Burocracia: Palos en las ruedas (I)
Supongo recordaréis, de la etapa del instituto, las leyes de la termodinámica (ahora, lo mismo ni se estudian en el Bachillerato, quien sabe). La verdad es que son ya bastante antiguas (siglo XIX) pero nadie ha podido rebatirlas.
Me fijaré en la segunda ley que dice algo así como que la entropía (el desorden) en el universo siempre tiende a aumentar. También se puede interpretar como que la cantidad de información que hay que utilizar para describir un sistema tiende a disminuir.
Por eso, el universo tiende a apagarse y pasando el tiempo suficiente, el universo entero podría describirse como un ente todo él a -273º C (cero absoluto) sin estrellas, sin planetas, (ni concentraciones de átomos), sin nada, todo uniforme. Bastaría esa cifra para describir el universo entero. Menos información ya no puede contener.
Podríamos pensar que los seres vivos contradicen la segunda ley de la termodinámica, puesto que son entes superorganizados y complejos que encima crecen y se multiplican. Sin embargo, esto no es así. La organización de los seres vivos se produce gracias a la energía que proporciona el sol (que a su vez se desorganiza, se muere, a un ritmo mayor que los seres vivos se organizan).
Dicho de otra manera, un sistema no puede prosperar ni organizarse (es decir, ir en contra de la segunda ley de la termodinámica) si no se le inyecta energía desde fuera del propio sistema.
Podemos trasponer los postulados de esta ley a casi todos los ámbitos, porque es bastante generalizable.
En nuestro cuerpo, por ejemplo, cuando deja de crecer (que es antes de lo que pensamos, alrededor de los 15-20 años), comienza a deteriorarse. Con el paso del tiempo los signos del deterioro son más palpables y la única forma, no ya de parar el proceso, porque es imposible, pero sí al menos de disminuir su velocidad es inyectando energía externa al sistema. Es decir, inyectando ESFUERZO. Un esfuerzo en forma de ejercicio físico y actividad mental. En caso contrario, la edad deteriorará el cuerpo de forma rápida.
También es aplicable a las sociedades. Cuando las sociedades dejan de crecer y luchar por su supervivencia, comienzan a degenerarse de forma automática, salvo que se inyecte energía (en forma de esfuerzo) de sus integrantes.
Esto ha sido siempre así: los grandes imperios, culturas y civilizaciones, se mantuvieron pujantes hasta que dejaron de crecer. En ese momento entraron en decadencia hasta desaparecer. Crecer o morir que se decía antes, en unas palabras breves y llenas de sabiduría.
Nos vendrá a la mente a todos, el ejemplo palmario del imperio romano, todopoderoso hasta que la decadencia fue empapando todas las capas de las sociedad (las bacanales romanas fueron una de sus manifestaciones) y desapareció dejando el enorme rastro que construyeron los romanos de las eras pujantes.
Nuestra cultura occidental ha dejado de crecer y no tiene que luchar por su supervivencia (o al menos, eso cree) por lo que si no se le inyecta energía acabará desapareciendo. Es la segunda ley de la termodinámica.
Por ello, nuestra sociedad es una sociedad decadente y hay muchas formas en las que podemos constatarlo. Basta poner las noticias cualquier día para percibirlo, basta ver la mayor parte de los programas de televisión o leer las redes sociales.
Una sociedad en la que el eslogan más aceptado es “comamos y bebamos que mañana moriremos” es una sociedad sin futuro, porque cada uno de nosotros, al aplicar el eslogan a su propia vida, se traduce en “estoy aquí porque tenía que haber uno más”.
Por esa forma de pensar, la nuestra es una cultura en la que no se está inyectando esfuerzo, y mientras no se inyecte esfuerzo, estará abocada al fracaso y a la desaparición.
Es curioso que un señor que viviera hace más de dos mil trescientos años llamado Aristóteles nos dé mil vueltas en el terreno intelectual con unos medios mil veces inferiores a los nuestros y sin embargo nos creamos muy listos y avanzados y consideremos a los antiguos torpes, atrasados y bestias. Y como Aristóteles, tantos otros.
Así que, sí. Basta con oír respingar a los medios o escuchar conversaciones en la calle para darse cuenta de la decadencia de la sociedad. Pero si hay una prueba tangible de la decadencia es la burocracia.
La burocracia solo se expande en las sociedades decadentes que han dejado de crecer y prosperar. En las que están creciendo, no tiene sentido. Pongamos un ejemplo actual. Cuando se acabe la guerra de Ucrania y los ucranianos tengan que acometer la reconstrucción de su país, ¿dejarán algún espacio para la burocracia? Si hay que reconstruir una ciudad arrasada, ¿habrá que esperar a tener todos los permisos de los ayuntamientos, las comunidades, la Unión Europea o el gobierno ucraniano para levantar un edificio o colocar una antena de telefonía para recuperar el servicio para los teléfonos móviles?
Podemos suponer que no con bastantes posibilidades de acertar.
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