Ojo, que nos vamos todos al paro

Continúo avanzando lentamente en el libro de Jeremy Rifkin “El fin del trabajo” y ya he pasado la mitad. O mucho avanza en las soluciones en lo que queda de libro o de momento puedo resumir lo que llevo leído en dos miserables palabras: “Estamos jodidos”.

No sé cuánto le llevaría a este señor escribir el libro, pero seguro que un gran esfuerzo y ver resumido tamaña cantidad de trabajo en dos palabras no resulta muy elegante. Pero es que, de momento, es mi conclusión.
No es que diga cosas que de alguna manera no sepamos desde hace mucho tiempo, pero es que verlas escritas enumeradas una detrás de otra, con argumentos y datos consistentes, resulta espeluznante y, efectivamente, es fácil concluir que el trabajo se acaba. Pero no porque vayamos a vivir sin trabajar tan divinamente, sino porque el trabajo y, por tanto, los ingresos asociados, formará parte de un número cada vez más reducido de afortunados.
Lo bueno de esto es que el libro fue escrito hace más de 20 años, y el análisis no sólo sigue siendo válido, sino que los síntomas se han acentuado aún más. Es decir, los estados y las empresas hicieron caso omiso de las señales claramente identificadas en este libro y continúan hacia la debacle de una sociedad con dificultades para emplear a sus ciudadanos.

Todo comienza con la automatización de la producción que disminuye la dependencia de la fábrica de los trabajadores que la hacen funcionar. Al ser menos dependiente la fabricación de la mano de obra, también se limita el poder de los sindicatos a la hora de negociar con los empresarios. De alguna manera esto explica el auge y caída del poder sindical que corre en paralelo con el auge y caída de las condiciones laborales de los trabajadores.

Mientras que la fábrica dependía de la mano de obra, el empresario estaba dispuesto a compartir parte de las ganancias con los trabajadores. El beneficio del empresario estaba en sus manos.
A medida que los procesos de automatización desvincularon la mano de obra de la producción, a la vez que crecían los beneficios empresariales por la reducción de costes, la empresa estaba menos dispuesta a compartir los beneficios con los empleados. Esto se puede ver en la comparación relativa de los salarios. Para hacernos una idea, mientras que en los años 1970 el sueldo del máximo directivo podía ser 20-25 veces el sueldo del trabajador medio, 20 años después la relación podía ser de 100 veces.

En los años 90, cuando se escribió este libro, ya había aumentado el paro en USA y en Europa de forma consistente y en el libro se achaca a la tecnología que había propiciado la eliminación de multitud de puestos de trabajo en todas las industrias y en los servicios. La globalización también se menciona como una causa. Pero la globalización en aquellos años, comparada con lo que es hoy en día, era un juego de niños.

Por tanto, el aumento del paro, la polarización entre gente muy rica y gente muy pobre con la consiguiente disminución de la clase media americana, ya había comenzado por aquellos años y era básicamente producida por la automatización de la producción, y el ansia de las empresas por quedarse con todos los nuevos beneficios derivados del ahorro de costes.
Los propietarios se iban haciendo más ricos cada vez a la vez que las clases bajas primero, y parte de las clases medias después, perdían sus ingresos.

Mi conclusión es, por tanto, que no solo es la globalización la que está provocando el empobrecimiento de las clases medias y bajas de los países del primer mundo, como se ha usado, por ejemplo, durante la campaña electoral americana (por cierto, los defensores del proteccionismo comercial han obtenido muy buenos resultados electorales abusando de este argumento).
Y no sólo es la globalización porque se ha ignorado la tecnología como otro importante factor que contribuye a ese empobrecimiento de las clases medias.
Demostrado está que las nuevas tecnologías crean muchos menos trabajos que los que destruyen y el manido argumento de que los avances tecnológicos solo propician que desaparezcan unos trabajos y aparezcan otros que los compensen no es exacto en la actualidad por la cantidad dispar de los destruidos y de los creados.

Lamentablemente ese debate no ha entrado en las campañas electorales, seguramente porque una de las pocas salidas posibles al problema no es renunciar a la tecnología ni mucho menos, sino que los beneficios derivados de la introducción de nuevas tecnologías sean compartidos por la sociedad y no se queden exclusivamente en los bolsillos de los ejecutivos y grandes propietarios.

Adjunto un enlace que es ejemplo actual de los argumentos de este post. En él se describe cómo la logística está siendo tomada por los robots. En el colmo del cinismo, se menciona la creación de empleo. Lo que no se dice es que un centro logístico convencional no robotizado requeriría 10 veces más empleados (por decir algo).
Llevándolo al extremo, la fábrica ideal (que será real más pronto que tarde) de un empresario es aquella a la que llegan camiones autopilotados con las materias primas y tras un proceso de fabricación automático, salen camiones autopilotados cargados con los productos hacia los centros de distribución, todo ello sin intervención humana.
Es ideal porque una vez en marcha, el empresario sólo tiene que pagar la factura de la luz y las materias primas y sentarse a ver como aumentan los ingresos en su cuenta corriente.

Paradójicamente estas empresas esperan que la gente siga comprando sus bienes y servicios porque confían que haya otras empresas que creen más empleos reales que ellos y en la sociedad haya poder adquisitivo suficiente (lo malo es que todas las empresas piensan lo mismo a la vez: que sean las otras las que creen empleo, mientras ellas los destruyen).

Necesitamos que cuanto antes los nuevos partidos, los viejos partidos lleven este tema al parlamento nacional y europeo porque aunque Rifkin ya avisaba del problema hace 20 años, nada se ha hecho y el tiempo se acaba. No quedan más de 5 ó 10 años, el tiempo que el coche autónomo, la inteligencia artificial / robots aplicada a los call center y a mil cosas, la impresión 3D, etc, se generalicen (recordemos que estas cosas funcionan ya hoy día)

Por tanto, tiene sentido el debate que ya ha comenzado sobre si los robots y ordenadores deben cotizar a la seguridad social/pagar impuestos o no. Es obvio que ésta sería una forma de paliar el paro que generan y una manera para que las empresas compartan con la sociedad parte de esta nueva riqueza adicional que de la sociedad extraen.

La otra solución sería darles un salario a los robots y que sean ellos los que consuman. Y esto no parece muy acertado. ¿o sí?


Cuando termine el libro, más…

PD. Continuo coleccionando evidencias:
El Deutsche Bank avisa de que los robots sustituirán a los empleados-ábaco

Comentarios

  1. Dos puntualizaciones:
    - En mi modesta opinión, no hay que confundir "clase media" con "asalariados de rentas medias". En su origen (Inglaterra siglo XVIII, ver Wikipedia), la clase media la integraban pequeños terratenientes, profesiones liberales (médicos, abogados...), comerciantes y la pequeña nobleza. Aquellos que no dependían de un salario por cuenta ajena. Los que nos incluyeron en la clase media por tener buenas nóminas nos vendieron la burra. Sólo hace falta que nos den la patada para darnos cuenta cuán bajo podemos llegar en la escala social que nos han vendido.
    - Cuando desparecen los medios de subsistencia para una gran parte de la población, entramos en la fase del "salvese la quien pueda". El apocalipsis revolucionario. Ahí, cae hasta el apuntador. Curiosamente, y en las llamadas sociedades desarrolladas,, no nos hemos visto en una de estas. Con todas las reconversiones industriales y cambios en el mercado de trabajo que hemos sufrido desde el fin de la II Guerra Mundial. ¿Será que aquellos que gobiernan la economía global (la Clase Alta de toda la vida), también han leído a Engels y Marx?

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    1. Efectivamente, Rifkin se refiere a la clase media americana de los años 1970-80, en una gran parte integrada por mandos intermedios de múltiples compañías que al incorporar los procesos automatizados simplificaron su estructura organizativa y sobraban a patadas.
      Respecto al segundo punto, a mi me da que es casualidad y que si no ha habido revoluciones no es por una consciencia de las clases altas, sino que han surgido otros trabajos de baja cualificación (básicamente servicios y trapicheos varios) y bajos salarios que combinado con un adecuado entretenimiento de la peña vía tv, internet, futbol, formula 1, toros, smartphones, etc, etc, etc. mantiene casi de casualidad el statu quo. Es decir la vieja fórmula pan y circo romano.

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    2. Por cierto, que incluso esos trabajos en servicios (hostelería, servicio doméstico,...) etc, de los que hablo en el punto anterior podrían estar en riesgo con el avance de la robótica y la inteligencia artificial...

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