Ladrones
A finales de los ochenta, Joaquin Sabina se preguntaba quién le había robado el mes de abril. Hoy yo me pregunto quién nos ha robado el mes de abril, el de marzo, el de mayo, el de junio, julio y agosto. ¿Quien nos ha robado la esperanza de la primavera y la alegría del verano y solo nos ha dejado el ocaso del otoño y la tristeza del invierno? y sobre todo ¿para qué?
La primavera y el verano nos lo han robado tanto metafórica como literalmente porque ya no hay primavera, y el verano es un tiempo abrasador gracias (probablemente) a haber llenado de mierda la tierra, el mar y el aire.
¿Quién nos ha robado la ilusión y la inocencia? No sólo muestra inocencia sino también la de nuestros hijos, esos que cuando ven una secuencia de porno duro con doce años serán incapaces de mirar a los ojos a una chica y ver en ella un ser humano en lugar de un puro y duro objeto sexual. Se ha constatado científicamente que el porno cambia el cerebro de los niños y adolescentes pero la pornografía sigue estando ahí a tres clicks de distancia en su teléfono móvil.
Nos han robado, les han robado la posibilidad de establecer una relación ilusionante, comprometida y plena porque la unión entre dos almas a la que todos deberíamos aspirar, ha sido sustituida por un ensamblaje físico movido por hormonas e impulsos eléctricos del cerebro. No hay nada más: el enamoramiento es solo física, química y electricidad.
Las relaciones de pareja siguen el mismo principio que el resto de productos de esta sociedad de mercaderes: usar, disfrutar y tirar.
Se podría establecer una relación entre los cuerpos, las mentes y las almas, pero como esta última ha sido eliminada de la ecuación, ya no es posible y nadie aspira a ello. Nos han convertido en seres sin ambición que, como mucho, aspiran al ensamblaje de cuerpos. Ni siquiera un esfuerzo para establecer una comunicación intelectual. No hablemos ya de relaciones entre almas que van más allá de lo que se ve y se oye.
Nos han robado la dignidad humana y nos han transformado en animales. Solo somos un mono que piensa. Nos han hecho olvidar que somos hombres y que nuestra inteligencia nos da el dominio sobre el resto de los seres vivos pero también la responsabilidad de cuidarlos.
Nos han robado la magia, lo sagrado, lo trascendente, lo oculto, lo misterioso. Todo ha sido sustituido por una ciencia dogmática, transformada en religión que niega todo aquello que no es capaz de demostrar en un laboratorio y que incluso se ríe de ello.
Si la ciencia hubiera sido tan dogmática en los siglos pasados como lo es ahora, nunca se hubiera descubierto la electricidad y mucho menos el electromagnetismo que no se ve, pero gracias al cual estás leyendo estas líneas, que de alguna forma imperceptible, han viajado por el aire.
Nos han robado la curiosidad y ya no nos preguntamos nada. Para demostrarlo basta darse cuenta de que los últimos grandes avances científicos se produjeron a principios del siglo XX.
Nuestra sociedad es tecnológica, no científica. Incluso los más avanzados inventos actuales, como el ordenador cuántico, están basados en ciencia desarrollada a principios del siglo pasado.
Los aviones, los coches, los móviles, los ordenadores, todo, son desarrollos tecnológicos avanzados de principios científicos elaborados en siglos anteriores.
La medicina, por ejemplo, ha renunciado a tener una visión holística del ser humano y continúa su especialización usando potentes tecnologías, haciéndose cada vez más industrializada (nos tratan como coches en una fábrica) e inhumana.
Nos han robado la compañía, la conversación tranquila y sencilla y nos han dejado cerveza y vino para compartir. Nos han dado un móvil y una tele para que creamos que no estamos solos, pero nos han dejado más solos que nunca. Solos en ciudades de millones de personas. No hay soledad más grande que la de alguien rodeado de gente anónima para los que es invisible.
La soledad del bosque, sus aromas, sus colores, su cielo estrellado ha sido sustituido por asfalto, cemento, hierro y gente para la que nada significamos y que no significan nada para nosotros. Solo asfalto, cemento, hierro y gente.
Y para terminar, si nos han robado la inocencia de la niñez, también nos han robado la dignidad de la vejez. El anciano, en otro tiempo depositario de la sabiduría y la experiencia, merecedor del máximo de los respetos y contrapeso a las pasiones de la juventud, se ha convertido en un simple gasto, en una carga para la sociedad a la que nada aporta. El anciano, que ha asumido el papel que la sociedad le otorga, asiste solo y atónito a su propia decadencia (y a la de la sociedad).
Después de habernos quitado la inocencia, la ilusión, después de habernos robado la esperanza y lo sagrado, después de haber matado nuestra curiosidad, vendido nuestra dignidad a los mercaderes y habernos transformado en pura materia, en pura carne, sangre y huesos, ¿puede extrañarnos que nos sintamos perdidos y desorientados?
¿Y quién nos ha robado todo esto? Los mercaderes. Los mercaderes han sido. Ellos comercian con nuestra salud, con nuestro cuerpo y con nuestra mente. Ellos compran y venden nuestras ilusiones, deseos y esperanzas. ¿Para qué? Ni ellos mismos lo saben. Creen que es para ser más ricos, más poderosos, más felices. Para ser más que nadie. No se dan cuenta de que ellos ya han vendido su alma al precio de un plato de lentejas.
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cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión.
Un buen amigo (redundancia donde las haya) me comentaba que el post parecía echar balones fuera y que nos convertía en víctimas inocentes de la situación y que, por tanto, poco podíamos hacer.
ResponderEliminarMis contra argumentos son los siguientes
A) el post habla de mercaderes y todos tenemos algo de mercaderes. Yo creo que invita a pensar con lo que comerciamos nosotros (nuestro trabajo al menos) y si lo hacemos con honestidad
B) Si en una gran ciudad, dejamos abierta la puerta de nuestra casa y nos roban no somos una víctima inocente sino un poco panolis. Pues en esto es igual, no podemos dejar abierta la puerta de nuestra mente para que se cuele cualquiera y nos meta cualquier idea insensata. Así que, de víctimas inocentes, nada.
Creo que el post invita a trabajar en estos dos aspectos, si no lo he conseguido con claridad, aquí, en los comentarios queda dicho.