Envidia


 Me he referido en ocasiones a esta sociedad consumista como la sociedad de los mercaderes. Pero la sociedad de consumo, la sociedad de los mercaderes triunfa gracias a la envidia.

La envidia es un sentimiento que está dentro de nosotros y que mueve el mundo. 


Decía Marx que la economía es el motor de la historia, y probablemente lo sea, pero si lo es, lo es gracias a la envidia.

Así pues, la envidia mueve el mundo, lo ha movido siempre y ahora es la reina de todos los defectos porque lejos de identificarse como un mal a controlar porque produce insatisfacción, desasosiego y profunda infelicidad, se normaliza hasta formar una parte esencial de nuestra vida.


Por ejemplo, ¿cuál es el principal ingrediente de la publicidad? Sí, la envidia

La publicidad nos muestra seres felices que poseen algo para motivar nuestra envidia y que sea ella la que nos impulse a actuar para conseguir ese algo. 

Desde un coche hasta un yogur, pasando por una cerveza, son anunciados por gente guapa que se relaciona con gente guapa de una manera feliz en un entorno paradisíaco. Sus sonrisas maravillosas nos muestran lo felices que son, lo comparamos con lo mísero de nuestra existencia y sentimos una profunda envidia. Necesitamos eso que anuncian, sea lo que sea, para ver si somos capaces de recoger, aunque sea, unas migajas de su felicidad.


Internet y las redes sociales son el mal por antonomasia de nuestro tiempo. Los poderes han descubierto que a través de ellas pueden controlar al individuo con una eficacia muy superior a la publicidad. 

Si Goebbels, el ministro de información de Hitler, hubiera tenido a su disposición las redes sociales en lugar de sólo disponer de la radio, no sólo hubiera conseguido que los alemanes aceptarán el genocidio judío sino que los propios ciudadanos se los hubieran cargado. No hubiera necesitado la Gestapo porque cada alemán hubiera sido policía, inquisidor, juez e incluso verdugo.


Pues bien, las redes sociales se basan en la envidia. Son envidia concentrada, tanto que podríamos cambiar su nombre de redes sociales a mermelada de envidia.

La gente no pone la foto de un plato para que disfrutemos de la composición de colores que ha hecho el cocinero, la pone para decir, jódete que yo tengo dinero para pagar esto y salud para tragármelo.

La gente no pone un selfie con el fondo de las construcciones de Petra para que las admiremos, la pone para decir jódete, mira donde estoy mientras tú sólo estás mirando el móvil. Tengo dinero para venir aquí y mi cuerpo tiene salud para traerme.


Naturalmente, esa actitud encaja con los objetivos de la sociedad de consumo porque es publicidad gratuita y muy intensa, de ahí que la envidia se fomente.

En lugar de decir: señores, tengan cuidado con la envidia que puede ser algo muy, muy destructivo, se incentiva.

Y puede ser muy destructivo porque desarrollamos hasta grado sumo la comparación con los que están en mejor situación que nosotros (ya sea económica, laboral, social o personalmente) mientras que ignoramos lo afortunados que somos simplemente si nos comparáramos con otros muchos.

Por eso la envidia en abundancia es más fácil con unos medios de comunicación y redes sociales que nos muestran sólo las facetas fascinantes de cada persona o situación y ocultan las partes penosas.


Gracias a la envidia todo está en movimiento: el gordo envidia al delgado y se compra equipo deportivo y todo tipo de productos dietéticos y caros para ser como él, el delgado envidia al guapo y se compra cosméticos caros para alcanzarle y el guapo envidia los platos que se come el gordo y se compra productos que imitan esos platos, que no saben a nada pero que son muy caros porque no tienen calorías. De esta manera, cerramos el círculo.


Sólo el miedo y el morbo son capaces de rivalizar con la envidia en eficacia controladora. Esa debe ser la razón por la que en la tele interrumpen de vez en cuando los anuncios para poner noticias.


La envidia es un pozo sin fondo que nunca se sacia. No importa cuánto de lo anteriormente envidiado has conseguido, porque una vez alcanzado se tira al pozo abismal de la envidia y desaparece para comprobar que tu pozo sigue tan vacío como antes. Hasta los hiper ricos tienen envidia y de todos es conocido los piques que hay entre los cuatro hiper ricos del mundo.


Incluso me atrevería a decir que, bien pensado, la envidia es una de las pruebas de la existencia de Dios. Ese algo que nos falta y que buscamos equivocadamente en lo que ya poseen los demás, ese ansia insaciable, esa sed que no se calma por muchas coca colas que nos bebamos,  ese pozo infinito que todos tenemos dentro, quizás sólo pueda llenarse con algo infinito. ¿No será ese algo Dios?


Señor, dame de ese agua: así no tendré más sed, ni tendré que venir aquí a sacarla

Juan 4:15

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