Nos estamos equivocando

 Creo yo que nos estamos equivocando como especie y además de forma estratégica  Puede sonar muy duro y me gustaría ser yo el equivocado pero todo esto tiene muy mala pinta. 

Ya está aquí el pesimista, diréis. Ojala sea solo eso, pesimismo y no tenga nada que ver con la realidad, pero…

El mundo se ha dividido en dos bloques: el mundo “libre” por un lado, es decir, las democracias, con Estados Unidos, Europa y Japón fundamentalmente y los países totalitarios por otro: Rusia, China, Corea del Norte, etc.


El problema es que el mundo “libre” lo es cada vez menos y está muy polarizado. Lejos de elaborar estrategias conjuntas para enfrentarse a los graves problemas comunes (los estados totalitarios y el cambio climático, por ejemplo), se dedica a luchas internas entre los distintos bandos. 


Es como si las democracias fueran un transatlántico que va directo a unos acantilados y el capitán y la tripulación anduvieran preocupados por si el sol se toma mejor a babor o a estribor (izquierda o derecha) del barco, e intentaran convencer al pasaje de que se uniera a sus propuestas. El pasaje, a su vez, se une con entusiasmo a la propuesta de la izquierda o la de la derecha mientras que los más sensatos asisten estupefactos a lo que están viendo. 


Para que el símil sea completo, hay que añadir un elemento de desinformación (o manipulación) que los pasajeros llevan todos en su bolsillo y que unos llaman móvil y otros smartphone. Pues bien, este elemento de desinformación es el que utilizan los miembros de la tripulación para convencer a unos y a otros de que el sol se toma mejor a la derecha o a la izquierda. 

Lo bueno (o lo malo) es que los estados totalitarios (que van en otro barco), también se han dado cuenta de que los pasajeros del barco de las democracias llevan el elemento de desinformación en el bolsillo y lo usan para crear división añadida entre los pasajeros y no se den cuenta de que van derechos a los arrecifes. 

Así el barco del totalitarismo disfrutará viendo desde lejos como encalla el barco de las democracias.


Analicemos alguna faceta de lo que está pasando en las “democracias”. Para ello me apoyaré en un libro que estoy leyendo titulado “El científico rebelde" de un tal Freeman Dyson (científico con un currículum impresionante y que conoció, e incluso trabajó, con los más insignes físicos del siglo XX, Einstein, Bohr, Schrödinger, Oppenheimer, Feinmann, etc).


El libro está construido a base de artículos sobre distintos temas. Tomaré dos de ellos que me han parecido muy relevantes para los tiempos actuales. Uno de ellos habla del papel de la ciencia y la tecnología en la sociedad y otro habla sobre el cambio climático. En este post me centraré en el primero y dejaré el otro para una segunda entrega. 


El libro se escribió alrededor del 1.997 y se reeditó en 2.006, año en el que el autor revisó todos los temas. Por tanto, este hombre vislumbró hace casi treinta años los problemas a los que nos estamos enfrentando. Eso sí que es ser visionario, pero visionario en el buen sentido, no porque se tenga una visión, sino porque se dispone de la adecuada información y la inteligencia necesaria para interpretarla. 

El autor, Dyson, estuvo marcado como tantos de sus colegas científicos de la época, por los avances científico-tecnológicos que llevaron al desarrollo de la bomba atómica y los graves dilemas éticos que conllevaba. De hecho, muchos de los artículos del libro están relacionados precisamente con la energía nuclear.

De ahí que él llegue a afirmar que el progreso tecnológico hace más mal que bien si no va acompañado de progreso ético.


Y esto lo dijo en 2.006. Si viera lo mucho y mal que ha avanzado la tecnología en estos dieciocho años, no sé que diría hoy. 


Ya he mencionado en alguna ocasión que cursé una carrera técnica por la fascinación que la ciencia y tecnología producían en mí. Sin embargo, hoy me siento defraudado. Por tanto, las palabras de Dyson han dado en la diana de lo que siento y pienso. Me siento reconfortado al no ser el único.


Decía Dyson que hay unas tendencias científicas y tecnológicas (ordenadores-información, biotecnología, neuro tecnología) que no coinciden con las necesidades de los pobres (alojamiento barato, servicios de salud baratos y educación de calidad)  por lo que acentúan la diferencia entre pobres y ricos y al final provocarán la rebelión de los pobres. Pobres y ricos saldrán perdiendo.


Y eso lo dijo en 1.997, cuando el área de ordenadores-información, aún no se había desarrollado tanto en su faceta Internet, redes sociales y móviles. Si viera ahora que esa faceta de la tecnología se ha desarrollado de tal manera que permite la manipulación de masas de manera instantánea, no sé que pensaría. 


¿De qué sirve tanta tecnología si las necesidades de las personas no han sido cubiertas? Los problemas que menciona, en España están adquiriendo tintes casi dramáticos. La vivienda se ha convertido en un lujo, la sanidad empeora día tras día y la educación, lejos de ser de calidad, se utiliza como instrumento para adoctrinar, ya sea al arbitrio de las comunidades autónomas o a través de leyes estatales.


Lo que no veo claro es lo de la rebelión de los pobres como Dyson afirmaba. Yo creo que para evitarla nos adoctrinan a través de la educación (para que seamos dóciles e insulsos) y los móviles, y nos dan algunas migajas en forma de ayudas sociales y bienes de consumo para que así nos dé la sensación de que tenemos mucho que perder si nos rebelamos.


La tecnología ha olvidado su papel en el mundo. Su misión siempre ha sido mejorar la calidad de vida del ser humano pero ahora está al servicio del rico. Las grandes empresas tecnológicas, muchas de ellas basadas en la tecnología de Internet, no han servido para mejorar nada. Solo han aumentado la distancia entre los ricos y los pobres y la forma en la que los pobres son manipulados.

Se ha llegado al sinsentido de que los diez hombres más ricos del mundo posean la mayor parte de la riqueza mundial y que la clase media esté desapareciendo en muchos de los países democráticos.

Internet se ha transformado en una potente aspiradora que succiona hasta la calderilla de los pobres y los deposita en los bolsillos de los ricos. Para eso ha servido Internet. 


Dyson apela a las religiones, a esas a las que la sociedad de consumo desprecia. Y lo hace porque, como ya he mencionado, opina que cualquier avance científico-tecnológico, si no va acompañado de un avance ético trascendente, es contraproducente y continúa con la idea de que la ética es necesaria para cuadrar los objetivos de la ciencia con las necesidades de las personas. Y añade literalmente  “si actuamos con sabiduría debemos incorporar también el perdurable poder de la religión para que participe en la causa común de la justicia social”. Creo que esta afirmación coincide con lo que he defendido ya en varias publicaciones de mi blog en un concepto que podríamos llamar la utilidad social de la religión. Supongo que por eso lo pongo


Dyson recordaba que durante mucho tiempo, para muchos científicos la recompensa principal por ser científico no era el poder o el dinero, sino la oportunidad de vislumbrar, aunque fuera de reojo, la belleza trascendente de la naturaleza. 

Probablemente ahora, y para nuestro infortunio, la ciencia (y la tecnología) se haya plegado al atractivo irresistible del poder y el dinero.


Para concluir, diré que el progreso tecnológico solo es bueno si nos lleva a todos hacia adelante. Cuando lleva a unos pocos a Marte y a la mayoría nos deja en el lodazal de la Tierra, no es progreso, tan solo desvarío o, como mucho, un engañabobos.


¿Podemos defendernos individualmente de alguna manera? Claro que sí. Volviendo al sentido común. Usando el móvil para hablar y consultar cosas importantes, no para estar rascándole la tripa todo el día, comprando las cosas a personas, no a pantallas, preparando nuestra propia comida mezclando ingredientes en un arte que antaño se llamaba cocinar en lugar de hacernos traer productos preparados de una manera ignota…(no hay tiempo, diréis, aunque sí lo haya para mirar el móvil y ver series).  

Es decir, mil cosas que nos hagan retrotraernos a ese lugar del sentido común que nos hace más independientes de las multinacionales y de Internet. 


Si un día se apagaran los móviles ¿qué comeríamos?¿sabríamos dónde comprar? ¿habría dónde comprar? ¿sabríamos dónde encontrar ingredientes básicos y sabríamos mezclarlos o nos echaríamos al monte en busca del árbol del blister del sandwich de ensaladilla rusa?


La cultura popular nos decía antaño que la gente pobre no necesita criados. Ahora, los pobres usamos los criados que las multinacionales ponen a nuestro servicio a costa de condiciones miserables. 


¿Retornamos al sentido común o dejamos que Elon Musk, Jeff Bezos, Bill Gates, Mark Zuckerber y otros nos digan cómo tenemos que vivir?


¿Queremos ser personas o borregos pastoreados por las multinacionales y los Estados (no sé yo si ya no serán lo mismo)?


En definitiva, ¿queremos tomar las riendas de nuestro destino o dejar que nos sigan mangoneando?


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