La buena cerveza

 

Ante todo, quiero recordar, como digo al final de cada publicación, que aquí expreso una opinión, tan válida o estúpida como otra cualquiera. Lo que sí será en cualquier caso es bienintencionada y nunca sesgada hacia un lado determinado, porque nadie me paga por estos posts (de momento, ya veremos cuando llegue al millón de lectores. Ahora algunas veces llego a cuarenta -lectores, no millones-, que ya es mucho más de lo que nunca pensé, pero que demuestra que no hay peligro de que me paguen. En cualquier caso, gracias por vuestro tiempo y paciencia).

Si empiezo así es por no ofender a los grandes amantes de la cerveza. Y es que, como uno ya va teniendo unos añitos, recuerda tiempos pasados que aunque, no siempre fueron mejores, tuvieron su encanto.
Pues bien, en aquellos años, podemos estar hablando de los ochenta o noventa del siglo pasado, ya había bastantes cervezas de distintas marcas. A uno le gustaba más el sabor de una que de otra, generalmente se repartían el territorio español por zonas, y cuando viajabas te cambiaban la marca de cerveza y se notaba la diferencia.
Uno, acostumbrado a la cerveza de Madrid, por ejemplo, llegaba a Sevilla y notaba el sabor de la cerveza distinto, pero a la segunda ya te habías acostumbrado y disfrutabas tanto como en Madrid (sin dejar por ello de decir que la cerveza de Madrid era mejor)

Ahora en cambio, han surgido miles de variedades distintas de cerveza incluso dentro de la misma marca, creando una subcultura de la cerveza en la que han intentado imitar la del vino.
Se conoce que alguien pensó: “si hay grandes entendidos de vino que pueden pagar un dinero por una botella, ¿por qué no va a haber grandes entendidos de cerveza que hagan lo propio?”
Y dicho y hecho. Como siempre, en marketing, lo primero es crear la necesidad que no existe previamente y, de esta manera se ha dedicado un notable esfuerzo, tiempo y dinero a demostrar que no todas las cerveza son iguales (incluso había un anuncio en el que colgaban boca abajo a un señor que se atrevía a decir que sí lo eran -lo reconozco, yo me identifico con el señor ese colgado boca abajo, porque nunca me había puesto a pensar sobre el tema), luego comenzaron con terminología rara como doble lúpulo, doble malta, malta tostada, etc, etc. todo ello elaborado artesanalmente por grandes maestros cerveceros.

Cuando yo oigo esto, me imagino a un señor con barba blanca moviéndose muy despacio y observando como el alcohol se va destilando y pasa por el alambique lentamente. Ah no, que eso será con los licores. Pues entonces a un señor de barba blanca con un pulcro delantal verde mirando como la cerveza fermenta en un gran caldero de cobre brillante que emite reflejos dorados.
De vez en cuando toma con un cazo un poco de cerveza, lo prueba y dice: “Niño, que esto ya está”.
Y entonces, el aprendiz de maestro cervecero toma una a una cada botella de cristal (elaborada individualmente por un maestro vidriero que tienen en el taller de al lado) e introduce con sumo cuidado la cerveza para que no haga espuma, le pega con mimo la etiqueta con pegamento (cuidadosamente elegido) y le pone la chapa que cierra con unos alicates especiales.
No sé porqué me da que esto no va a ser así y lo de artesanal se refiere a otra cosa.

Por otra parte, eso de usar terminología más técnica en anuncios para profanos es una táctica habitual y bastante antigua dedicada, supongo a impresionar al receptor del anuncio.
Recuerdo hace muchos años el anuncio de un champú anticaspa que decía a bombo y platillo que tenía zincpiritione y tú (que no tenías ni idea de lo que era eso) decías: “joder, si tiene zincpiritione tiene que quitar la caspa por coj..”, luego oías el anuncio del champú de la competencia y éste en lugar de tener zincpiritione tenía piritionato de zinc. Pero no. Tú te quedabas con el de zincpiritione que sonaba mejor.

En cualquier caso, una vez se ha impresionado a la audiencia, hay que convencerla de que esta cerveza vale más por algo. Si consigues que alguien pague por una cerveza tres, cuatro o diez veces el precio de una cerveza normal, ya has conseguido un adepto que defenderá de por vida la bondad de una cerveza con doble lúpulo, doble malta, doble tostado almacenada en barrica durante dos años, etc, etc. Decir simplemente “pues un poco menos amarga, sí es”, es reconocer que te han engañao.

Los fabricantes de cerveza se estarán preguntando: “¿por qué la toma con nosotros este energúmeno con paladar de escayola?”. Y yo les responderé: no es nada personal. A ver, a mi me gusta la cerveza, y vosotros estáis haciendo vuestro trabajo de forma excelente. Lo que pasa es que esta estrategia de vender más y mejor se usa con miles de productos y no sé si a estas alturas de polución mundial podemos permitirnos semejante consumismo.
Si la he tomado con la cerveza es porque me ha parecido un buen ejemplo de como un producto busca reposicionarse para aumentar las ventas y el margen.

Podría haberla tomado con el café, por ejemplo, cuyos comercializadores han encontrado una mina de oro con las cápsulas (idea brillante, por cierto) porque envasando el café en cápsulas individuales se pueden permitir vender el producto a diez veces su precio.
Sin embargo, es el consumidor el que debe evaluar si no le saldría más a cuenta comprarse una buena cafetera expreso (que incluso muelen el café al momento) que pagar el precio del café como si fuera oro (seguramente en un año se ha amortizado el precio de la cafetera y a partir de ahí, a ahorrar) o si podemos permitirnos el lujazo de fabricar y desechar cientos de millones de cápsulas de aluminio diarias tal y como está el planeta hoy en día.
Sí, podría haberla tomado con el café, pero no lo haré.

Sin embargo, los fabricantes no hacen otra cosa que su trabajo: Encontrar formas de vender más y mejor sus productos.
Somos nosotros, los consumidores los que tenemos la obligación de informarnos, defender nuestros derechos y orientar a los fabricantes (a través de nuestros hábitos de consumo) hacia productos más saludables para nosotros y para el entorno. Productos con menos envase, menos plástico, menos productos químicos, menos azúcar, menos grasas, menos sal ...

Así viviremos todos más y mejor.

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