Una historia de miedo


Ahora que se acerca Halloween (al que alguna vez ya he dedicado un post) voy a contar una historia de miedo. ¡Qué narices!, dos por el precio de una.

La primera es que cada año estamos más inmersos en las compras jalogüinianas y habréis notado que todas las tiendas y grandes almacenes se llenan de motivos decorativos para estas fechas, predominando todo lo que da miedo, disfraces de todo tipo, utensilios varios, etc, etc.

Una característica común de casi todos estos productos es que son muy baratos. Un disfraz, 12 euros, una careta, 1 eur, una araña gigante, 2, etc, Todo ello de muy mala calidad, y probablemente, muy contaminante.
Es decir son productos que se compran, se usan una noche y se tiran. Magnífico, todos aquí preocupados por la cantidad de basura que se genera y adoptamos con cariño una costumbre importada, netamente consumista (y eso sin entrar en su componente ideológico).

El año pasado, en la noche de Todos los Santos ya se extendió la costumbre entre los jóvenes de comprar huevos y tirarlos por ahí. Al día siguiente era bastante frecuente encontrar huevos rotos (no precisamente los de las raciones) por todas las aceras. Magnífico otra vez, porque es posible que esos mismos jóvenes participen en las manifestaciones contra el cambio climático.

Esta bien que se disfrute en fiestas con cualquier excusa. La vida es dura y hay que aprovechar las ocasiones para disfrutar, pero hagámoslo con cabeza, usándola para fabricar nuestros propios disfraces con materiales que tengamos en casa. Un vestido viejo, vendas,... es decir, utilizar la imaginación.
Ah, es verdad: que no tenemos tiempo. Estamos ocupados ganando el dinero que se necesita para comprar cosas que no se necesitan (y en contraposición hay gente que no gana ni el dinero que se necesita para comprar cosas que se necesitan, paradójica sociedad)

Conclusión mínima: si compramos decoración de Halloween, al menos guardémosla para reusar otro año.

Esta es la primera historia de miedo, porque aunque la basura ya nos come, nosotros seguimos insistiendo en generar más: más gente generando más basura. Hay un vídeo profético del Doctor Félix Rodríguez de la Fuente que se grabó hace 47 años sobre la basura. Si este hombre viera el mundo hoy, no sé que diría.
Pero no pasa ná: continuemos cual rebaño de ovejas, pastoreados por los intereses económicos de unos pocos, hacia un barranco escarpado.

La segunda historia de miedo me la contó un buen amigo (redundancia donde las haya, porque los amigos son siembre buenos, o si no, no son amigos). Pues bien, mi amigo este verano se fue a pasar sus vacaciones a Cádiz. Al día siguiente de su llegada, tuvo la mala suerte de sufrir una caída y romperse el tobillo.
Ahí comenzaron sus tribulaciones porque al encontrarse fuera de su comunidad autónoma era considerado de alguna manera, ciudadano de segunda clase (por detrás de los turistas extranjeros)

Tras las peleas típicas para conseguir que una ambulancia fuera a buscarle, consiguió entrar en un hospital de la zona, donde le dijeron que efectivamente su tobillo estaba roto del todo, prácticamente para tirarlo a la basura y que debía ser operado urgentemente antes de que el tobillo se le pusiera hecho un poste.

Pero, he aquí, que también le dijeron que ellos no podían operarle porque estaban muy escasos de recursos y que debía trasladarse a su hospital de referencia situado en Madrid.
"Bien", dijo mi amigo, "vayámonos a Madrid". "Lo siento", le dijeron, "nosotros solo podemos trasladarle en ambulancia hasta Córdoba donde está el límite de la comunidad andaluza, de ahí tendrá que proseguir por sus propios medios". ¿Quéeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee?, "Sí, como lo oye".
Queridos lectores esto es auténtico aunque parezca una película de terror.

Afortunadamente, mi amigo tenía sanidad privada y consiguió que le operaran allí, en una clínica particular (no sin dificultades, los seguros son para tenerlos pero para no necesitarlos) y así resolvió su grave problema.

No terminaron ahí sus cuitas pues la anestesia epidural causó que su vejiga se volviera "perezosa" y no orinaba. De vuelta a urgencias, algún chavalillo iluminao (de esos que dejan que aprendan solos en urgencias porque no hay dinero para que estén un tiempo con un médico experimentado, que previamente han jubilado), tras conocer todo el historial, dictaminó que sería una infección de orina y le mandó a casa con una receta de antibióticos.
Obviamente, tuvo que volver a urgencias y esta vez, alguien más espabilao, le sondó y el problema fue resuelto.
Afortunadamente, todo acabó bien y mi amigo camina perfectamente.
¿Es o no una historia de terror esto que os acabo de contar?

Conozco una historia similar pero con resultados más trágicos. Un señor tuvo un accidente a consecuencia del cual una de sus piernas fue seriamente dañada.
Llevado al hospital más cercano, se le estabilizó y se concluyó que necesitaba cirugía vascular de la cual el hospital no estaba dotado. Debía ser trasladado. Se sugirió su hospital de referencia situado en otra comunidad autónoma (pero sólo a 100 Km). Este señor estuvo esperando ocho horas la autorización para que una ambulancia de la comunidad origen entrara en la comunidad de destino. Se trataba de una operación urgente que debía acometerse cuanto antes.
La víctima de este suceso, cuya pierna al final tuvo que ser amputada, nunca sabrá si hubiera podido salvarla si hubiera sido trasladado inmediatamente e intervenido con la urgencia que su lesión requería.

Mis conclusiones: Para esto sirven las autonomías, para separar a los ciudadanos, para aumentar la burocracia y engordar las administraciones. También sirven para que los caciques locales instrumentalicen la educación (entre otras cosas), lavando el cerebro a los educandos y perpetuando así su poder regional.
Ah, también sirve para tener nosecuantos parlamentillos con sus diputadillos cobrando religiosamente una gran paga a costa del erario público.
Si tan bueno es el modelo, llevémoslo al extremo, pongamos una comunidad autónoma y un parlamento por hogar con sus correspondientes parlamentarios cobrando su buen sueldo.

Las comunidades autónomas tendrían sentido en el pasado, pero no hoy, en la gran aldea global.
En este mundo en el que podemos comprar en el supermercado tanto crema catalana como quesada cántabra, ¿qué aporta al ciudadano de la calle o al del campo pertenecer a una comunidad autónoma? Yo creo que nada. Las tradiciones, la lengua autóctona, la cultura de nuestros antepasados se pueden preservar sin pertenecer a una comunidad autónoma, entidad ficticia gobernada en ocasiones (como el resto de las administraciones) por mangantes.
Cuantos más son los cargos políticos a ocupar, más extensible puede hacerse la corrupción y más difícil es de controlar.

La segunda conclusión está derivada de la visita de mi amigo a urgencias, cuando fue atendido por un inexperto: No desechemos la experiencia de tantas personas que tras muchos años en su trabajo, es tirada a la basura por los burócratas. Todo porque hay que ahorrar.

Naturalmente que hay que ahorrar. Se ha de pagar el sueldo de tantos cargos estatales, autonómicos y locales que además de no hacer nada, se dedican a ponen palos en las ruedas.

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