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Cuento de Navidad 2.025

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  Ahí estaba él, un año más, viendo como su madre montaba el tradicional Belén. Se acercó a ella y preguntó ¿Te ayudo? Sí, ve poniendo el serrín y el musgo, que tapen bien las bombillas. Mientras Óscar hacía lo que le habían dicho, reflexionaba sobre lo rápido que pasa el tiempo. Otra vez Navidad, es como si el tiempo no hubiera pasado, o por el contrario, como si pasara enormemente rápido. Él estaba a punto de cumplir los treinta y aunque convivía agradablemente con su madre, sentía el impulso de volar y vivir su propia vida. Sin embargo, veía imposible independizarse. Los pisos, incluso los más pequeños tenían un precio prohibitivo. Había hecho unos cálculos, y aunque su sueldo de joven ingeniero no era malo, un piso normal suponía su salario bruto de diez años. Los alquileres eran igualmente caros. Era imposible de todo punto embarcarse en una cosa así, puesto que del sueldo había que descontar impuestos y los grandes gastos asociados a la vida moderna. Sentía que a él, y a todo...

No cualquiera vale para cualquier cosa

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  Seguramente habréis oído hablar de la conversación del CEO de una empresa sanitaria contratada por la Comunidad de Madrid para dar el servicio de sanidad pública en el hospital de Torrejón de Ardoz. En ella venía a decir que había que priorizar las actividades rentables y alargar las listas de espera. Todo ello a fin de conseguir un EBITDA (ganancias) lo más elevado posible.  Al margen de lo que digan los periódicos de todo signo, seguramente todos concluiremos, independientemente de nuestra orientación política, que una conducta así es éticamente reprobable porque no solo estamos hablando de dinero, sino de personas, mucho más importante que el dinero, y un día más en la resolución de un problema de salud añadido a propósito para aumentar los ingresos, es un día más de sufrimiento.  Es posible que aparte de moralmente inadmisible sea legalmente punible y estaría bien que si la Comunidad de Madrid no interpone una demanda, lo hicieran los partidos de la oposición (si no...

El consumismo llega a la muerte

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  No me malinterpretéis. El consumismo no llega a su muerte, llega a nuestra muerte. Últimamente, a determinadas franjas horarias (supongo que las adecuadas para el público objetivo), se nos invita en los anuncios de televisión a planificar nuestro funeral.  Puede no ser una mala idea para no dejar el marrón a los familiares, pero hay un tufillo a consumismo .  No sé si habéis visto algunos anuncios al respecto. No tienen desperdicio. Los actores son mayores, naturalmente, pero con un cierto atractivo. Aparecen en un coche antiguo, que no viejo, dejando traslucir una cierta clase. No se trata simplemente de un Peugeot o un Renault viejo. Y el diálogo también tiene su aquel. Uno de los amigos ha muerto y como sorpresa les ha dejado su colección de sombreros. Ella dice “siento que se ha ido en paz” (naturalmente, ¿de qué otra forma podría ser si ha planificado su funeral con la empresa en cuestión?) y él dice que en su funeral también habrá una sorpresa. Ella contesta “qu...