En defensa de los débiles


El otro día viví de cerca un episodio ciertamente indigno. Estaba en una frutería de barrio bastante popular por su género, de cierta calidad a precios razonables.
De repente, una señora mayor comenzó a gritar “me han robado el monedero”.
La pobre mujer fue a pagar la fruta y al rebuscar en la bolsa el monedero, en vez de éste, encontró un melocotón. Contó que seguramente habían sido dos chicas jóvenes, bien vestidas que cuando fue a coger una bolsa del rollo de bolsas, ellas tiraron y sacaron 4 ó 5 de golpe. La señora les llamó la atención, cuando en realidad era ésta la maniobra de distracción para sustraer el monedero sin ser descubiertas.

El disgusto de la anciana fue mayúsculo, no solo llevaba en el monedero el dinero para hacer la compra sino el DNI, la tarjeta de la seguridad social y las fotos de sus seres queridos, algunos de ellos seguramente ya solo vivos en su memoria.
Imagino cómo se sentiría ante el papeleo que se le venía encima para recuperar el DNI, la tarjeta sanitaria, quien la llevaría, quien la ayudaría en las gestiones, como se entendería (observé que apenas oía)... seguro que se sintió completamente desamparada, porque un anciano ya no es dueño de su vida y necesita de otros para defenderse. Así que ahí estaba la pobre señora, llorando como una Magdalena.

A pesar de todo, parece ser que las delincuentes sacaron el dinero del monedero y lo tiraron en la calle, con tan buena fortuna que alguien que se había enterado del barullo, lo encontró y se lo devolvió a la señora en el momento y el color volvió a su cara. En el monedero estaba todo menos los diez euros que la pobre mujer había metido para la compra del día.

Las miserables habían conseguido el escalofriante botín de diez euros a cambio del soberano disgusto de su víctima.

Sin duda, esta señora, a pesar de todo, tuvo mucha suerte. Otras personas mayores sufren empujones para quitarles una cadena de oro que compraron hace veinte años con gran esfuerzo o que les regaló alguien querido que ya no está. Les arrojan al suelo y muchas veces eso significa una rotura de cadera o de cualquiera de otro de sus huesos descalcificados. Muchas veces la inmovilidad a la que les condenan a esas edades, significa una muerte lenta y dolorosa.

A mi, y estoy seguro que como a mí a miles de personas más, me gustaría disponer de más tiempo, más dinero o más poder para dedicar parte a mejorar la calidad de vida de las personas mayores, al menos de las más cercanas a nosotros.
A esas personas que han hecho de nosotros lo que somos, que nos han traído hasta donde estamos, que han construido el país que tenemos, sin duda con sus aspectos negativos pero mil veces mejor que el que fue.

Pues aún así hay gente que no solo no desearía ayudarlos en los momentos difíciles de la vejez, que ni siquiera los ignora, sino que se fija en sus debilidades para abusar de ellos.
¿Hay algo más ruin, más execrable, más indigno que abusar y maltratar al débil? Solo las alimañas lo hacen.

Incluso el león cuando caza la gacela más débil, está ejecutando el programa que está escrito en su propia naturaleza, no puede elegir. Se supone que lo que nos hace humanos, lo que nos distingue de los animales, es que podemos pensar y elegir entre distintas posibilidades. ¿o es que los miserables que maltratan y abusan del débil no son humanos?

Cuenta un viejo chiste que iba un político a visitar distintos servicios públicos para decidir dónde asignar el presupuesto. Visitó un colegio y vió las carencias, las ventanas no encajaban, hacía frío, los pupitres eran viejos y tomó notas. Luego visitó una cárcel vió que no se estaba mal y que la comida era aceptable. También tomó notas.
Una vez en su despacho le dijo a su secretario:
  • asigna el presupuesto para la mejora de la cárcel
  • pero, señor, porqué vamos a hacer eso. El colegio está en peor estado que la cárcel.
  • Piensa un poco: al colegio no vamos a volver pero a la cárcel ¿quien sabe?

El político, a pesar de lo injusto de su decisión, al menos demostró más sentido común que las delincuentes, que seguramente piensan que no se harán viejas y que nunca dejaran de oir ni ver bien y que sus piernas les llevarán siempre a donde quieran ir.
Alguna vez, probablemente cuando sean mayores se harán conscientes del mal que hicieron.

Definitivamente, el mal existe y tristemente, en situaciones mucho peor que esta, a veces incluso, el mal solo por el mal, que como todos sabemos es el mal al cuadrado.

Comentarios

  1. Como diría mi abuela..., ésto es así desde que el mundo es mundo.
    Como todas las leyendas, el cuento de Robin Hood es una gran mentira construida sobre una pequeña verdad. La mentira, que robaba a los ricos para repartirlo a los pobres. La verdad, que robaba a los pobres para gastárselo él.
    La violencia que entraña apropiarse de lo ajeno siempre viene expresada por el mismo vector: el fuerte se aprovecha de la vulnerabilidad del débil (obsérvese la relatividad del concepto; pues, también los masones se roban entre ellos).
    Luego, la Naturaleza es sabia y muy vengativa. A la que pasa el tiempo, más convencido estoy de que, al final, todo se paga en esta vida. Todos nos hacemos viejos, incluso los que abusan de nuestros mayores. Así hayas sembrado, recogerás.
    😒

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    1. Sí, tienes razón. Esto ha sido así desde que el mundo es mundo. Pero no por ello podemos renunciar a denunciarlo y a intentar cambiarlo.
      Como en muchos otros temas, todo pasa por un mayor nivel de consciencia colectiva que es el objetivo utópico de Siguiente Nivel.
      Es obvio que nadie que sea capaz de robar o maltratar a una persona indefensa estará leyendo esto, porque parecen cosas incompatibles en sí mismas, pero y ¿y si sí?

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