Sabiduría: Palabra olvidada


 En la sociedad de la información, la nuestra, curiosamente se ha olvidado una palabra que ciertamente está relacionada precisamente con la información: la sabiduría. Está relacionada, pero desde luego no es lo mismo.

Comencemos distinguiendo entre información, conocimiento y sabiduría.


Podríamos decir que cada una de esas palabras supone aumentar un puesto en el escalafón, es pasar de nivel, al siguiente nivel.

Siempre se ha dicho que la información es poder y ciertamente lo es. De ahí que los estados y las empresas se afanen en recopilar información de todos nosotros. Para ello han encontrado un aliado portentoso: el móvil. 

Gracias a él conocen nuestros hábitos, saben donde estamos, con quien, lo que pensamos, etc etc. Muchas de esas cosas las consiguen sin nosotros darnos cuenta y otras muchas se las contamos nosotros directamente

Toda esa información es recopilada por inmensos servidores y es transformada en conocimiento por programas de big data y deep learning y el resultado es que las empresas propietarias de toda esa información tienen el conocimiento necesario para iniciar los negocios propicios en el lugar adecuado y en el momento justo para obtener el máximo rendimiento de la plebe, es decir de nosotros. 

Gracias a toda esa información, transformada en conocimiento, nos exprimen como limones. De hecho tienen más conocimiento de nosotros que nosotros mismos por dos razones, la primera porque nos estudian y la segunda, porque nosotros no nos estudiamos.


Como se ha comentado anteriormente, la diferencia entre información y conocimiento la tienen clara las empresas y los estados, pero ¿la tenemos clara nosotros? Posiblemente, no. Cuando no existía Internet, la diferencia estaba clara… o no, pero información y conocimiento estaban muy ligados. Era difícil poseer información sin tener conocimiento porque el proceso de adquisición de la información era lento y laborioso. 

Mientras se recopilaba la información se adquiría conocimiento. 

Era difícil saberse los ríos de España, la lista de los Reyes de la casa de los Austrias o los huesos de la cara sin haber estudiado. En el mismo proceso de estudio, prolongado en el tiempo, no solo se adquiría información sino conocimiento y cuanto más información se adquiría, más fácil resultaba establecer conexiones insospechadas entre una información y otra, que es la base del conocimiento, así como entender, a base de repetirlo mentalmente, lo que estudiábamos.


Hoy día, creemos conocer las cosas cuando solo tenemos información sobre ellas y con nuestros móviles nos sentimos los más listos del mundo. 

Los planes de estudio se han vaciado de contenido (no sé si consciente o inconscientemente) suponiendo que toda la información está al alcance de un click, sin tener en cuenta (no sé si conscientemente o no) que la información que se consigue sin haberla madurado (es decir, sin transformarla en conocimiento) no sirve de nada.

O, ¿sirve de algo saber que con la técnica de Heimlich puedes salvar la vida de una persona que se ha atragantado? Como no la hayas estudiado y practicado, la posibilidad de que veas a alguien atragantándose y le salves la vida son prácticamente cero, porque mientras buscas en internet, te ves un tutorial en Youtube e intentas ponerlo en práctica, la persona afectada está ya más bien tendente a muerta.


No hablemos ya de sabiduría que es la maduración del conocimiento. Se puede llegar a la sabiduría sin tener conocimiento libresco, pero no sin tener conocimiento a secas. Yo he hablado con pastores, que apenas sabían leer ni escribir, cuya filosofía de vida me dejó pasmado por lo rica y elaborada que era. Ese conocimiento, adquirido de la observación de la vida y la reflexión en tantas horas de soledad en la paz del campo, lo habían transformado en sabiduría. En una gran sabiduría. 


Voy a poner un ejemplo práctico en el que espero se vea bien la diferencia entre información, conocimiento y sabiduría. 

Todos conocemos la canción de la película de Walt Disney “El libro de la Selva” Busca lo más vital no más…. La información está ahí, basta poner esas palabras en un buscador y nos suelta la letra de la canción: 

Busca lo más vital, no más

Lo que es necesidad, no más

Y olvídate de la preocupación

Tan solo lo muy esencial

Para vivir sin batallar

Y la naturaleza te lo da


Eso es información. Si entendemos lo que está diciendo, es decir, que tenemos que identificar en nuestra vida lo esencial (que son cuatro cosas contadas) y pasamos del resto, es posible que obtengamos de forma sencilla las pocas cosas que más influyen en la felicidad. Si podemos llegar a esa conclusión, estamos extrayendo conocimiento de la información. 

Pero si además somos capaces de trasladar ese conocimiento a nuestra vida, eso es sabiduría y cada uno de esos saltos, de información a conocimiento y de conocimiento a sabiduría, requiere un trabajo.


Sabiduría es sin duda una palabra olvidada, ya prácticamente no se usa. Antes era profusamente usada y respetada. Se reconocía a los sabios y se les pedía consejo. Ahora con la prepotencia de la sociedad de la información, los sabios no son necesarios. No lo son siquiera los cultos puesto que toda la información está en Internet. Cuando Internet no existía, incluso la cultura y los cultos eran valorados y no digamos, los sabios.


La sabiduría es, de alguna forma, la ciencia de la felicidad. Por eso, la filosofía (filo=amor, atracción, sofía=sabiduría) que durante tantos siglos ha estudiado la realidad, la vida, y las distintas formas de verla, siempre ha estado muy relacionada con la sabiduría. ¿Será por eso por lo que la filosofía ha dejado de ser obligatoria en el bachillerato? No queremos gente sabia, queremos gente informada (bien o malinformada, eso nunca lo sabremos)

La gente informada es ideal porque basta cambiar la información que tienen para que hagan cosas distintas

La gente sabia es contraproducente porque no puedes cambiar su conducta con cuatro eslóganes o cuatro ideas repetidas de distintas formas.

Si os habéis fijado hasta para vendernos un café, una hamburguesa, un perfume, aparte de usar palabras desproporcionadas (sublime, por ejemplo) se nos da información cutre disfrazadas de píldoras de sabiduría (“sé tú mismo”, por ejemplo)


La palabra sabiduría ya no se usa. Hemos incluso importado y puesto de moda palabros raros como resiliencia (del inglés resilience) para significar la capacidad de encajar los reveses de la vida. Eso siempre había sido materia de la filosofía y la religión. Ahora, no. Ahora es un producto de consumo que se puede conseguir a través de técnicas que te venden en libros o en charlas o en cursos.

Y, sin embargo, sabiduría y resiliencia están relacionadas. Una persona sabia es resiliente porque ha desarrollado una filosofía de vida propia en la que todo encaja: lo bueno y lo malo. Sin embargo, ser resiliente no implica necesariamente ser sabio, aunque te permite dar los primeros pasos hacia la sabiduría.


Fijaros si la sabiduría estará pasada de moda que hemos recluido al exilio social a los que tienen más posibilidades de poseerla. Me refiero a los ancianos. 

No es que ser anciano signifique necesariamente ser sabio, porque habrá ancianos (como en todos los colectivos) bastante cenutrios, pero sí que es cierto que la experiencia de una vida larga aporta un conocimiento y normalmente una sabiduría que deberíamos aprovechar en nuestra sociedad para conseguir un progreso más sostenible y, posiblemente, más humano.

En otros tiempos y culturas, no era raro encontrar un consejo de ancianos, constituido por los miembros más sabios de la tribu, la ciudad, etc. Ancianos dotados de la sabiduría que la propia experiencia de una vida larga suele proporcionar. Ancianos cuyas decisiones solían estar exentas (por la propia edad) de las pasiones típicas de otros momentos de la vida. 


La sociedad de la información, en cambio, desprecia a los ancianos. No saben buscar información en Internet, ¿qué pueden saber ellos? son recluidos en residencias, donde solo se les mantiene con vida, apartados del resto de la sociedad. Ellos mismos, conocedores de su nulo papel social y autoconvencidos de ese papel de estorbo que se les ha otorgado, se dejan apagar lentamente. Con ellos muere su sabiduría, perdida e ignorada por la sociedad, que solo valora la información.

¿Recordáis las películas de indios y vaqueros? El jefe y los ancianos de la tribu, llevaban muchas plumas en la cabeza. Ese era el símbolo de la experiencia adquirida y que conllevaba automáticamente el respeto social. Aquí y ahora solo les quedan (solo nos quedarán a nosotros también) las arrugas en la cara, símbolo muy por el contrario de que estás fuera de la sociedad y de que ya no importa mucho lo que digas. Total, no eres capaz de hacer una transferencia por Internet…


Podríamos seguir bastante más, porque el tema da para ello, pero vayamos ya a las conclusiones para que esto no quede demasiado largo: 

Primera: El conocimiento es información procesada. La sabiduría es la interiorización del conocimiento. 

Segunda: no es posible pasar de información a conocimiento sin esfuerzo. No es posible pasar de conocimiento a sabiduría sin esfuerzo.

Tercera: la sabiduría se ha pasado de moda, pero solo para hacer el juego a la manipulación  que es uno de los primeros objetivos de nuestra sociedad. Debería ser exactamente lo contrario, porque en ella y en su búsqueda, está la auténtica felicidad

Más palabras olvidadas...

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Compendio de Autoayuda

Trucos ecológicos

Suplantator el Extraterreste

La solución definitiva

Lecciones víricas

Historias de Villarriba y Villabajo

Cuentos de Navidad

Comentando Libros

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Son solo una visión de la realidad. Es poco probable que alguien se encuentre 

en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que 

cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión.


Comentarios

  1. Quien se hace maestro de sí mismo se hace discípulo de un necio.
    El que aprende de sabios, doctos y ancianos adquiere sabiduría.
    El que sigue los caminos de Dios y hace Su voluntad alcanzará la santidad

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    1. Efectivamente, la sabiduría no puede proceder de uno mismo, sin embargo, pienso que es necesaria una reflexión e interiorización de lo aprendido de un buen maestro. Opino que el ruido de la sociedad actual no favorece esa reflexión. Precisamente, por contraposición, hablo del pastor, porque por su profesión podía dedicar mucho tiempo a la reflexión.

      Respecto a los buenos maestros, estoy de acuerdo contigo. El que tiene la suerte de tenerlos, adquiere al menos parte de su sabiduría.

      Por último, hablas de santidad. Esa es otra palabra olvidada. Más que olvidada, yo diría proscrita (como casi todo lo trascendente)

      Gracias, M como siempre por tu comentario

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