¿Cuando nos dejamos engañar?


Nos engañan a menudo y siguiente nivel es básicamente una invitación permanente a ser algo más conscientes, para que nos engañen algo menos.
Hay tantos ámbitos en los que nos quieren engañar, tantos, que hay quien dice que medio mundo se pasa la vida intentando engañar al otro medio.
Sí. Son tantos los ámbitos que o nos centramos en alguno o de lo contrario estaríamos escribiendo este post eternamente.

Así pues me centraré en el entorno laboral. En este ámbito, creo yo, que nos la han colado al menos dos veces a lo largo de la historia.
La primera fue gorda. Fue cuando el hombre se convirtió en sedentario.
Es obvio que el hombre sedentario echaba muchas más horas trabajando que el nómada. Nos queda el consuelo de que este gran cambio fue motivado por la inteligencia y la evolución, y si es cierto que el sedentario trabajaba mucho más que el nómada, también lo es que en el mismo territorio en el que vivían 10 nómadas, podían luego vivir 100 sedentarios, aunque eso sí, a costa de trabajar mucho más y pagar otros tributos de los que tampoco hablaremos para no alargar el post (entre ellos las desigualdades sociales, la aparición de ricos y pobres y la propia existencia de tributos también llamados impuestos porque se imponen y nadie los paga voluntariamente)

Aceptemos, pues, este primer engaño motivado por la propia evolución de la especie.
Pero hay un segundo engaño mucho más reciente en el que también nos la han colado.
Y es que de una forma imperceptible, casi sin darnos cuenta, han conseguido que trabajemos un, digamos, 50% más.
Intentaré, con unas sencillas cuentas justificar esa cifra, porque un 50% es realmente mucho.

Para el razonamiento, permitidme simplificar el problema. En ingeniería esto es habitual, porque si no, la mayor parte de los problemas serían irresolubles.

En los siguientes párrafos no tendré en cuenta consideraciones de género y no distinguiré entre hombre y mujer. Si lo hiciera, el tema se complicaría tanto que sería difícil llegar  a alguna conclusión.

Situémonos a finales de los años 70, principios de los 80 del siglo pasado en España. En la familia típica, un progenitor trabajaba fuera de casa y el otro dentro. Eso significa que si la jornada laboral media eran 40 horas semanales en el trabajo fuera de casa y, para simplificar, digamos que otras 40 horas en el trabajo de dentro, los progenitores empleaban 80 horas al trabajo a la semana.

Hagamos el mismo análisis simple en la actualidad. Ya está extendido, generalizado y aceptado (incluso interiorizado) que sean los dos progenitores los que han de trabajar fuera de casa. Eso quiere decir que ahora una familia media dedica 80 horas al trabajo fuera de casa y como el trabajo dentro hay que seguir haciéndolo, otras 40 dentro de casa. En total 120 horas (el 50% más del que hablaba antes)

Suponiendo una carga igualitaria para el trabajo dentro de casa (recordemos que en nuestro afán de simplificación no entraremos en consideraciones de género), le corresponde a cada progenitor 20 horas adicionales a cada uno.
Es decir se ha cedido en estos cuarenta años la mitad de las horas de ocio y se ha añadido el estrés que conlleva intentar hacer muchas más cosas en la mitad de tiempo.

¿Cómo nos hemos podido dejar engañar de semejante manera?
Y sobre todo ¿para qué?
Para tener más cosas, diréis
¿Qué cosas? ¿Una casa? No, porque en los años 70, los pisos se compraban trabajando fuera uno solo. Ahora es imposible. Es difícil incluso trabajando los dos. Esta frase tan simple que acabo de escribir significa implícitamente que ahora se gana, al menos en términos relativos, la mitad que antes.

Si no es una casa,  Entonces ¿qué más cosas tenemos ahora?
Sólo eso: cosas. A cambio hemos cedido en aspectos vitales. Los niños de ahora se crían muchas veces solos, o acompañados, eso sí, por un móvil y una televisión.
Quizás sea esta una de las razones por las que la inteligencia media de las nuevas generaciones esté cayendo precisamente desde los 80, coincidiendo seguramente con que los últimos especímenes fueran criados en compañía de una familia. Eran tiempos en los que no había que llevarse las llaves porque siempre había alguien en casa.
También eran tiempos que, aún siendo niño, no había necesidad de salir acompañado a la calle porque no había tanto coche y las ciudades eran un poco más humanas.

Hemos pagado algún precio más: Se ha sustituido a los amigos de toda la vida por likes en las redes sociales. El postureo, es decir, las apariencias, son más importantes que nunca (y eso que siempre fueron importantes). Y se ha sustituido la tertulia diaria con los vecinos mientras se tomaba el fresco por las sesiones de psicoterapia.

Alguien pensará que este análisis no es válido porque se ha obviado los condicionantes de género y, por tanto, no se ha tenido en cuenta que aquella forma de vida de los 70 era posible gracias a unos derechos de la mujer muy menguados.
Es cierto, sí, pero podríamos haber aspirado a conseguir esos derechos sin perder otros.

Conseguir esos derechos a la vez que se mantenía las horas dedicadas a la semana sí que hubiera sido progreso.
Eso equivale en nuestro ejemplo a que cada uno de los progenitores dedicara 20 horas semanales al trabajo fuera de casa y 20 al trabajo dentro. O lo que es lo mismo: trabajar exactamente la mitad fuera de casa de lo que se hace ahora. Eso hubiera sido auténticamente un logro y además bastante factible y deseable.
Factible porque la tecnología lo permite. ¿O es que un administrativo formado en herramientas ofimáticas y con un buen ordenador no es capaz de hacer el trabajo de diez (o veinte) de los administrativos de los años 70?
Y deseable, porque los automatismos, las máquinas y la inteligencia artificial acabarán con gran parte de los trabajos. Se crearán nuevos, nos dicen, sí, seguramente uno por cada diez destruidos.

Si no repartimos el trabajo, me temo que vayamos hacia una situación en la que existen unos “afortunados” trabajadores explotados y mal pagados y una gran masa de gente que subsiste malamente solo con las ayudas públicas.
Mientras, la élite atesora dinero hasta que el 1% de la población acapare el 90% de la riqueza mundial. Una élite que como no las vivieron, no se acuerdan de los horrores de las guerras mundiales y la guerra civil española.
Una élite que víctima de su ignorancia (si no, ¿qué otra cosa puede ser?), cree que puede tirar de la cuerda social sin límite. Si al menos supieran algo de historia, se darían cuenta de que no hay nada nuevo bajo el sol y que pueden llegar a la misma situación que ya vivieran Luis XVI en Francia o el zar Nicolás II en Rusia. Ellos también creían que la fuerza de sus privilegios les protegerían contra todo peligro (parece que se equivocaron)

Así, que vuelvo a preguntar: ¿En qué momento nos dejamos engañar?
Las nuevas generaciones no pueden responder la pregunta. Ellos no conocen otra forma de vida que la que les hemos enseñado. Ni siquiera conocen el valor, algunas veces positivo, del aburrimiento, porque nosotros hemos impedido que se aburran nunca.

Pero ¿y nosotros?, los que conocimos otra forma de vida, ¿no cambiaríamos algunas cosas de aquella sociedad de los 70 por algunas cosas de esta sociedad de hoy, individualista, materialista y deshumanizada?

Yo creo que sí.

---
Monografías de Siguiente Nivel

----
Estos son los objetivos y estos otros los sueños de Siguiente Nivel. Si se parecen a alguno de los tuyos, ayuda a su difusión, compartiendo, comentando o marcando “me gusta” en las publicaciones o en la página.
----
Las ideas aquí expuestas no tienen porque estar en lo cierto. Son solo una visión de la realidad.

Es poco probable que alguien se encuentre en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión.

Comentarios

  1. Es muy cierto lo que dices, pero no todo es blanco o negro, ni antes era todo tan bueno ni ahora tan malo. Yo fui uno de los que empezó a trabajar a primeros de los ochenta y de los que se compró un piso con un solo sueldo. Efectivamente lo pudimos comprar y pagar en no muchos años, pero porque nos adaptamos a lo que nos daba con mi sueldo. Ahora, es cierto que los pisos son mas caros y que con un solo sueldo es casi imposible comprarse uno, también porque los precios, en este caso de los pisos, se ajustan a lo que la gente puede pagar (la oferta y la demanda). También es verdad que la gente ahora, los que tienen dos sueldos no se conforman con un pisito en las afueras. Y en cuanto a lo de trabajar en casa, también hay matices. A los que trabajábamos fuera también nos tocaba hacer ciertas cosas en casa, al menos en mi caso, claro que mucho menos que la trabajadora de dentro. Y ahora, cuando trabajan los dos, muchos se pueden permitir contratar a una chica algunas horas para hacer las tareas de limpieza, etc. Y lo de que trabajen los dos, aparte del dinero tiene otras muchas ventajas. Lo único en lo que sale perdiendo es en el cuidado de los niños, cuando son pequeños, por eso se tienen cada vez menos y algunos incluso no quieren tener, pero es que no se puede tener todo a la vez. Un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Pepe por tu comentario. Me parecen muy interesantes tus matizaciones. Es un tema complejo que tiene muchas aristas y que cuando se analiza solo se tocan algunas de ellas.
      No creo haber defendido que sea solo uno el que trabaje. Lo que intento defender es que ahora se tienen que trabajar más horas en conjunto (menos horas de ocio o menos horas con la familia o como quieras llamarlo).
      Si haciendo uso de la tan cacareada tecnología, se hubiera evolucionado hacia menos horas de trabajo, todo sería perfecto. Se podría trabajar 20 horas fuera y 20 dentro cada individuo. Además el trabajo estaría repartido: en lugar de estar concentrado en unos pocos explotados mal pagados, tendríamos a la mayor parte de la gente trabajando pero sin llegar a sentirse quemada.

      Si un administrativo hoy con su ordenador y su móvil hace el trabajo de diez de hace cuarenta años ¿por qué tiene que trabajar tantas horas? ¿no será que se han multiplicado los procesos inútiles en las empresas y en la administración a cambio de nada?

      Finalizas con un tema grave: hoy ya no se quieren tener niños. Probablemente tenga alguna relación con los temas que apuntamos. No se puede tener todo, como tú dices, pero si a lo que se renuncia es precisamente a los niños, mal futuro como sociedad nos aguarda. Quizás, si esta fuera una sociedad sensata, se lo haría mirar.

      Eliminar
    2. Lo del reparto del trabajo es un tema complejo y me temo que sin solución. Idealmente quizá podría ser lo que tu dices: trabajar los mismos que antes pero solo 20 horas ayudados por las maquinas. Pero en la practica es irrealizable porque como bien sabemos el objetivo de las empresas no es que la gente viva mejor y trabaje menos, sino ganar mas y al año siguiente si puede ser un poco mas. Y por desgracia lo de ganar mas siempre va asociado a tener menos gastos, o sea hacer lo mismo con menos gente. O sin ir a las empresas, me imagino a un señor del campo que antiguamente empleaba a una cuadrilla para segar una tierra de trigo, mas luego trillarlo y limpiarlo, y que ahora lo hace con una cosechadora en mucho menos tiempo. No me imagino que ese mismo señor siguiera empleando a los mismos segadores para mirar como lo hace la cosechadora. Por suerte para algunos y por desgracia para otros, la tecnología y lo que algunos llaman el progreso traen estas cosas y la gente se tiene que ir adaptando a otros empleos, el que puede y sabe, y muchos se quedan fuera. Porque muchos empleos desaparecen o quedan reducidos a la mínima expresión: no es que ahora un administrativo haga lo que diez, es que solo se necesita uno, si acaso, porque la mayoría de tareas administrativas las hacen los otros trabajadores.

      Eliminar
    3. Gracias Pepe. Yo creo que tienes razón en lo que dices. Lo que pasa es que el análisis que intenta hacer Siguiente Nivel es a nivel social o mejor a nivel de sociedad. Obviamente como individuos poco podemos hacer pero sí analizar de antemano los errores que se están comentiendo como sociedad al igual que podemos analizar los errores cometidos por las sociedades del pasado. Ahora es fácil saber qué errores cometió la antigua Roma antes de desaparecer. Seguramente saberlo de antemano no les hubiera ayudado mucho porque es un tema cultural, incluso podríamos decir que antropológico.
      Lo ideal ahora sería idear un mecanismo consensuado de reparto del trabajo. Las nuevas tecnologías, digan lo que digan, harán desaparecer un montón de trabajos. Se crearán otros nuevos, probablemente vacíos de contenido (temas burocráticos por ejemplo, algo que ya se está haciendo), pero no los suficientes para compensar los perdidos.
      Aún se tiene que absorber por ejemplo, el coche autónomo, que antes o después, acabará con millones de puestos de trabajo en el mundo. Y como ese, muchos más.

      Sería necesario un gran consenso entre políticos responsables (especie prácticamente extinta), idem con los sindicatos, idem con los empresarios y en general toda la sociedad para conseguir ese reparto del trabajo que permitiría aumentar las horas de ocio en los trabajadores y eliminar o reducir el paro. Pero claro, eso implica, entre otras cosas, que la gente está preparados para manejar el nuevo ocio, lo cual es otro tema con enjundia...

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Cuento de Navidad 2.023

La verdad sobre el cambio climático

Noche mágica de Reyes