¿Subir impuestos?
Hace unas semanas sosteníamos que si el estado gastaba los fondos públicos con rigor (cosa que nunca ha sido así), los servicios públicos eran gestionados con profesionalidad y honestidad (cosa que nunca ha sido así) y aún en esas condiciones, el estado necesita aumentar su recaudación, lo recomendable es encomendar esa tarea a expertos que decidan cuál es el mejor mecanismo para conseguirlo. Puede que haya que subir impuestos o puede que haya que bajarlos
Lo más probable es que haya que subir unos y bajar otros.
En ese mismo post se incluyó un sencillo razonamiento para demostrar que eso era una decisión técnica por lo complejo del análisis y nunca política, al contrario de lo que los políticos pretenden hacernos creer, con ese debate en los medios en lugar de en los despachos.
Esta semana utilizaré un símil más elaborado para intentar demostrar lo mismo y que tiene bastantes puntos en común con el problema que nos ocupa,
Imaginemos que tenemos un producto y queremos venderlo. Ese producto tiene un coste y nosotros tenemos unos gastos. A la hora de ponerle precio, no podemos poner el precio que queramos. Si le ponemos muy alto venderemos pocos productos. Es posible que ganemos mucho en cada uno de ellos, pero que el total no sea suficiente para cubrir los gastos. Si le ponemos muy bajo, venderemos muchos productos pero con una ganancia tan mínima en cada uno de ellos que igualmente, es posible que tampoco cubramos nuestros costes.
Por tanto, el precio óptimo no se puede poner al azar, dependerá del mercado, de nuestros competidores, del tipo de producto, etc, etc. Eso se llama hacer un estudio de mercado serio y definir una estrategia. Como podemos ver, el precio adecuado de nuestro producto con el que obtendremos el máximo beneficio, no puede ser una decisión que se toma por votación en una reunión entre los directivos de la empresa. Debe ser el resultado de un estudio concienzudo en el que se han tenido en cuenta la mayor cantidad de factores influyentes posibles.
Algo parecido ocurre con los impuestos. Supongamos que queremos o necesitamos recaudar más. ¿Es subir los impuestos la solución?. Tendemos a pensar que sí, que para recaudar más hay que subir los impuestos, pero la respuesta no es obvia.
Suele decirse que es necesario subir los impuestos a los muy ricos, pero eso es solo una afirmación demagógica. Al fin y al cabo, el 99,9% de nosotros no somos muy ricos, así que estaremos de acuerdo, puesto que esa subida de impuestos no nos afectará.
Sin embargo, no debemos olvidar que los ricos auténticos tienen a su disposición los mejores asesores fiscales y una libertad de acción que nosotros ni podemos soñar, por tanto un rico de los de verdad, paga los impuestos que le apetece. Nominalmente, se puede subir el tipo máximo del 45% al 55%, pero eso no significa que vayan a pagar más, sino que meterán un poco más de presión a sus asesores para que busquen el mecanismo adecuado para pagar igual o menos que antes de las subidas, incluyendo, si es necesario, cambiar su domicilio fiscal a Andorra o similares. Por eso, más que subirles los impuestos a los muy ricos, habría que convencerles de que paguen más. Y eso, sin duda es bastante más complicado que hacer un decreto ley subiendo impuestos.
Por otra parte, lo recaudado de los muy ricos es una mínima parte de la recaudación total del estado que suele provenir en su mayor parte de las clases medias y bajas.
Por lo que si queremos aumentar de verdad la recaudación habrá que tocar los impuestos a las clases medias y bajas, no queda otra.
Pero aún así, ¿subir los impuestos a las clases medias y bajas nos garantiza aumentar la recaudación? Pues depende de la subida, puede que si la subida no es estudiada concienzudamente, puede que se reduzca drásticamente la recaudación. Y esto puede ser, simplemente porque actividades que antes se realizaban profusamente generando grandes impuestos, ahora, con impuestos más altos, se han convertido en prohibitivas y se reducen hasta desaparecer o directamente se transfieren a la economía sumergida.
La economía es una ciencia compleja con múltiples interacciones entre las miles de variables. Si tocas una tan sensible como los impuestos, que influyen en el precio de las cosas, puedes desacelerar la economía hasta pararla. Por eso, lo mínimo que podemos hacer antes de tocar los impuestos es utilizar los conocimientos de los entendidos y la potencia de los ordenadores para hacer simulaciones y llegar a un punto óptimo.
Pero insisto en que antes de tocar la recaudación, la lógica nos sugiere revisar los gastos de las administraciones. Yo distinguiría varios tipos de gasto que deberían ser directamente eliminados:
Los que provienen de malversación o de administradores deshonestos. De estos ya conocemos un montón con sentencias firmes, otros en investigación y otros que ni siquiera conocemos ni conoceremos. Aumentar la vigilancia sobre los fraudes en las administraciones públicas sería sin duda una buena inversión
Los que proceden de una administración ineficaz. Aquí incluiría las duplicidades de competencias entre las administraciones, la multitud de normativas complejas que no conducen a nada (o que incluso ponen palos en las ruedas), las empresas y chiringuitos públicos creados para dar trabajo a afines, los informes absurdos que no aprovechan a nadie salvo al que cobra por hacerlos, etc, etc. Cualquier inversión destinada a evitar esas duplicidades, supervisar la utilidad de las normas, bien sean nacionales, autonómicas o locales, así como los gastos que generan, será una inversión bien hecha con un gran retorno.
Los que proceden de administradores incompetentes. Aquí hemos de incluir todos los gastos generados por la incompetencia de los gestores, las ocurrencias y similares, intentos de reinventar la rueda y otros experimentos que en lugar de hacerlos con gaseosa, se hacen a bombo y platillo con el dinero del contribuyente.
Todos hemos oído hablar de gastos del tipo 1) y 2). En el tipo 3) se suelen incluir obras faraónicas iniciadas no se sabe con qué fin pero que andan por ahí distribuidas por todo el territorio patrio. También en el tipo 3) me gustaría incluir los cuantiosos gastos originados por esos gestores incompetentes pero que pasan más desapercibidos en los medios al ser gastos menos llamativos. Y pondré un ejemplo
Una gran ciudad que conozco bien (ya sabemos que en este blog se dice el pecado, para aprender, pero no el pecador, para no señalar) se dedicó hace ya bastantes años a construir cientos de isletas ecológicas de recogida de basura. Para ello se horadó el suelo una profundidad cercana a los tres metros, se revistió de hormigón armado el pozo y luego se encargaron los contenedores metálicos que de esta forma quedarían soterrados. Cada isleta solía tener un mínimo de cuatro de estos pozos y correspondientes contenedores metálicos. Podemos imaginar que el coste de esta isleta no fue una bagatela y que no creo que faltara mucho para los cien mil euros. Multipliquemos esos eurillos por los cientos de isletas que se construyeron.
Pues bien, resulta que las isletas ecológicas con contenedores de basura soterrados tenían un pequeño problemilla: con el paso del tiempo se iba condensando en el fondo del pozo una sustanciosa sopa formada por restos de líquidos y basura que se iban cayendo del contenedor que, obviamente no era hermético.
La consecuencia es que los contenedores metálicos comenzaron a corroerse y en el fondo de los pozos se iba criando una fauna y flora nada despreciable, amén de los gases que se producían fruto de la fermentación de residuos.
Algo que puede ver cualquiera, a poco que piense un poco en ello, no lo vio ni el alcalde ni ninguno de sus asesores contratados a dedo. La consecuencia: Había que limpiar con frecuencia los cientos de pozos (operarios equipados con alta protección para no caer fulminados por los gases) y reparar los cientos de contenedores con la misma frecuencia. Un coste bastante alto, sin duda.
Un equipo técnico competente a cargo de la solución, habría detectado el problema y habría incluido en los costes, la limpieza y reparación periódica de los contenedores y habría demostrado, al hacer el estudio, que era una solución tan cara que sería inviable.
Algo que los técnicos llaman TCO (Total Cost of Ownership) o coste total en el que incurre un sistema durante todo su periodo de vida. Imagino que si alguien les hubiera preguntado: ¿Habéis mirado el TCO de la solución?, la respuesta hubiera sido ¿Mande?
Pero nadie del equipo del alcalde lo vio. Y así, poco más de doce años después, otro alcalde (curiosamente del mismo partido), está demoliendo esas isletas de hormigón armado con una excavadora con martillo neumático, rellenando los huecos con piedras de río, repavimentando la zona y comprando nuevos contenedores de basura. Total, otra pequeña bagatela monetaria.
Si el alcalde inicial (o al menos sus asesores técnicos) hubieran tenido la competencia adecuada, nunca hubieran aceptado la solución propuesta por el vendedor de humo correspondiente (que supongo también usaría de sus buenas tácticas para “convencer” al equipo municipal).
Yo me pregunto ¿cuántas cagadas similares a esta, con sus correspondientes costes monumentales, estarán repartidas por toda España?. También me pregunto por qué hay que resolver diez mil veces los mismos problemas en diez mil municipios distintos. ¿No habrá una ciudad ejemplar en España en la que el problema de la recogida de basuras, por ejemplo, haya sido resuelto de una forma especialmente buena y eficaz? Lo mismo con la iluminación, y mil cosas más. ¿No se podrían replicar los éxitos de los mejores municipios en las distintas áreas? Algo que los ingleses llaman benchmarking, pero que aquí, aún pudiéndolo llamar copiar del mejor, no lo llamamos de ninguna manera, porque nunca se hace.
Si sumamos los gastos 1) + 2) + 3), seguro que alcanzan una cantidad considerable. ¿No sería conveniente, antes de tocar los impuestos, revisar todos esos gastos?
Una administración ejemplar, austera y bien gestionada tendría la ascendencia moral de pedir más impuestos cuando realmente son necesarios y los contribuyentes los pagaríamos si no con alegría, al menos con la tranquilidad de que se usarán donde hacen falta.
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Las ideas aquí expuestas no tienen porque estar en lo cierto.
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en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que
cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión.
Mira bien lo que dices que como se entere el Gobierno no te van a nombrar asesor. Por exceso de sentido común, mas que nada.
ResponderEliminarYa sin coñas, mucho me temo que con el sistema que tenemos, empezando por las autonomías, lo del despilfarro no hay quien lo pare.
Estoy descartado como asesor por muchas razones. Lo del sentido común hay que redefinirlo. Si ya se ve normal que se penalice al cumplidor y se defienda al incumplidor es porque lo común de ese sentido común ha cambiado.
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