Somos lo que pensamos
En el Compendio de autoayuda que, hace ya tiempo, publicamos por capítulos en este blog, hablábamos de los planos o niveles que hay que atacar en el ser humano para “autoayudarse", es decir, para mejorar nuestra vida y sentirnos mejor.
Había que afrontar el tema en el plano físico, mental, social y espiritual. Fuimos repasando distintos consejos y actitudes que había que cuidar en cada uno de esos planos.
Casi todas las acciones que realizamos en un plano tiene consecuencias sobre los otros planos, pero es el conjunto de todas ellas lo que impulsa al individuo a prosperar, entendiendo por prosperar hacerse más persona, más humano, más completo y por tanto, más feliz.
La aproximación es ligeramente distinta a la sociedad actual que nos invita a disfrutar el momento. El problema de esta aproximación actual es que el momento dura un momento y encima tiene efectos secundarios. Tendríamos que valorar si el hedonismo y narcisismo que nos envuelve merece el precio que cuesta, pagado en forma de vidas vacías.
Pero si hay una acción que influye más en el resto, es lo que pensamos. En realidad, en esa frase está el secreto de casi todo, porque con nuestros pensamientos creamos nuestra realidad. Y la realidad que percibimos puede ser o un infierno o un paraíso y todos los estadios intermedios que nos podamos imaginar.
Si eso es así, ¿por qué no le damos suficiente importancia a nuestros pensamientos y dejamos que los dirijan desde fuera con mil cantos de sirena? Eso me pregunto yo.
Os daré algunas pruebas de que lo que digo es cierto a través de algunos ejemplos
Comenzaremos con un experimento que se realizó el siglo pasado en un colegio americano (creo, porque hablo de memoria): se decidió evaluar la inteligencia de los alumnos y separarlos por grado de inteligencia. Todo debía ser lo más secreto posible para que los resultados fueran objetivos. La idea es que separando por grado de inteligencia y dando una educación adaptada a esa inteligencia, los más listos podrían llegar mucho más lejos al no ser ralentizados por los más torpes.
Pues bien, hubo un error a la hora de etiquetar los grupos y se dio a los más listos la educación preparada para los más torpes y viceversa. ¿Cuál fue el resultado? pues que los más torpes aprendieron mucho más y más rápido que los más listos.
Es decir, los profesores trataron a los más tontos como listos y los alumnos, que se sintieron tratados como listos, fueron listos.
Tanto los profesores como los alumnos más tontos pensaron que eran listos y lo fueron. Por su parte, los alumnos más listos pensaron que eran tontos y lo fueron.
Un ejemplo más de andar por casa:
Si tenemos un trabajo alienante con cientos de temas que nunca se solucionan, con problemas con el jefe o con los compañeros, eso está siempre dándonos vueltas en la cabeza. Como llevemos en esa situación mucho tiempo, llega a absorbernos tanto que nos amarga la vida como si no hubiera otra cosa en el mundo.
En esa situación, si alguna vez habéis quedado con buenos amigos que no véis hace tiempo y la conversación discurre entretenida y agradable, pasadas unas hora de charla parece que vuestro problema con el trabajo ha desaparecido y que era una gilipollez preocuparse tanto por ello. Al fin y al cabo hay un montón de cosas interesantes en la vida y lo habéis recordado en esa agradable charla.
Cierto que cuando volvemos a casa y pasa un rato, ya en la soledad de nuestros pensamientos, el trabajo vuelve a ocupar toda nuestra cabeza poco a poco hasta llenarla como antes, llenarla como siempre, de miedos, angustias y preocupaciones.
Es decir pensamos que el mal jefe o los malos compañeros lo son todo en la vida y durante la charla con esos buenos amigos hemos pensado que hay más cosas y durante un rato, nos hemos sentido bien.
Un ejemplo más patente. Un afectado de anorexia. Esta persona piensa que está gorda y por mucho que se mire al espejo se seguirá viendo gorda aunque el mundo la vea delgada. Lo piensa porque su entorno le ha inculcado unos objetivos y valores que ha validado como buenos y los persigue aunque sean erróneos. La anorexia es un problema de la sociedad de consumo actual, inexistente en tiempos pasados en los que el culto al cuerpo no era una obsesión.
Por tanto, la sociedad ha convencido al afectado por la anorexia y piensa que la única forma de ser aceptado por esa sociedad es la de permanecer delgado.
Ahora imaginemos que cogemos a un urbanita del siglo XXI y lo trasladamos a la Castilla rural del siglo XVI. Este individuo, o cambia su forma de pensar en poco tiempo o muere.
Cuando lleve unos meses viviendo una vida de penurias y hambre (y naturalmente sin tele, móvil, radio ni Internet) su pensamiento habrá cambiado tanto que considerará tonterías el 99% de las cosas que le preocupaban en su vida de urbanita del siglo XXI y justificará el 99% de las cosas que él consideraba bárbaras sobre los castellanos del siglo XVI. Ahora comprenderá que esas cosas que él consideraba bárbaras en su cómodo siglo XXI, no eran más que mecanismos de supervivencia del siglo XVI (nunca podrá justificar, obviamente, el 100% de las cosas, porque siempre ha habido, hay y habrá gente que cometa barbaridades en todas las épocas).
Si el urbanita trasplantado regresara a nuestro tiempo, nunca volvería a ser el mismo y jamás volvería a valorar las cosas como las valoraba antes. El urbanita es el mismo que antes y está viviendo el tiempo actual, pero su pensamiento ha cambiado y lejos de quejarse por todo, como hacía antes, ahora, después de meses viviendo en la penuria de un agricultor castellano del siglo XVI, valora cada pequeña cosa como un regalo. En realidad, nada ha cambiado tras su vuelta, solo su pensamiento.
Blas de Lezo, almirante español del siglo XVIII perdió en mil batallas uno de sus brazos, una de sus piernas y un ojo. Aún así, ¿se veía a sí mismo como un discapacitado? No creo, porque en esas condiciones personales, venció a los ingleses defendiendo Cartagena de Indias aún cuando estos contaban con muchísimos más recursos que los españoles dirigidos por este insigne almirante.
En el pensamiento de Blas de Lezo, nunca pudo entrar la derrota. Él no lo permitió.
Volviendo al siglo XVI donde ya hemos estado, los místicos españoles destacaron por una forma de pensar que cambió su época. Una época teocéntrica en la que nadie concebía la no existencia de Dios, pero que a la vez derivó en cierta corrupción entre los jerarcas de la Iglesia.
En ese caldo de cultivo, personajes como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús realizaron hazañas que hoy nos parecen impensables. Santa Teresa de Jesús fundó la orden de las Carmelitas Descalzas intentando recuperar la esencia del cristianismo y se pasó la vida recorriendo Castilla y fundando conventos. En sus últimos años (incluso en sus últimos días), probablemente invadida por un cáncer de útero, no renunció a su misión y siguió viajando por esos fríos caminos de Castilla (y no precisamente en tren con calefacción)..
Su pensamiento, su fe, la permitieron seguir adelante ante cualquier obstáculo e incluso, durante sus arrobos místicos, algunos testigos la vieron levitar (no quiero entrar aquí en terreno religioso y me limito a reflejar los hechos tal y como se describieron).
Quiero terminar mis ejemplos con algo más actual: los videojuegos. Cualquier adicto a un videojuego (como a cualquier otra cosa) ve el mundo de una forma ligeramente diferente. De ahí que la elección del videojuego sea importante. Hay muchos videojuegos inofensivos e incluso instructivos, pero otros que son potencialmente peligrosos. Recordemos el caso bastante reciente del adolescente adicto a un juego muy violento y cuyos padres castigaron sin wifi. El chaval reaccionó tranquilamente cogiendo la escopeta de su padre y cargándose a su madre y hermano y esperó más tranquilamente aún a que llegara su padre para descerrajarle otro tiro. Luego continuó algún tiempo más jugando a su videojuego favorito hasta que sus familiares se mosquearon por la ausencia de noticias de los padres muertos. En la mente de este adolescente, lo aberrante había sido transformado en normal por el videojuego y los pensamientos asesinos que había alimentado con él, le transformaron en un asesino real.
Igualmente la pornografía (disponible a un par de clicks) puede dañar una mente inmadura (bueno y alguna madura dependiendo del tipo de porno y del tipo de mente) y hacernos creer que lo aberrante es normal e incluso plausible.
Espero haberos convencido de la importancia de nuestros pensamientos y del cuidado que hemos de tener con ellos y, por tanto, con las ideas externas que los alimentan. Más cuidado hemos de tener con las ideas externas que alimentan las mentes de nuestros hijos o personas inmaduras que tengamos al cargo.
No todo es moderno, algunas cosas son simplemente malvadas.
Razonar es un acto de la mente, pero por encima de ella, está nuestra voluntad que dirige los pensamientos. Una voluntad, que mucho me temo (y muy a pesar de los naturalistas), esté ya en el plano espiritual, por llamar de alguna manera a aquello que está fuera de la naturaleza, puesto que no sigue estrictamente sus leyes.
La voluntad, signo máximo de nuestro libre albedrío, es lo que tenemos que usar para dirigir nuestros pensamientos al lugar que pretendemos alcanzar y evitar aquellos otros pensamientos que nos llevan donde no queremos ir.
Conclusión: si nuestros pensamientos son tan importantes que determinan nuestra vida, es imprescindible cuidarlos. No podemos permitir que un pensamiento inadecuado esté dándonos vueltas en la cabeza. Hay técnicas que los psicólogos nos enseñan para evitarlo, por ejemplo colocarse una goma alrededor de la muñeca, tirar de ella y soltarla bruscamente cada vez que el pensamiento a evitar nos asalte.
No olvidemos que los pensamientos deben estar bajo el control de la voluntad. Por ello, también hay técnicas milenarias para fortalecer la voluntad que consisten en hacer, de vez en cuando, lo contrario de lo que nos apetece, curiosamente en contra de los dictados de la sociedad de consumo que, mediante el mantra repetido hasta la extenuación Disfruta, te lo mereces,.nos invita a ceder ante nuestros más mínimos deseos.----
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