¿Estamos en 2.017 o en 1.984?

Hace un tiempo uno de mis múltiples lectores (que yo sepa, ya tengo al menos dos, aunque no sean fijos) me sugirió releer 1.984.
Buena idea, porque en los tiempos que corren deberíamos leer de vez en cuando esta novela de George Orwell.
Es curioso que este hombre brillante escribiera el libro en 1.948, de ahí que cambiando las 2 últimas cifras le saliera el título del libro.
Y digo que es curioso porque si pensaba así en 1.948 no sé qué hubiera escrito en 2.017, cuando voluntariamente ofrecemos a entidades privadas todo tipo de datos sobre nuestra vida.
El gran hermano de 1.984 ya es realidad. Ese ente que nos vigila y sabe en todo momento dónde estamos y qué hacemos, incluso si se nos acelera el pulso porque corremos o eso otro, ya existe. No se llama telepantalla como en la novela sino smartphone
Así pues una profecía de la novela es ya una realidad

La otra gran profecía cumplida de la novela habla del tratamiento de la verdad. Básicamente Orwell dice a través de sus personajes que la realidad no existe y que se construye a base de creencias colectivas.
Dice algo así: si yo creo que puedo volar y tu crees que yo puedo volar y encima alguien recuerda haberme visto volar, entonces es que realmente puedo volar. Es lo que ahora llaman posverdad, que dicen que la RAE está definiendo en estos momentos, para incluirlo próximamente en el diccionario.

Por tanto la verdad no existe y sólo depende de lo que crea la mayoría.
Para convencer a la mayoría no es necesario usar argumentos lógicos sino basta con repetirlo muchas veces y por muchos medios. Ejemplos de esto tenemos para aburrir, pero podemos tomar uno reciente, ya comentado en post anteriores, como el de los presos políticos en España. Recordemos que el Ayuntamiento de Barcelona coloreó las fuentes de amarillo para recordarlo de una forma más (confiemos que sean fuentes de colores programables y baste con dar a un botón en un ordenador para ponerlas amarillas, porque como hayan mandado a operarios a cambiar las bombillas con cargo a los presupuestos del Ayuntamiento, es para hacérselo mirar).

Otro de los conceptos manejados en 1.984 es “doblepensar“
Este es genial porque significa que una cosa puede ser cierta y también su contraria. Por ejemplo, una cosa puede ser la más cara y a la vez la más barata.
Alguien podría pensar que esto puede ser defendible si varía el punto de vista.
Pues no. El doblepensar implica que alguien defiende algo y su contrario desde el mismo punto de vista.
¿Imposible? Pues tampoco. Podemos encontrar ejemplos en la política a mansalva, pero tomemos uno reciente, también del conflicto catalán que tanto juego está dando. El expresidente de la Generalitat, en busca y captura por haber violado las leyes españolas, decía que quería sacar a Cataluña de España e integrarse en la Unión Europea. Siempre salían con la estelada y la bandera de la UE en sus mensajes institucionales.
Hace poco creo recordar que ha dicho que la UE es un club de estados decadentes y que habría que promover una consulta sobre la permanencia de Cataluña en la UE.

Lo peor de todo es que hay gente que se cree una cosa y su contraria con la sola condición de que al político de turno no le entre la risa cuando las dice.

¿Entonces estamos en 2.017 o en 1.984?
Yo creo que en 2.017, porque hay todavía grandes diferencias con la novela. No vivimos bajo un régimen totalitario, pese a lo que digan algunos, y las condiciones de vida, son mucho mejores que las allí descritas.

Sin embargo estas profecías cumplidas a las que me he referido, posverdad, doblepensar y supervisión minuciosa de la gente, nos deberían invitar a reflexionar, no sea que el tiempo en vez de avanzar, retroceda hasta 1.984

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