Más Platón y menos prozac
Arrancamos el curso con una entrada de nuestra sección comentando libros con este que Lou Marinoff publicó en 1999 en inglés bajo el título Plato Not Prozac y que es altamente recomendable.
En español se publicó con el título más Platón y menos prozac. El título en sí es ya un libro entero, una declaración de intenciones y una forma de vida.
Todos sabemos que Platón fue un filósofo griego que vivió entre los siglos V y IV antes de Cristo, discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, ahí es ná.
Naturalmente conocemos todo eso porque sabemos buscar en la Wikipedia, porque si no, ¿de qué?
O sea que Platón, a pesar de ser tan antiguo, era muuuuy listo y le daba mucho, pero que mucho al coco, bastante más que muchos de nosotros juntos.
Hago la aclaración de "a pesar de ser tan antiguo" porque la sociedad actual se cree muy lista gracias a los móviles, la Internet y el Netflix y desprecia todo lo antiguo, mirándolo por encima del hombro con bastante superioridad.
Pues bien, ahí donde le veis, este hombre, Platón, con sus pensamientos, ha influido en la forma en la que vemos y construimos la sociedad, porque por mucho que nos pese, nuestra civilización occidental es greco-latina, judeo-cristiana y hunde sus raíces en esas culturas y tradiciones.
Y Platón influyó no solo en su tiempo, sino que, junto con toda la cultura griega, fue respetada, admirada, yo diría que adorada por los romanos, que como todos sabemos (no hace falta mirar ahora a la wikipedia) fueron unos tíos listos, duros y eficientes que construyeron todo un imperio en ná de tiempo y dominaron prácticamente el mundo conocido de la época. Tanto es así que llegaron al final de la tierra y le pusieron el nombre de cabo de Finisterre, para que nosotros pudiéramos ir allí y decir que hemos estado.
Si serían listos estos romanos que llenaron su imperio de autopistas (ellos las llamaban calzadas romanas) y construcciones que dos mil años después aún aguantan. Sin ir más lejos, ahí está el acueducto de Segovia, como un jabato aguantando.
Desgraciadamente, los romanos descubrieron los móviles, la Internet y la tele, se ablandurriaron bastante y se fueron al garete. Ah, no que entonces no había esas cosas. Sustituyámoslas pues por la buena vida, el buen vino y las orgiásticas bacanales romanas. Así que ellos, los romanos, entretenidos en mantener su buena vida, no vieron venir a los bárbaros del norte (que no necesitaban tirarse en un diván para vivir bien) y les comieron la tostada.
Me estoy enrollando un poco para decir que Platón fue un tío importante que influyó en la cultura romana que a su vez es parte fundamental de las raíces de la nuestra. Por la propiedad transitiva, podemos concluir que Platón ha influido, lo sepamos o no, lo queramos o no, en nuestra forma de pensar y de ver el mundo.
Pues bien, Lou Marinoff, nos dice en su libro Más Platón y menos Prozac, que pensemos un poco más, recurramos a lo que ya pensaron otros hace muchos años, gente bastante más lista que nosotros y, durante buena parte del libro, hace un recorrido por la historia de la filosofía haciendo un rápido repaso de como distintas escuelas filosóficas enfocaron el problema (o la bendición, según se mire) de vivir.
Es decir, profundicemos en la filosofía (que curiosamente y contra sentido, se va eliminando de los planes de estudio de nuestros jóvenes, supongo que será para construir una sociedad de inconscientes que consuman Prozac) y no recurramos a las soluciones fáciles como tomar pastillas (de cualquier tipo).
Esa precisamente es la segunda parte del título del libro “Menos Prozac”. El Prozac como todo el mundo sabe es un medicamento psicotrópico para tratar la depresión cuyo principio activo es la Fluoxetina y el que no sepa eso, ale a mirar la wikipedia.
En el libro se distinguen los problemas existenciales que se resuelven con filosofía y los problemas que entrañan una patología que no hay más huevos que resolverlos con medicamentos.
Lo que ocurre es que muchas veces no es fácil distinguir unos de otros y con excesiva facilidad se recurre al medicamento.
Según dice el autor, la sociedad americana de psiquiatría tiene catalogado nosecuantos síndromes patológicos a los que les asocia su pastilla correspondiente. Es posible que, si estás leyendo esto, tengas una patología como el síndrome de la lectura intempestiva y requiera tratamiento.
El Prozac representa en el libro la solución sencilla ante los síntomas de vaciedad existencial que vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida. Representa el porrete para empezar bien el día, la rayita, ese copazo de whisky o esa cervecita que nunca se acaba. Es la forma sencilla de animarnos y olvidarnos de los problemas que siempre e irrenunciablemente nos acucian.
Representa la forma sencilla con la que la sociedad quiere que abordemos los problemas, con algo instantáneo que nos alivie. Una simplicidad que elimina cualquier esfuerzo pero cuyos efectos secundarios se guarda muy mucho de decirnos.
Como muestra de como se abordan en nuestra sociedad los problemas, ¿recordáis los anuncios de antiácidos en los que en una reunión de amigos, para terminar una comida pantagruélica, sacan unos postres del copón? ¿Qué sugiere el anuncio a nuestra amiga que ya se siente hiper-llena? ¿que diga, “no gracias, si como más, no me va a sentar bien”? Noooooo. Le sugieren un antiácido y adentro con los faroles.
Así de absurda e irracional es nuestra sociedad. Sigue comiendo y luego ya te tomas el antiácido. Parecido a las bacanales romanas de las que hablábamos antes, solo que en vez de vomitar, te tomas una pastillita. ¿Quiénes serán nuestros bárbaros del norte que vengan y nos coman la tostada?
Vivir de forma consciente requiere esfuerzo, estudio y realizar una actividad profundamente humana: pensar. Si hacemos un rápido repaso a nuestra vida, nos daremos cuenta que eso de pensar ha pasado a un tercer o cuarto puesto.
Nos levantamos bien temprano, vamos a trabajar (un trabajo generalmente alienante), volvemos tardísimo, hacemos las mil cosas que requiere la vida moderna, apenas hablamos con la familia, el rato de ocio que queda lo dedicamos a ver algo en la tele y nos acostamos muy cansados para empezar un nuevo día igual al anterior.
Esperamos con ansia las vacaciones que se pasan en un suspiro realizando multitud de actividades, pero curiosamente dejamos poco tiempo para pensar, pararnos, subirnos en la atalaya de nuestra vida y ver en qué punto nos encontramos exactamente.
Cuando queremos darnos cuenta estamos en un punto sin retorno, y si no fuera por el prozac, a saber dónde iríamos. Pero tendríamos que haber evitado haber llegado ahí con esfuerzo y parándonos a pensar, ese es el mensaje del libro
Nos sorprendemos de que la primera causa de muerte entre los jóvenes en España sea el suicido pero no nos damos cuenta de que las herramientas que les entregamos para enfrentarse a los avatares de la vida son:
a) un móvil de última generación
b) una Play Station 5
c) unas Nike (o unas Reebok)
Todas ellas cosas muy monas pero poco útiles para entender los problemas a los que se tendrán que enfrentar a lo largo de su vida.
Deberíamos enseñarles a pensar, a construir una filosofía de vida coherente que les permita vivir con dignidad, basada en una religiosidad constructiva o en un estudio de las distintas escuelas filosóficas en las que se han abordado los problemas vitales del hombre.
Es posible que esta última opción también conduzca a una religiosidad constructiva. Al fin y al cabo, el hombre es un animal religioso y curiosamente, hemos eliminado la filosofía y la religión de los planes de estudio en pro de una libertad que paradójicamente desaparece cuando se suprimen esas materias de la vida de las personas.
Es cierto que en ese momento el hombre deja de ser un animal religioso para convertirse solo en un animal consumista, mucho más útil para satisfacer a tantos mercaderes.
Sí, Más Platón y menos Prozac, más pensar, más esfuerzo, y huir de las soluciones fáciles con graves efectos secundarios.
Os recomiendo encarecidamente que leáis el libro, nada malo vais a descubrir y es posible que os aporte alguna idea que ayude a vivir una vida más humana.
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