¿Más odio? ¿para qué?

El llamado espíritu de la transición permitió la elaboración de una Constitución, la de 1.978, que ha proporcionado a España uno de los períodos más largos de paz y prosperidad que se recuerdan en nuestra historia. Y, lo que es más, ese espíritu posibilitó la evolución pacífica de una dictadura a una democracia que todavía disfrutamos y que seguramente no valoramos en su justa medida.
Como tampoco valoramos suficientemente el papel de aquellos hombres y mujeres que lo hicieron posible. Sin ellos y sin su “espíritu de la transición” podríamos habernos visto abocados a otro periodo de barbarie, violencia y sufrimientos.

A mi juicio, el espíritu de la transición no era más que el recuerdo de la atroz guerra civil que había asolado España cuarenta años antes y que provocó la lucha entre hermanos muchas veces en bandos contrarios, solo por encontrarse en zonas distintas al comenzar la guerra.
El pánico a ese recuerdo permitió que se sentaran a hablar en la misma mesa la derecha más rancia, seguramente escandalizada por el recuerdo de las atrocidades cometidas y atemorizada por las que sufrieron, junto con la izquierda más radical igualmente escandalizada por el recuerdo de las atrocidades cometidas y atemorizada por las sufridas (en este caso sufridas no solo durante la guerra sino prolongadas durante la dictadura).
Parecían ser conscientes de que una guerra es una guerra y, en una guerra todos pierden, aunque unos pierdan mucho más que otros.

Pues bien, ese espíritu desapareció hace ya tiempo porque también ha desaparecido el recuerdo de la guerra y el terror asociado.
Y se nota porque algunos políticos y algunos periodistas hablan de tal forma que siembran odio sin ningún tipo de miramientos.

La consecuencia es ya patente en la sociedad. Esta semana se ha hecho famoso un comentario en Facebook de una ciudadana anónima deseando un destino atroz (sí, de esos propios de una guerra) para la portavoz de Ciudadanos en el Parlamento catalán y sólo por defender esta última sus ideas.

Algunos políticos y periodistas / tertulianos están abdicando de su responsabilidad de sembrar mesura en la ciudadanía y, muy al contrario, azuzan a las masas para conseguir sus objetivos, sean éstos cuales sean (políticos, económicos, notoriedad…).
El odio que generan se muestra en comentarios como este en las redes sociales y está ya flotando en el ambiente. Seguramente se aprovechan de que, por la naturaleza humana, el odio prende y se ensancha dentro de nosotros con más facilidad que cualquier otra emoción positiva.

Sin embargo, han olvidado el viejo dicho “Quien siembra viento, recoge tempestades”, lleno de antigua sabiduría popular y que, de repente, ha sido redescubierto a través del concepto importado del karma.

Harían bien en predicar en vez del odio, la mesura, porque nadie es capaz de predecir el comportamiento de una sociedad llena de odio, ni siquiera el de un pequeño grupo, y podría volverse contra ellos mismos. Recordemos que en grupo pueden hacerse tropelías (como mil veces ha quedado patente) que de forma individual nos parecen impensables.

No hace mucho, discutiendo sobre otros temas, me recordaba un buen amigo una estrofa de una canción que yo tampoco había olvidado. Se trata de una canción que era la cabecera de una serie que hizo Televisión Española sobre la historia de una familia durante la dictadura, La España de los Botejara y que se emitió en los años de la transición.
Sin duda debió impresionar nuestras mentes adolescentes porque lo recordamos con nitidez:

Hubo en España una guerra
que, como todas las guerras
la ganara quien ganase
la perdieron los poetas
la perdieron los poetas


¿Cuántas guerras más deben perder los poetas?

Comentarios

  1. Estamos de acuerdo. Se dice que, cuando se utiliza el insulto para defender un argumento, se pierde la razón. ¡Qué cierto! Pero, el insulto y la descalificación, si además va disfrazada de chiste, es mucho más divertido y cala más en el ideario colectivo. Siempre ha sido muy fácil, por otro lado, odiar a quien con sus argumentos nos quita la razón. ¡Me importa una mierda lo que digas, que haré lo que me salga de los cojones! Y si soy más fuerte, pues te aguantas.
    De ahí, la importancia del defender el Estado de Derecho, como en central de las modernas democracias. Tan fundamental como el Sufragio Universal. Tenemos claros ejemplos de "democracias" donde se vota y parecen dictaduras por su falta de controles judiciales.
    Observar y cumplir el ordenamiento legal (los procedimientos) es la única defensa que tienen los débiles frente a los poderosos, los demagogos y los que gustan de la violencia física y verbal.

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  2. La sabiduría habla por tu boca... Ya inventaron la separación de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) hace unos pocos de años como una forma de aumentar las garantías de que no nos dan gato por liebre, y aún así nos la dan. ¿Qué sería sin esa independencia (aunque sea aparente)?

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