Que tu medicina sea tu alimento


“Que tu medicina sea tu alimento, que tu alimento sea tu medicina”. esta frase enunciada por Hipócrates hace alrededor de 2500 años está llena de sabiduría. Sin embargo, en la actualidad parece una frase dedicada exclusivamente a los iniciados y se oculta al común de los mortales.

Pueden darse varias aproximaciones en nuestra sociedad sobre la comida, pero las que marcan tendencia son dos y bastante extremas:

A) Comer es una pérdida de tiempo, por lo que hay que comer rápido y mal, muchas veces delante del ordenador, cualquier cosa y a ser posible, barato y precocinado. Es lo que se ha venido denominando comida rápida o comida basura.

B) Comer es un placer de los sentidos, un lujo asiático que solo unos pocos pueden permitirse, el resto intentamos imitarlos en restaurantes sin estrellas Michelin pero sorprendentemente caros.

En el colmo de las contradicciones, hay muchas personas que usan la aproximación A) durante casi toda la semana para luego poder permitirse el lujo de recurrir a la aproximación B) durante el fin de semana.

Nada es criticable si se hace de forma consciente. Pero si obedece a una actitud irreflexiva es para hacérselo mirar. En algún momento debemos parar el ritmo y reflexionar sobre nuestra actitud ante la vida, y la comida es una parte importante de ella, de la que depende (como la frase de Hipócrates sugiere) nuestra salud.

Hace tiempo leí una frase estupenda al hilo con esta reflexión: Uno de nuestros objetivos parece ser "Trabajar más para ganar más dinero para poder costear el pago de aquello que podríamos hacer nosotros mismos si trabajásemos menos".
Esta frase es aplicable también, obviamente, a la comida, y que me perdonen aquellas personas que viven de la hostelería (que en España son muchas), porque si todo el mundo se hiciera la comida en casa, el paro se disparaba…
Como siempre, supongo que todo, en su justa medida, es bueno, y llevar las cosas al extremo, más bien malo.
Tal vez sea conveniente comer un poco mejor durante la semana y un poco peor durante el finde, para nivelar las cosas y hacerle un favor a nuestra salud. O lo que es lo mismo, tomarse la comida en serio.

La segunda parte de la frase protagonista de este post: “Que tu alimento sea tu medicina” también tiene su enjundia, porque la medicina se ha convertido igualmente en un bien de consumo. Cada vez son más los productos farmacéuticos que se anuncian en los medios.
Por mucho que al final te digan que lo que están anunciando es un medicamento y que consultes al farmacéutico, lo que es evidente es que ya te han colado el anuncio con el señor o señora pasándoselo divinamente a pesar de tener un trancazo de narices (nunca mejor dicho), o levantando a los nietos como si fueran papel a pesar de tener un dolor de espalda importante.
Lo malo de todo esto, es que de nuevo se trivializa el problema y la salud se convierte, una vez más, en un producto de consumo.

Con el deporte pasa más de lo mismo. El deporte es salud (no solamente verlo, sino practicarlo), pero también un negocio imponente.
Se nos convence de que para practicar deporte hay que ir bien equipado y vas y te compras unas deportivas con un precio que genera la esperanza de que con ellas el deporte se haga solo o que incluya una especie de escudo que te proteja contra todo tipo de lesiones. Luego te las pones y te das cuenta de que no..
Por cierto, las multinacionales que venden este carísimo calzado pagan una miseria a los empleados del sureste asiático que las fabrican en unas condiciones que dicen ser un poco lamentables. Vamos, que el famoso Ebenezer Scrooge, el protagonista de Cuento de Navidad de Dickens es al lado de estos señores una hermanita de la caridad.

Lo mismo pasa con la ropa, especializada para cada deporte (si tienes una camiseta para bádminton, ni se te ocurra usarla para tenis y viceversa, podría desintegrarse), y con tejidos supertranspirables y de última tecnología (¿?) y naturalmente, muy cara si son de estas famosas multinacionales.

Nos queda muy claro que debemos ir bien equipados para hacer deporte. Lo que nadie deja claro es que para hacer deporte hay que leerse previamente el libro de instrucciones del cuerpo humano. ¿Para qué aclararlo?, evidentemente, eso no da dinero.

Al no habernos leído el libro de instrucciones, luego pasa lo que pasa: torceduras, esguinces, dolores de espalda, etc. Pero no hay problema, porque para eso están los antiinflamatorios, las pomadas, los esprays y, naturalmente, los fisioterapeutas. Lo cual está bien porque hay que dar de comer a todo un sector.

La sociedad debería convencernos de que la salud es algo de lo que cada uno debe responsabilizarse, cuidando auténticamente los factores de los que más depende: alimentación, actividad física/mental y relaciones constructivas. Todo ello procurando además, no envenenarse con productos tóxicos (tabaco, alcohol y otras drogas), porque envenenarse siempre han dicho que es malo.

Lamentablemente, el mensaje suele ser el contrario: “¿Responsable tú? ¡Qué estupidez!, haz lo que quieras, disfruta, consume y luego ya si eso, por un poco de dinero más, nosotros te curamos”


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