Burocracia: Palos en las ruedas (II)


 La burocracia se consolida cuando se deja de crecer y no se sabe dónde asignar los recursos, porque hay más recursos que ideas sobre como emplearlos para el progreso colectivo. 

Gracias a esta decadencia de la sociedad, han ido multiplicándose las leyes y las normas extendiéndose por capas. La capa local, con los ayuntamientos, la capa regional con las comunidades autónomas, la capa nacional y por si todo ello fuera poco, la capa supranacional de la Unión Europea. 

Todo ello ha confluido en un maremagnum de normas y leyes imposibles de cumplir en su totalidad (por el mero desconocimiento y/o contradicción entre ellas).

Pero es que cada norma, cada ley exige un vigilante, un supervisor y administrador de la norma. Ese es el motivo por el cual se han multiplicado el número de funcionarios existentes en la capa local, regional, nacional y europea. 

Desgraciadamente y debido a esto, tenemos muchos funcionarios que no sólo están realizando un trabajo improductivo sino que están realizando un trabajo contraproductivo, o, lo que es lo mismo, reduciendo la productividad de otros. Puede parecer muy grave lo que estoy diciendo pero es una realidad de la que los funcionarios no son culpables, sino de los que deciden sus trabajos, es decir, los políticos. 


Si te mandan construir un puente justo en un sitio que no hay río, tú puedes ser muy trabajador y eficiente construyendo el puente, pero tu trabajo no sirve realmente para nada. Si además de no haber río, el puente se levanta dentro de un aeropuerto, tu trabajo no solo no habrá servido para nada, sino que habrás parado a los aviones que lo usaban. 

Eso es lo que suelen hacer los políticos, poner a los funcionarios a levantar puentes en aeropuertos, o lo que es lo mismo generar normas que reducen la productividad de un país.

Desde ese punto de vista, resulta considerablemente más barato mandar a casa a los funcionarios cobrando su sueldo íntegro que mantenerlos construyendo puentes en aeropuertos.


Dejando las analogías y volviendo a la realidad, lo que ocurre es que las normas que se diseñan son tan complejas (y muchas veces tan innecesarias) que solo los que se dedican a una norma concreta pueden conocerla con una cierta profundidad. Queda, por tanto, proscrita a los profanos, ya que la forma en la que ha sido redactada, con la suficiente extensión, lenguaje rebuscado, ambigüedad e inconcreción desanima a cualquiera que intente leerla.


Aunque víctimas de tales prácticas somos todos, los que primero las padecen, son los emprendedores. A ellos la sociedad debería colocarles una alfombra roja, pues son los que con sus ideas y poniendo en riesgo su patrimonio (y a veces el de su familia) e invirtiendo gran parte de su tiempo pueden generar riqueza para ellos y para el conjunto de la sociedad. 

Pero lejos de ponerles la alfombra roja, se les echa a los leones de la burocracia. Solo a través de gestorías y darle vueltas a los temas, intentan capear el temporal administrativo como mejor pueden, pero muchos de ellos sucumben ante la multitud de obstáculos que la burocracia les impone.


Pongamos el ejemplo de algunas leyes de dudosa utilidad que reinan hoy en día. 

La ley de protección de datos ha supuesto un hándicap importante para las pequeñas empresas. Les ha supuesto a todas ellas una parafernalia increíble y en la mayor parte de los casos, la contratación de una consultora externa que gestione todos los aspectos que la ley contempla. Eso significa aumentar sus costes (y reducir sus márgenes) a cambio de nada. 


Los usuarios, pocos beneficios hemos percibido de la famosa ley salvo que, más que nunca, nos llamen de empresas desconocidas a las que no hemos cedido nuestros datos.

En mi ciudad, la ley de protección de datos ha acabado, por ejemplo, con los médicos de cabecera que ejercían la profesión de forma particular (o para sociedades) en un local o en un piso. Eso no es bueno porque además la mayor parte de ellos tenían un administrativo o una enfermera que les ayudaba. Ahora la atención médica para particulares o sociedades queda concentrada en grandes clínicas y hospitales. La sociedad entera ha salido perdiendo.

Como en el caso de este pequeño negocio, hay otros muchos con márgenes ajustados, a los que la ley de protección de datos les ha dado la puntilla. 


Y todo, para que hasta desde Talleres la Cabra nos llamen al móvil por nuestro nombre y sepan hasta el número del pie que calzamos. Así pues, la ley de protección de datos solo ha servido para: 

  1. elevar nuestra indignación cuando alguien nos llama desde un lugar insospechado a horas intempestivas

  2. que tengamos que firmar doscientos papeles cada vez que contratamos un servicio o hacemos cualquier gestión. 

  3. que las empresas tengan que almacenar miles de documentos con las firmas de sus clientes (y el proceso administrativo que conlleva)

  4. que cuando intentamos hacer cualquier gestión en un banco o en la administración (que antes se resolvían por teléfono), ahora se nieguen a hacerla invocando la famosa ley (aunque estemos intentando hacer la gestión en nombre de nuestro hijo de tres años o incluso para nosotros)

Útil, ¿verdad?



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