Cómo ha cambiado el cuento
Cuentan que iba una vez Caperucita Roja con su cestita colgada en el brazo por el bello y frondoso bosque, cuando el lobo feroz se interpuso en su camino y le dijo con voz melosa:
¿Dónde vas, Caperucita?
A lo que Caperucita respondió:
A lavarme el coño al río
El lobo feroz, estupefacto, no pudo hacer otra cosa que decir:
Joder, cómo ha cambiado el cuento.
Discúlpeseme el uso de palabras malsonantes, pero era necesario para ejemplificar lo que realmente ha cambiado el cuento. Un cuento que a nosotros también nos han cambiado significativamente. Y quiero demostrarlo pegando aquí la letra de dos canciones que se han hecho populares en sus respectivas épocas. Una del año 1978 que escribió el cantautor argentino León Gieco y que popularizó en España (entre otros) Ana Belén en los años 80-90 Sólo le pido a Dios
La otra es una canción actual del tan popular género del reggaeton No Te Enamores (remix) (part. Milly, Jay Wheeler, Nio Garcia y Amenazzy) Farruko
Os invito a que comparéis las letras. Cierto es que alguien podría decir que estoy comparando churras con merinas. No tanto, desde el punto de vista que distintos autores españoles popularizaron la primera y fue casi un himno de la juventud en la época de los 80-90 y el reggaeton se ha convertido en un himno (todo él) de una gran parte de la juventud (excepciones hay en ambos casos).
De cualquier forma, la música que se va inyectando a la juventud es característica de cada época.
En la primera canción, la sola mención de Dios ya llama la atención. Hoy, en nuestra sociedad pos-posmoderna, eso no está permitido porque aceptar la existencia de Dios es aceptar que existe una Verdad absoluta. Si hay una verdad absoluta, habrá que buscarla y si hay que buscar la verdad, hay que esforzarse. ¿Esfuerzo? No, no, por favor, no me compliques la vida.
También, si hay Dios, la moral será absoluta, es decir, las cosas serán buenas o malas por sí mismas. Eso es anatema en la sociedad pos-posmoderna en la que la moral es relativa y muuuuy flexible. Las cosas están bien o mal hechas dependiendo de quien las haga. Si las hace alguien de tu cuerda está bien hecho y justificado y se lo hace alguien del otro lado, no habrá cosa más censurable.
En cualquier caso, si existe consenso social, está bien hecho fijo. Votemos si es lícito pegar a un padre anciano con un calcetín sudao.
He elegido Solo le pido a Dios, pero podría haber elegido cientos de canciones profundas de aquella época, que reflexionaban sobre distintos problemas sociales, éticos o simplemente profundamente humanos.
Me viene a la mente, por ejemplo, “Aquellas pequeñas cosas” de Joan Manuel Serrat, en la que bastaban quince segundos de estar escuchando esa letra y esa música para que necesitaras doscientos kleenex para contener las lágrimas. Bastaban quince segundos para que te dieras cuenta de cuántas cosas bellas, que no valoraste en su momento, habías perdido y que no volverías nunca, nunca a recuperar.
Cuando habías gastado el paquete de kleenex te dabas cuenta de que debías valorar las cosas que tienes porque no son tuyas y puedes perderlas en cualquier momento.
Otra cosa que llama la atención es que mientras en la primera canción se está reflexionando sobre la guerra, la desigualdad social y la indiferencia de la sociedad ante la injusticia, en la segunda se reflexiona de lo malo que es el amor y que las cosas van mejor cuando todo se queda en folleteo.
Respecto a la música, hasta para mí, que tengo el mismo oído que un gato de escayola y unos conocimientos musicales similares, me resulta enormemente más rica la primera, con más matices que la segunda, limitada a tres notas (para mí que no usa toda la escala musical) y un ritmo repetitivo que te horada el cerebro, el cerebelo y la espina dorsal.
Supongo que ya pasó la época de sofisticadas construcciones musicales y ahora vamos evolucionando hacia sonidos más simples y acabaremos poco a poco en ritmos y letras tribales.
He defendido en anteriores posts que debe haber una macroconspiración mundial para volvernos gilipollas. Cada vez que analizo una faceta, llego a la misma conclusión, como es el caso. Es decir, quieren volvernos gilipollas atacando por múltiples frentes.
Es obvio que el cuerpo que se te queda después de oír la 40 sinfonía de Mozart no es el mismo que el que se te queda después de una canción de reggaeton. Ni el cuerpo ni la mente. Y para los que crean en el alma, seguramente, el alma tampoco se queda igual.
Así pues, esto también. Esto también nos vuelve más gilipollas.
No se consideren mis palabras una crítica contra los autores o productores de la segunda canción. Ellos hacen su trabajo: hacer canciones que se vendan y lo hacen bien. Es lo mismo que las cadenas de televisión cuando hacen programas basura. Es lo que se vende. No es culpa suya sino nuestra que somos receptivos ante lo que se nos da.
Todo el mundo sabe que podemos usar el método de mínimos cuadrados para interpolar y calcular el valor más probable de un punto intermedio ausente del intervalo de observación (en especial los espectadores de programas de telebasura porque es un tema recurrente) y que también podemos usar la extrapolación polinómica para estimar el valor más probable de un punto fuera del intervalo observado.
Esta última herramienta matemática es la que he usado para que, partiendo de las canciones de 1.978 y 2.021 mostradas, poder estimar la canción de éxito más probable en 2.046.
Y hela aquí:
Uh, Uh, Uuh
Uh, Uh, Uuh
Uh, Uh, Uuh
Uh, Uh, Uuh
Uh, Uh, Uuh
Uh, Uh, Uuh Uh, Uh, Uuh
Uh, Uh, Uuh Uh, Uh, Uuh
Uh, Uh, Uuh
Uh, Uh, Uuh
(bis)
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Las ideas aquí expuestas no tienen porque estar en lo cierto.
Son solo una visión de la realidad. Es poco probable que alguien se encuentre
en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que
cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión.
Deberías ponerla música, seguro que te forras.
ResponderEliminarLa sociedad aún no está preparada para algo tan novedoso. Hay que esperar unos años. Como música bastará un ritmo de tambores simplón y muy repetitivo.
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