Educar frente a prohibir


Ya sé que esta semana procedería hablar de la moción de censura y del cambio de presidente de gobierno (al que todos, independientemente de nuestra ideología política, deberíamos desear la mejor de las suertes por la cuenta que nos tiene y porque la va a necesitar), pero los temas candentes y cansinos se los prefiero dejar a los medios y centrarme en otros, también polémicos pero sin duda bastante más olvidados.

La situación actual en España tiene mucho que ver, a mi juicio, con el tema que me gustaría tratar hoy, porque gira alrededor de la educación, en concreto educar frente a prohibir, así que vamos a ello.

Probablemente la educación lo sea todo. Representa el deseo de progreso de un país.
Cuanto más se aprecia a si misma una sociedad, más recursos y cuidados se asignan a la educación.

La educación representa el futuro, nuestro bienestar físico y emocional. Representa hasta la viabilidad de las pensiones.

Lamentablemente, aquí en España durante la transición, perdimos una oportunidad histórica para dar a la educación el papel que le corresponde, sacándola de cualquier debate electoralista y formando parte de un gran pacto de Estado.

Muy al contrario, se cedió a los caciques regionales que la han utilizado para aleccionar a sus paisanos y defender sus intereses partidistas.
Esta es la razón por la que hay regiones que tienen una visión de la historia absolutamente tergiversada, manipulada y en consecuencia odian a otras regiones, de las que, según les han enseñado, han recibido multitud de ofensas.

Esta también es la razón por la que en vez de dedicar nuestras energías a construir una prosperidad común, la consumimos en rozamiento interno, generando desazón e insatisfacción colectiva.

Ya Felipe II, rey de España y del mayor Imperio que la historia ha conocido, se dio cuenta, en el siglo XVI, de la gran importancia de la educación, de la ciencia y la tecnología. Él era consciente de que el poder y el progreso estaría del lado de aquel que poseyera el conocimiento.
De nuevo, lamentablemente, los reyes y gobernantes que le sucedieron no estuvieron dotados de sus capacidades y la mayor parte de ellos fueron claramente nefastos, para regocijo de los enemigos del imperio español y desgracia de los españoles.

En nuestros días los países que han apostado por la educación, son países con alto nivel de vida y que progresan rápidamente. Ahí tenemos a Finlandia y a Singapur, por ejemplo.

Pues bien, con una buena educación, no sería necesario prohibirlo y regularlo todo, porque ya nos encaminamos a una sociedad hiper-regulada, con miles de normas. Tantas que son imposibles de conocer y mucho menos de seguir.
En cualquier caso, demasiadas normas para construir una sociedad dinámica y las suficientes para dificultar cualquier iniciativa creativa, ya sea de negocios o de innovación de cualquier tipo.

Gracias a la educación, no necesitamos prohibir los cuchillos. Todos sabemos que además de para pelar patatas, pueden usarse para causar daño.
Gracias a la educación tampoco necesitamos prohibir la electricidad, a pesar de que los niños pequeños pueden meter los dedos en los enchufes y electrocutarse. Pero, afortunadamente, primero protegemos los enchufes y cuando el niño va siendo algo mayor le decimos que es muy peligroso e incluso le damos un manotazo si le vemos intentando meter los dedos en un enchufe. Eso es educación.

Por el mismo motivo, gracias a una buena educación, tampoco necesitaríamos prohibir las drogas, bastaría con repetir a nuestros jóvenes hasta la saciedad que las drogas te dan una satisfacción momentánea pero luego te destrozan la vida, por dentro y por fuera. Y si en algún momento dado los viéramos tonteando con drogas, quizá procediera algún manotazo virtual (o real, quien sabe) para reforzar el mensaje.
De esa forma tan sencilla (y tan complicada) los señores narcotraficantes tendrían que cambiar de negocio y renunciar a su espectacular estilo de vida.

Con una buena educación, tampoco necesitaríamos prohibir beber alcohol a los menores de 18 años, porque directamente no lo intentarían.
La situación es justamente la contraria y cada vez que un adolescente tiene que ser atendido por un coma etílico, se escenifica el fracaso de la sociedad en general y de sus padres en particular, en su labor educativa. Es un fracaso al que no se le da la debida importancia.

Con el tema del alcohol me voy a meter en un jardín estupendo, porque la permisividad y complacencia de la sociedad con el alcohol es alucinante.
De todos es sabido que el alcohol es un poderoso neurotóxico, que con un nombre tan feo debe querer decir que se carga las neuronas.
¿A quien le interesa que tengamos cada vez menos neuronas? Efectivamente, a esos en los que estáis pensando (los mismos que querían controlar la educación, esos de los que hablábamos al principio, por si hay alguna duda).
Así pues, esto del alcohol es un magnífico jardín. Reflexionemos sobre los cientos de miles, probablemente, millones de personas que en España y en otros muchos países viven alrededor de industrias y servicios relacionados con el alcohol.
De ahí que se vea con buenos ojos los cientos de memes, chistes y artículos pseudocientíficos en los que se habla de las bondades de la cerveza, el vino y similares.

Todo se le perdona al alcohol debido a sus efectos depresores sobre el sistema nervioso central, prácticamente inmediatos, que nos produce esa sensación de euforia y que nos desinhibe en las relaciones sociales. Se le perdona los miles de afectados directos e indirectos a los que el alcohol destroza la vida (accidentes causados por el alcohol, problemas familiares, problemas de salud….).

¿Teniendo en cuenta las ventajas e inconvenientes, tendríamos que dejar de beber alcohol? Pues no sé. Lo que sí sé es que deberíamos educarnos y educar a los demás en su uso y en cualquier caso tener presente que las ventajas sólo superan a los inconvenientes cuando se consume MUY moderadamente. De nuevo, educación…

Eduquemos y no tendremos que prohibir, eduquemos y no tendremos que lamentar.

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