Metaverso: el siguiente niv… timo (II)

 Al final, el resultado es que te colocas todos los artilugios y te puedes mover de una forma natural por un mundo diseñado por otros y podrás entrar en tiendas virtuales, comprar y hacer transacciones financieras y muchas más cosas, porque a ese mundo virtual se conectarán todas las empresas, gobiernos, administraciones, famosos y los mindundis como nosotros (los mindundis somos el verdadero objetivo del metaverso porque mientras los otros son agentes del metaverso nosotros seremos los pacientes, aquello a lo que exprimir y explotar, cual vaca lechera). 

Los partidos políticos harán en ese mundo virtual unas campañas tan intensas como sean capaces de pagar. Téngase en cuenta la enorme cantidad de información que van a poseer los propietarios del metaverso sobre cada uno de nosotros… qué hacemos, dónde vamos, con quién hablamos y de qué, cómo somos, qué nos gusta, etc, etc.

El problema es que, queramos o no queramos, tendremos que pasar por el aro, como ya ha ocurrido con los móviles (recordemos que un móvil es imprescindible para abrir una cuenta en un banco), porque habrá trámites, transacciones y compras que solo se podrán hacer en el metaverso. Las administraciones públicas abrirán oficinas en el metaverso y las cerrarán en la realidad para disminuir costes (aunque paradójicamente el número de funcionarios siga aumentando) y así ocurrirá con los bancos, y otras muchas empresas de servicios.


Al comienzo, el acceso será muy sencillo y gratuito para ganar usuarios rápidamente. Podrás hacer mil cosas, un safari virtual, conocer Atenas y tomarte una cerveza virtual en un bar de allí. 

Habrá dinero virtual, claro, pero se conseguirá fácilmente. Con el paso del tiempo, el dinero virtual será más difícil de conseguir y habrá que comprar dinero virtual con dinero real. Eso significará pagar un precio simbólico por entrar o ir a algún sitio y cuando la gente se haya acostumbrado a pagar con dinero real, irán a saco. 


Imaginemos como será la vida con el metaverso una vez que ya tenga un número considerable de usuarios que hayan desarrollado una cierta adicción. Lo haremos con ayuda de un usuario habitual del metaverso que llamaremos Luis Fernando, por ponerle algún nombre


Luis Fernando, Luisfer para los amigos (que, por cierto, no tiene) es un chico de treinta y cuatro años que vive solo. Trabaja de teleoperador en una empresa de telemárketing. Es uno de los pocos empleados que quedan porque al resto de sus compañeros los han ido sustituyendo por máquinas dotadas de inteligencia artificial. 

Luisfer está deseando que termine su jornada laboral para llegar a casa y conectarse con el metaverso. Se enfundará su traje de realidad virtual y sus gafas y guantes. Es un trabajo en el que emplea unos pocos minutos pero que le desagrada sobremanera. Ha oído que están desarrollando un casco que permitirá la interacción directa entre el cerebro y el metaverso, lo han llamado el VRBI (Virtual Reality Brain Interface-Interfaz Cerebral para Realidad Virtual). De esta manera, no necesitaría ni gafas, ni auriculares, ni ropa, ni guantes ni el resto de accesorios. Todo se haría a través del cerebro. Ojalá tuviera los diez mil euros que solicitan en una campaña de crowdfunding para ser de los primeros en tener un prototipo de esos.


Las prisas de Luisfer por conectarse están justificadas: tiene una cita en el metaverso con una chica preciosa con rasgos orientales que ha conocido en una playa virtual de las Bahamas. Él no lo sabe, claro, pero esa chica preciosa con rasgos orientales es un señor de Cuenca que vive solo, de sesenta y tres años, gordo, feo, calvo, maloliente (la última vez que se duchó, aún no le habían bajado los testículos), con gafas de culo de botella y voz de pito. Vamos, que si pudieran recetar a ese señor en pastillas, lo usarían como inhibidor de la libido.

Luisfer está muy contento con su cita. Piensa que ha merecido la pena el viaje virtual a las Bahamas por el que ha pagado diez euros. Antes solían ser gratis, pero han empezado a cobrar algo y a cambio te dan acceso a playas paradisíacas que antes no existían, las han añadido en la última versión de Bahamas Traveller. 

En una de esas playas paradisíacas conoció a Lucinda (el avatar del señor de Cuenca) y está encantado con ella. Está seguro que podrá estrenar el VRLD (Virtual Reality Lips Device - Dispositivo Labial para Realidad Virtual) porque piensa que al menos un piquito caerá. Ha habido mucha química en los últimos encuentros.


Haciendo uso de su imaginación, incluso cree que la cosa puede pasar a mayores. ¿Qué hará entonces? Aún no ha podido comprarse el VRSxD (Virtual Reality Sex Device - Dispositivo Sexual para Realidad Virtual) porque cuesta dos mil euros. Está ahorrando para ello pero tardará un tiempo en conseguirlos. Puede pedir un préstamo al consumo en el propio metaverso si ve que la cosa avanza muy rápidamente.

De momento, puede cortarle un poco el rollo a Lucinda (el señor de Cuenca) y demorar el encuentro sexual o simplemente, fingir.


El VRSxD es caro pero merece la pena, aparte del accesorio físico que garantiza todo tipo de satisfacciones sexuales y adaptación perfecta a tus zonas íntimas, incluye un año de suscripción gratuita al Miracle Sex Server que realiza la traducción de tus gustos sexuales a los gustos sexuales de cualquier pareja de cualquier orientación sexual. 

La identidad sexual y las complejas relaciones sexuales entre personas de igual o distinta identidad sexual han dejado de ser un problema en el metaverso.

Incluso por cinco euros más al mes, tienes acceso a Real Sex Perversion, un divertido e inocente juego parecido al parchís.


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