Honestidad: palabra olvidada


 Hemos repasado ya unas cuantas palabras olvidadas y en el fondo todas se relacionan unas con otras. La realidad es que el olvido de todas estas palabras coincide con la pérdida de unos valores humanos, en línea con la tendencia actual de “animalizarnos” a base de despreciar la inteligencia y sublimar los sentidos.

Desde este blog he defendido en varias ocasiones la utilidad social de las religiones milenarias, en especial la cristiana, que es la que conozco un poco más, porque fuerzan unos valores trascendentes que no están sujetos a modas y no proceden del consenso humano que se supone representan las leyes. 


Creo que en la actualidad no solo se reniega de las raíces judeocristianas de la sociedad occidental sino que parece una parte vergonzosa de nuestro pasado. Incluso podría considerarse políticamente incorrecto todo esto que estoy diciendo.

Se olvida que esas raíces nos han traído hasta donde estamos, han configurado la sociedad durante más de dos mil años y nos han aportado los valores que han impulsado nuestro avance.

Esto no significa que no haya habido errores ni aspectos negativos, pero la suma del conjunto ha aportado los avances necesarios para que, partiendo de unas estructuras sociales que valoraban la vida humana en poco más que una mierda de perro, se llegara a considerar esa misma vida como algo sagrado. 

En teoría, tan sagrada era la vida del esclavo como la del amo. Tan sagrada era la vida de la esclava como la del rey. Cierto que es posible que algún rey que se decía cristiano se cargara a gente sin motivo, pero al menos tenía quien le juzgara y luego, lleno de arrepentimiento dejaba encargadas miles de misas por su alma. 

De esa sacralidad, lo olvidamos a menudo, procede la declaración de los derechos humanos que promulgó la ONU después de la segunda guerra mundial


Si cuento todo este rollo es porque precisamente esa huida de nuestras raíces judeocristianas está provocando la desaparición de una serie de valores trascendentes (trascendentes puesto que no tiene sentido mantenerlos en este mundo al no aportar un beneficio material cuantificable). Uno de esos valores es la honestidad

¿Tiene sentido ser honesto en esta sociedad? Queda claro que no. Lo único que tiene sentido en esta sociedad es ser legal (en el sentido estricto de cumplir con la legalidad vigente)  


La honestidad va mucho más allá de cumplir las leyes, porque es algo interno de cada persona. No requiere de policías para vigilar porque el vigilante es uno mismo.

La motivación para ser honesto no es que otros reconozcan tu honestidad (que también, porque la honestidad es una virtud tan fuerte que suele verse de lejos) sino que tú sabes que estás actuando de acuerdo a unos principios no escritos que buscan un bien abstracto para los demás y para tí y probablemente en ese orden. 

La honestidad significa ser fiable y predecible. Sí, algo tan aburrido como ser predecible representa la honestidad. El honesto nunca sorprende incumpliendo su palabra, hace lo que se espera de él. 

Y aunque sea una virtud que se ve de lejos, no se valora, porque la sociedad nos ha acostumbrado a que la deshonestidad sea la norma. Para ser precisos, no es que la deshonestidad sea la norma, es simplemente que ser honesto o no, da lo mismo mientras se sea legal.


En la política, ser honesto significa ser irrelevante, porque el político está acostumbrado a mentir para que por su boca salgan solo las palabras que sus votantes esperan oír. Los votantes olvidan pronto lo que dijeron sus líderes favoritos y solo les quedó la sensación que les produjeron sus agradables palabras, no lo que significaban. Si un político dijera lo que piensa de verdad, no le votaba ni el tato.


En los negocios, ser honesto significa la ruina. Si presentas una oferta ajustada a la realidad, serás mucho más caro que la competencia y no te comerás un colín. Seis meses siendo honesto y ya estarás en bancarrota.

Lo lógico es “olvidar” cosas que tú sabes que son necesarias para que la oferta sea más barata y que cuando seas adjudicatario, el cliente lo descubra por sí mismo y lo pague aparte (con un buen sobreprecio, naturalmente)


En la publicidad, ser honesto significa pasar desapercibido, justo lo contrario de lo que se pretende. La publicidad magnifica e inventa ventajas inexistentes en los productos o los asocia a sensaciones placenteras que nada tienen que ver con el producto en sí. 

Os invito a analizar, por ejemplo, los anuncios de coches. En los años ochenta, un anuncio de coche te contaba las cosas novedosas que traía. Hoy día, como son todos iguales y traen poco más o menos lo mismo, se enfatiza las emociones, la libertad que evocan en ciudades vacías o carreteras y paisajes idílicos, siempre en buena compañía (señor o señora atractivos)


En el trabajo, el empleado intenta trabajar lo mínimo posible, seguro como está, de que su empresa le intenta explotar al máximo. Las relaciones laborales no se basan en un juego en el que todos ganan, sino en uno en el que todos pierden. El empleado produce menos de lo que podría producir y el empresario paga menos de lo que podría  pagar. Es decir deshonestidad a cambio de deshonestidad.


En las tiendas han olvidado la palabra honestidad y te cuelan al lado del producto de oferta, que colocan como gancho, otro que te hacen pagar a precio de oro. Te venden como ofertas productos que no lo son. 

Lo tenemos reciente en el Black Friday. Cualquier estudio serio nos demuestra que la mayor parte de las ofertas que se venden durante esos días, no lo son o son mucho menores que lo que anuncian.

Las operadoras telefónicas, las compañías de luz y de gas, las empresas de seguros, y cualquier empresa de servicios en general, nos intentan colocar productos que pintan bonito pero que luego son muy distintos de lo que nos ofrecieron. ¿Cuántas veces nos habremos cambiado de compañía telefónica, atraídos por las ofertas y las ventajas que según ellos tenían, y al mes ya nos hemos dado cuenta que nos han engañado?


Y lo grave no es solo eso. Lo grave es que la deshonestidad se ha generalizado tanto que aunque estés dispuesto a pagar más dinero a una empresa que cumpla lo que dice, no puedes hacerlo porque no la vas a encontrar, porque la honestidad es una palabra olvidada.


Así podríamos repasar uno tras otro las distintas facetas de la vida actual pero llegaríamos siempre a la misma conclusión: podríamos borrar la palabra honestidad del diccionario y nadie se daría cuenta.


Más palabras olvidadas…

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