce un hastío inmenso, pero agacharemos la cabeza y seguiremos comiendo hierba.

Ya lo dijo (o eso dicen) Einstein que, como ya he mencionado en posts anteriores, era un tipo muy listo: “Si quieres que algo cambie, no hagas siempre lo mismo”, o algo así, porque digo yo que lo diría en alemán o inglés y no usaría esas palabras.


Hay una cuarta lección que nos dan las vacas, y donde se demuestra la superioridad intelectual de su especie frente a la nuestra.

Hemos visto que su comportamiento es bastante similar al nuestro en casi todo, pero hay algo que las diferencia: Tras mirar con envidia a sus colegas fugadas vuelven TRANQUILAMENTE a sus quehaceres habituales, agachan la cabeza y comen hierba sin pensar, ni darle vueltas a la cabeza sobre lo desgraciada que es su vida y lo agradable que tiene que ser la vida de las que se acaban de fugar. Al menos, eso podemos deducir de su comportamiento, puesto que no se conocen vacas psicólogo ni vacas psiquiatra, ni se ha visto una vaca que no pueda dormir atormentada por sus pensamientos, ni tampoco se recuerda una vaca que haya metido la cabeza en el abrevadero durante diez minutos para suicidarse.


Esta lección sí que es grande: Si estamos en una situación que no nos gusta, envidiamos a otros que no sabemos como han llegado allí (o lo sabemos, pero no podemos o queremos imitarlos) y no estamos dispuestos a hacer nada para cambiar nuestra vida (o no podemos hacerlo), al menos, aceptémosla y sigamos comiendo hierba TRANQUILAMENTE.


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