La verdad sobre el cambio climático

 Vamos a contar la verdad sobre el cambio climático. Es duro oírlo, así que vosotros vereis si queréis seguir leyendo. Bajo vuestra responsabilidad queda.


Uno de los objetivos principales de este blog cuando nació era la ecología. Cada vez he ido dedicando menos publicaciones a este tema porque la realidad social nos ha ido superando. Ahora la ecología se ha vuelto religión y rellenado de un conjunto de dogmas incuestionables.

Y se ha vuelto religión porque en torno a la ecología se ha desarrollado un negocio multimillonario que los beneficiados quieren preservar. Nada mejor para hacerlo que desarrollar una religión a su alrededor. Como ya sabemos, las religiones, incluso la verdadera (aquí que cada uno ponga la suya), han sido usadas por los poderosos para perpetuar su poder.


Incluso se ha inventado un nombre para los que no comulgan con esa religión, los llaman negacionistas, que como su propio nombre indica, ya es malo en sí mismo, negativo.


Pero hagamos un análisis del tema. No hay negacionistas sobre el hecho de que durante el día hay más luz que por la noche. No lo hay porque todos podemos verlo. En cambio, sobre el cambio climático hay quien dice que no hay evidencias científicas de que exista y quien dice que sí. ¿A quién creemos? Sobre todo,  teniendo en cuenta que andan pululando por medio cientos de miles de millones de euros (tanto en energías "limpias" como en torno a la quema de petróleo). Podemos intuir que las opiniones de algunos científicos pueden estar "ligeramente" mediatizadas.


No sabemos si realmente hace más calor que en otros tiempos y más fenómenos climáticos extremos o sólo es que ahora tenemos puesto el foco en el tema y tenemos acceso a todas las noticias sobre problemas climáticos en cualquier lugar del mundo.

Así que al final no nos queda otra que desarrollar nuestra propia opinión, y dentro de ellas la negacionista debería ser una más. Pero ya sabéis que los poderes disfrutan haciendo que nos enfrentamos entre nosotros sin ganar nada, mientras ellos se forran con una postura u otra.


Así que olvidemos lo que dicen los medios sobre el cambio climático y usemos el sentido común y lo que podemos ver con nuestros ojitos.

Lo que sí parece un hecho probado es que somos casi ocho mil millones de habitantes sobre la tierra y que nos hemos dedicado a quemarlo todo y a llenar de porquería la tierra, el mar y el aire. 

Es obvio que las corrientes de aire y las corrientes oceánicas que distribuyen el calor por el planeta se formaron con una constitución del agua y del aire determinada y que mediante la porquería que estamos echando, esa composición está cambiando y si no ha desestabilizado aún las corrientes aéreas y marinas lo hará en el futuro ¿cuando? Quien sabe

Lo mismo ocurre con los gases de efecto invernadero. Puesto que a base de quemar cosas estamos cambiando la composición de la atmósfera, ésta no se puede comportar igual que antes y es posible que almacene más calor.


Fijaos que usando el sentido común y sin hacer caso a los medios hemos llegado a la conclusión de que hay motivos para sentirse preocupados y que hemos de hacer algo.


Os dije que la verdad era dura y, de momento, ya hemos llegado a la conclusión de que hay motivos para preocuparse y pasar a la acción. 

También es duro darse cuenta de que estamos en un tablero de ajedrez en el que los poderosos están jugando su partida y nosotros somos los peones. Por un lado los lobbies del petróleo con su enorme poder y por otro los lobbies de las energías "limpias" con su enorme poder.

Pongo siempre limpias entre comillas porque limpias, limpias no son. Aparte de la gran contaminación que supone fabricar y reciclar los paneles solares y aerogeneradores, allá donde se instalan desaparecen los animales (aerogeneradores) o suben las temperaturas locales unos cuantos grados (paneles solares). Todo ello sin contar que inutilizan grandes terrenos para el cultivo y por tanto, indirectamente, suben el precio de los alimentos básicos.


El coche eléctrico, por su parte, no es tan inocuo como parece, pues la fabricación y reciclaje de sus baterías es altamente contaminante y esquilma los recursos de la tierra. 

Así pues, nos dan a elegir entre susto o muerte y tenemos que posicionarnos. O mejor, quieren que nos posicionemos.


Pero no sirve de nada posicionarse, porque si un bando nos dice que no pasa nada, el otro nos dice que sí que pasa y que aparte de agobiarnos mucho, debemos cambiar nuestros hábitos de consumo para hacerlo más sostenible y comprar lo que ellos nos dicen: plásticos reciclados, alimentos sintéticos, ….

Pero ninguno nos dice la verdad y aquí viene la parte auténticamente dura: debemos cambiar nuestros hábitos de consumo sí, pero no para hacerlos más sostenibles, sino para eliminarlos.


Lo duro es que actualmente la única tecnología que tenemos para extraer CO2 de la atmósfera se llama árbol y resulta que los estamos quemando, y así estamos dándole vueltas a ese círculo vicioso: más CO2 generado + menos árboles (es decir, menos CO2 consumido) igual a más CO2 acumulado en la atmósfera y más calorcillo.

Si la tecnología no viene en nuestro auxilio pronto para extraer grandes cantidades de CO2 de la atmósfera o para reflejar parte de la luz del sol que nos llega, nos vamos a achicharrar porque cada vez absorbemos más calor del sol gracias al malvado efecto invernadero.


Y aún más duro es saber que la solución, la única forma de frenar toda esta locura, está en tus manos, en mis manos, en nuestras manos. No nos creamos que está en las grandes empresas o en los estados. La solución auténtica pasa por nosotros, el ciudadano de la calle, el anónimo, el insignificante. Sí, está en nosotros.

No podemos esperar ya nada de las empresas cuyo único objetivo es ganar dinero. Si nos hablan de sostenibilidad y ecología es solo porque eso les produce más dinero.

No podemos esperar ya nada de los estados porque los grandes lobbies juegan su partida de ajedrez a través de los políticos que gobiernan en el mundo. Ellos, los políticos, son los alfiles, caballos y torres (no olvidemos que nosotros somos los peones).


Así que solo quedamos nosotros, los peones. Es duro oirlo pero es la verdad. ¿Cómo podemos encauzar esto? Recordando una palabra de nuestros antepasados: austeridad.

Tendremos que buscar esa palabra en el diccionario y aplicarla a nuestra forma de vida.

Austeridad es la solución. Es la única forma de que ocho mil millones de personas habiten este planeta sin que nos lo carguemos.

En el primer mundo hay mucho camino por recorrer porque la forma de vida es justo lo opuesto a la austeridad: vivimos en el despilfarro


Si queréis saber lo que es la austeridad, preguntad a vuestros mayores, ellos os lo explicarán con todo detalle porque siempre vivieron en ella.

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Trucos ecológicos

Suplantator el Extraterreste

La solución definitiva

Lecciones víricas

Historias de Villarriba y Villabajo

Cuentos de Navidad

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Ya llegó el fin del mundo

Palabras olvidadas

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Estos son los objetivos y estos otros los sueños 

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Las ideas aquí expuestas no tienen porque estar en lo cierto. 

Son solo una visión de la realidad. Es poco probable que alguien se encuentre 

en posesión de la verdad, por eso Siguiente Nivel es una invitación a que 

cada uno desarrolle su propia verdad a través del estudio y la reflexión.



Comentarios

  1. Uno de mis lectores (creo que por lo menos me quedan dos, por lo que el uso del plural aún está justificado) me comentaba que le parecía que estaba haciendo un uso negativo de la palabra religión en el texto “Ahora la ecología se ha vuelto religión y rellenado de un conjunto de dogmas incuestionables”

    He estado pensando sobre el tema y creo que tiene razón. Debería haber usado “sucedáneo de religión” o “pseudo-religión” en vez de “religión” a secas, pues es cierto que una religión tiene bastante más enjundia y no cualquier cosa puede calificarse de religión.

    Él me invitaba a sustituirlo por “idolatría” que a mí también me parece más correcto, pero, a la vez, creo que idolatría es una palabra que no se comprendería en nuestra sociedad. Y es que la idolatría es adorar a dioses falsos y nuestra sociedad no tiene dioses ni verdaderos ni falsos. Es una sociedad sin Dios, así que poco sentido tiene en ella el hablar de idolatría.

    A su vez, la palabra religión ha sido convenientemente desprestigiada, tanto que cualquiera (como yo, por ejemplo) habla de ella con superficialidad. Y la verdad, no entiendo el por qué de ese desprestigio. El hombre es un animal religioso y, o se adhiere a una de las religiones establecidas o se crea la suya propia.

    Además un hombre religioso (en el sentido de practicante de una de las religiones milenarias) tiene los mismos recursos para conseguir la felicidad que uno ateo más todos los que le proporciona su religión.

    Quizás es que sea esta una era confusa. Se habla mucho de la oscuridad de la edad media en la que se copiaban y traducían códices a mano, se construían catedrales en las ciudades y monasterios en los sitios apartados que siglos después aún continúan asombrándonos, pero poco se habla de la falta de claridad de nuestra época en la que no sé qué legado perdurable dejaremos a las futuras generaciones, como no sea la esquilmación de los recursos naturales que en justicia les hubieran correspondido.

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  2. Yo, en este tema soy bastante pesimista. Es cierto que nuestros padres fueron austeros (también porque no les quedó otro remedio, no creo que pensaran mucho en el medio ambiente), que nosotros lo somos menos y nuestros hijos lo serán mucho menos. Pero, aunque uno a nivel individual hiciera el esfuerzo de serlo, ¿serviría de algo frente a los miles de millones de chinos, por poner un ejemplo? Si no son capaces de ponerse de acuerdo los gobiernos para tomar medidas a nivel mundial, no es razonable pensar que lo que puedan hacer algunos (o muchos) que estén concienciados pueda llegar a ser mínimamente efectivo.

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    1. Gracias Pepe por tu comentario.
      Estoy de acuerdo contigo, y aunque recuperaran la austeridad un grupo numeroso de gente, no serviría de mucho, ya que el resto seguiría con su descomunal huella ecológica. Sin embargo, creo que es lo único que una persona auténticamente concienciada puede hacer.
      Es aún el tiempo en que podemos, voluntariamente, reducir nuestra huella ecológica recurriendo a hábitos un poco más austeros. Mucho me temo que de seguir esto así (si la tecnología no viene en nuestro auxilio) llegará el tiempo en que la austeridad será obligatoria, como en tiempos pasados (nos la impondrá el propio clima) y eso sí que será duro porque ir de la escasez a la abundancia, como vivieron nuestros padres, se lleva bien, pero a la inversa...

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