No cualquiera vale para cualquier cosa
Seguramente habréis oído hablar de la conversación del CEO de una empresa sanitaria contratada por la Comunidad de Madrid para dar el servicio de sanidad pública en el hospital de Torrejón de Ardoz.
En ella venía a decir que había que priorizar las actividades rentables y alargar las listas de espera. Todo ello a fin de conseguir un EBITDA (ganancias) lo más elevado posible.
Al margen de lo que digan los periódicos de todo signo, seguramente todos concluiremos, independientemente de nuestra orientación política, que una conducta así es éticamente reprobable porque no solo estamos hablando de dinero, sino de personas, mucho más importante que el dinero, y un día más en la resolución de un problema de salud añadido a propósito para aumentar los ingresos, es un día más de sufrimiento.
Es posible que aparte de moralmente inadmisible sea legalmente punible y estaría bien que si la Comunidad de Madrid no interpone una demanda, lo hicieran los partidos de la oposición (si no lo han hecho ya) para que un juez investigue si hay algún delito contra la salud pública.
Pero no es de eso de lo que quería hablar sino de la motivación de la charla del CEO a sus directivos en la que dice semejantes cosas.
Es posible que estas afirmaciones obedezcan a la formación del CEO, que por su forma de hablar parece financiera y por tanto, un excesivo enfoque hacia la rentabilidad.
En España antes llamábamos al CEO director general, un título mucho más contundente que CEO, que procede del mundo anglosajón.
En Estados Unidos comenzaron a tomar el poder de las empresas los financieros y esa tendencia se trasladó a España.
Que los financieros dirijan la empresa tiene algunas ventajas. Ellos saben de dónde sale el dinero y como se gasta. Además un financiero puede (aparentemente) dirigir una empresa de telecomunicaciones y una de sanidad. De hecho suelen pegar grandes saltos entre empresas de distintos sectores cobrando cada vez más dinero
A mí juicio, sin embargo, tiene serios inconvenientes.
Lo reducen todo a ingresos, gastos, amortizaciones, rentabilidad etc sin muchas más consideraciones.
Por ejemplo, si se quiere aumentar la rentabilidad y es difícil aumentar los ingresos, basta con disminuir los gastos y si estos proceden básicamente del personal, se reduce el número de empleados hasta que salgan las cuentas y a otra cosa, mariposa.
Pero para hacer cuentas tan sencillas no es necesario que está gente cobre tanto.
En el ejemplo que hemos puesto, un director general que dirige una empresa sanitaria debería tener
- formación médica para entender los problemas de los médicos y los pacientes, tener interiorizada la deontología del médico y su fidelidad al paciente
- formación técnica, una ingeniería o similar para entender las tecnologías sanitarias
- formación en recursos humanos para entender las motivaciones y problemas de los empleados, sobre todo médicos y enfermeras
- formación financiera para entender los números que regulan la rentabilidad de una empresa
Me diréis que alguien así debe ser un superhombre o una supermujer. Cierto, pero de tener esa exhaustiva formación estaría justificado su elevado sueldo
De ser así, en el ejemplo que he puesto, para incrementar el EBITDA, no se le hubiera ocurrido recurrir a alargar las listas de espera, pues a pesar de tener un impacto en los números, su formación médica y su dedicación al paciente le hubieran impedido pensar en una posibilidad así.
Cierto es que cualquier persona decente, independiente de su formación, hubiera rechazado tal posibilidad, sin embargo, los sueldos excesivos de la alta dirección hacen que se desconecten de la realidad y se les nuble el entendimiento con tal de mejorar las cifras de la empresa que dirigen y a la vez su prestigio y su salario.
Si hubiera tenido formación técnica mezclada con su formación financiera le hubiera permitido entender alternativas técnicas válidas para aumentar los ingresos y disminuir los gastos, mejorando incluso el servicio que prestan a los pacientes.
Y si hubiera tenido formación en psicología/ sociología, le hubiera permitido aumentar la eficiencia de los empleados aumentando su motivación.
Dicho de otra forma, con una formación más amplia, hubiera tenido más herramientas para aumentar la eficacia, y por tanto la rentabilidad de la empresa que dirige, sin necesidad de recurrir a artificios de dudosas implicaciones morales y quien sabe si no también legales.
Es evidente que un director general se tiene que apoyar en profesionales expertos en cada uno de los temas que he apuntado y no es necesario que tenga un título universitario en cada uno de ellos, pero debe tener los suficientes conocimientos para entender a estos expertos cuando le hablan. Es decir, deben saber mucho, al menos tanto como para merecerse tan abultado sueldo, y no vale cualquiera para cualquier cosa.
Este principio, el de que cualquiera vale para cualquier cosa, se ha estado usando no solo en la empresa privada sino en la administración pública y se pone como ministro de transportes a un torero o como ministro de hacienda a un médico
No, señores, no. Cualquiera no vale para dirigir cualquier cosa. Debe tener formación en el área específica que tiene que dirigir y luego las habilidades genéricas necesarias para la tarea propia de dirección, además de liderazgo, empatía, motivación, etc.
Que lo mismo me estoy columpiando y el individuo este del hospital de Torrejón es médico, aunque no lo creo, por su forma de hablar me inclino más por financiero. Y es que una persona con formación predominantemente financiera es apropiada para dirigir un banco o ser ministro de Hacienda, pero para dirigir una empresa de servicios médicos, la lógica nos sugiere una persona con formación fundamentalmente técnico-sanitaria.
Esa manía de elegir financieros para dirigir las empresas privadas puede ser el origen de aberraciones como las que hemos oído sobre el hospital de Torrejón y la manía de elegir amiguetes leales para dirigir las empresas y administraciones públicas en lugar de la gente competente para ello, provoca muy caras ineficiencias, despilfarro de recursos y un servicio deficiente a los ciudadanos.
Y así nos va
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